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Hablar suavemente es muy efectivo para EEUU

Ucrania (no Irak ni Afganistán) es como Estados Unidos logra el éxito.

La respuesta de Estados Unidos ante el presunto ataque de misiles rusos a Polonia este mes es un ejemplo de cómo actuar. Ignorando el clamor kamikaze para invocar la cláusula de autodefensa colectiva de la OTAN, Joe Biden y sus aliados analizaron tranquilamente los hechos y descubrieron que el misil provino de Ucrania. No se sacaron conclusiones precipitadas ni se hizo un ejercicio de política arriesgada. Silenciar a los halcones de Washington debería ser la regla de oro bajo la cual Estados Unidos hace negocios.

Va a contracorriente, por supuesto. El presidente más belicoso de Estados Unidos, Teddy Roosevelt, sugirió que Estados Unidos debía hablar suave y portar un gran garrote. Lo que más llama la atención es la primera mitad de la frase de Roosevelt, ya que está muy en desacuerdo con el carácter de un país que ya en ese momento pretendía rehacer el mundo a su imagen y semejanza. Querer que los demás sean como tú es un impulso agresivo, incluso cuando es bienintencionado.

Por lo tanto, un país que lidera tanto por omisión como por comisión será difícil de sostener. La guía de cómo debe actuar Estados Unidos está escrita en los fracasos recientes y éxitos menos celebrados.

Desde Vietnam hasta Irak, Estados Unidos está en su peor momento para tratar de imponer resultados a otros. La tendencia a ver el mundo en blanco y negro a menudo impide a Estados Unidos ver la realidad que tiene en frente. La insurgencia de Vietnam no era una ficha de dominó en un juego de mesa comunista. Era una lucha anticolonial. El Irak de Saddam Hussein no era socio de Al Qaeda. Era otro régimen de matones. Afganistán nunca iba a ser remodelado a imagen y semejanza de otro.

Esa reiterada incapacidad de comprender el mundo en sus propios términos reduce la capacidad de Estados Unidos de reformularlo. Por ello, Ucrania ofrece un caso de estudio tan valioso. La lista de tareas que tenía Biden vinculadas a la política exterior giraba en torno a China, no a Rusia. El presidente de Estados Unidos hizo todo lo posible por apaciguar la paranoia de Vladimir Putin organizando una cumbre en Ginebra unos meses después de asumir el cargo, y unos meses antes de la invasión rusa. El objetivo era sacar a Moscú de la lista de preocupaciones para que Estados Unidos pudiera completar su giro hacia Asia.

No funcionó como estaba previsto. El impacto involuntario que tuvo el ataque de Putin a Ucrania fue que sacó a relucir a Estados Unidos en su mejor versión pragmática: reaccionar ante las hostilidades en lugar de iniciarlas. Aunque Biden haría bien en evitar la infame frase “liderar desde atrás”, eso es lo que ha estado haciendo Estados Unidos. La guerra está dirigida abiertamente por el ucraniano Volodymyr Zelenskyy. Estados Unidos ha desempeñado el papel de intendente, proveedor de inteligencia y portavoz diplomático. Los términos en los que terminará la guerra también serán establecidos por Zelenskyy, aunque en la práctica Estados Unidos tendrá una voz decisiva.

Es demasiado pronto para juzgar el impacto en su totalidad. Pero los éxitos de Ucrania hasta el momento se han basado en la silenciosa y constante determinación de Estados Unidos. Esas son las cualidades de una superpotencia moderna y eficaz. Son muy diferentes a las cualidades rimbombantes de la nación peligrosa exhibidas en los sueños de los halcones. La “operación militar especial” de Rusia quizas sea única. Pero la respuesta de Estados Unidos tiene características genéricas que deberían aplicarse de manera más general. Destacan dos de ellas.

La primera es que los socios de Estados Unidos lo prefieren así. Rara vez temen que Washington actúe de manera demasiado sumisa. Su preocupación es que Estados Unidos se extralimite. Lo mismo ocurre con el voto global decisivo en continentes como África y Sudamérica.

La aparente indiferencia del sur global ante la agresión rusa, al abstenerse en la ONU y negarse a cumplir las sanciones lideradas por Estados Unidos, ha generado mucha angustia. Calificarlos de insensibles o irresponsables es una interpretación errónea. El resto del mundo recuerda la invasión de Irak y los pasos en falso de Estados Unidos tras el 11-S. Estados Unidos sigue pagando la factura por su comportamiento imprudente. Ningún país, por el contrario, se resentirá ante el apoyo comedido y no imprudente de Estados Unidos al derecho a existir de Ucrania.

La segunda es que Estados Unidos debe recalibrar su enfoque hacia China. La estrategia de Biden es enmarcar el mundo como una lucha entre la autocracia y la democracia. Esto provoca nerviosismo en la gente porque suena al tipo de marco maniqueo que ha llevado a Estados Unidos a las guerras por elección. Señala que Washington está impaciente por hacer algo, aunque la situación exija menos.

La historia de los errores cometidos por las grandes potencias suele incluir el hecho de haber confundido el ser proactivo con tener el control. En realidad, actuar de forma preventiva suele ser la forma más rápida de perder el control. George W. Bush, al igual que Putin, es una prueba viviente de ello. Un responsable de la política económica dijo una vez: “Un plan es mejor que ningún plan”. En política exterior, suele ocurrir lo contrario. Biden no tenía ningún plan para Ucrania. El temor es que Estados Unidos sí tiene un plan para China.

Edward Luce

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