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Los bolivianos están de regreso con su festival

Vuelve el festival boliviano al área metropolitana. La pandemia lo puso en cuarentena en los últimos dos años, pero este 11 de septiembre literalmente la comunidad inmigrante de ese país quiere tirar la casa por la ventana. ¿El objetivo?: alegrar todos los sentidos de unos 10 mil asistentes que los organizadores esperan se den cita en este reencuentro.

Esta vez, el colorido festival que reúne a lo más selecto de las fraternidades de ágiles danzantes y coreografías, cambia de escenario y de condado. Será en el EagleBank Arena de George Mason University, en la municipalidad de Fairfax.

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“Estamos tratando de volver a nuestras actividades culturales y el festival es la mejor fórmula para estar cerca de nuestra colonia de bolivianos que vive en esta área y de todas las comunidades que les gusta nuestro folclore y tradiciones”, dijo Lucio Villazón, presidente del Comité Pro Bolivia.

Unas 25 fraternidades (grupos de danzantes), algunas con más de 100 miembros ofrecerán su espectáculo, exhibiendo vestimentas que son un derroche de coloridas telas bordadas con piedras, espejuelos, plumas y lentejuelas. “Estamos practicando con intensidad, porque después de dos años sin vernos, el esfuerzo para volver a coger ritmo es intenso”, dijo Gavin Guaraguara, quien dirige la Fraternidad Alma Boliviana y es director de comunicaciones del Comité Pro Bolivia. Su agrupación reúne a 60 bailarines. Además de los ensayos están ajustando las tallas de los trajes exóticos traídos directamente de ese país andino.

Será dentro de un coliseo

 Dos personajes que representan al diablo son parte de la coreografía de esta danza que al menos reúne entre 60 y 80 miembros.

De no haber sido por la pandemia, este sería el festival número 35, porque desde que se creó el Comité jamás se ha había cancelado esta cita, que se realiza al final del verano. Para Villazón es significativo recuperar esta tradición, “porque venimos de un país rico en folclore y cultura y queremos que nuestros niños y jóvenes que son nacidos en este país conozcan sus raíces y no las pierdan”.

Una de esas tradiciones es la veneración a la virgen de Urkupiña, a quien siempre se le dedican estas expresiones sincréticas, que amalgaman la historia colonial con la de antepasados como los wankaranis y chiripas o los aún más antiguos tiahuanacos.

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Esta vez, explicó Villazón, no habrá fiesta al aire libre todo se hará dentro del coliseo. En las instalaciones habrá una sección para la venta de comidas y aunque no se expondrá la gran variedad de platos exóticos, sí es seguro que el famoso chicharrón boliviano será un infaltable. 

Una vez que se abra el telón del festival más grande de Bolivia en Estados Unidos, a partir de las 11 de la mañana, los asistentes se deleitarán de un espectáculo de danzas que irán entre lo acrobático y ceremonial. Quienes van por primera vez y los que ya han estado antes disfrutarán de la danza de la llamerada, un ritual que recupera la vida del pastor de camélidos, entre ellos las llamas, del altiplano.

Tampoco faltarán los danzantes de la morenada, que con sus bailes y su música se recogen a los tiempos de la colonia y los esclavos negros en las minas de plata. El público podrá verlos entrar con sus pasos lentos al ritmo de maracas, cuyo sonido representa el sonido de las cadenas en sus tobillos. “Ese sufrimiento y esa parte de la historia lo hemos transfigurado al baile para que no se nos olvide”, aseguró Villazón.

¿Mascarillas?, solo el que quiera

DIABLADA. Nacida en las minas de Oruro, la diablada es una danza que representa la lucha del bien y el mal. La Unesco la declaró patrimonio intangible de la humanidad.

Cada uno va a tratar de demostrar lo mejor y en cumplir con ese compromiso. Entre ellos está el grupo de 80 bailarines de la fraternidad Fundación Sociocultural Diablada Boliviana, dirigido por Nelly Zapata. Ella reconoce que “algunos en estos dos años y más de sedentarismo y ausencia de ensayos hemos ganado peso”.

Hay bailes bolivianos como la diablada, son exigentes físicamente, otros como los caporales demandan una sincronización precisa para que la coordinación encaje a la perfección. “Lo bueno es que poco a poco ya estamos volviendo a recuperar nuestro ritmo”, aseguró Zapata.

Por lo general las fraternidades están integradas por familiares y amigos, hay varias solo de mujeres, otras solo de hombres, unas cuantas más son mixtas y muchas son solo de niños o solo de adolescentes. No todas están radicadas en esta área, algunas vienen desde Chicago, Florida, California, Nueva York y Nueva Jersey.

En cuanto a las precauciones sanitarias, los organizadores se acogerán a lo que las autoridades de salud de Virginia recomiendan. Es decir, que el uso de las mascarillas queda a discreción de cada asistente, no se aplicarán medidas de distanciamiento, pero sí habrá un puesto con desinfectantes para manos.

Haciendo un poco de historia, los primeros pasos de baile de este festival comenzaron en Arlington en 1987. Esa era época en la que la comunidad boliviana empezó a crecer en esta región. Desde entonces se da cita para revivir su particular “tinkus”, una palabra de origen aimara que significa encuentro.

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