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“Los alumnos dicen que Cenaes les cambió la vida, pero la verdad es que ellos cambiaron la mía”

Mario Gamboa cuando llegó a Estados Unidos no sabía que tres meses después su misión sería ayudar a cientos de latinos a salir del túnel del analfabetismo. Él, un militar peruano, con experiencia en ingeniería de software, solo quería trabajar y montar una pequeña empresa.

Así lo hizo.

Después de hacer de jardinero y pintor de casas creó un negocio de jardinería y pintura. En eso estaba hasta que dos de sus trabajadores no hicieron las tareas que les dejó anotado en un papel. No sabían leer y escribir.

Desde aquel día transformó el sótano donde vivía en aula para Carlos y Ronald, pronto llegaron seis alumnos más. Siete años después, la demanda de llevar el abecedario y los silabarios de Coquito aumentó tanto que en 2010 se creó Cenaes, una organización sin fines de lucro. Con el apoyo de unos 20 maestros voluntarios, unos mil 200 inmigrantes ya saben darle uso y sentido al ABC.

VOLUNTARIOS. Gracias al apoyo de maestros voluntarios y de organizaciones que prestan las aulas han aprendido a leer y escribir en español unas mil 200 personas. Foto: Cortesía Geo Rosendi

La procedencia de los estudiantes no ha cambiado mucho desde los comienzos. Siguen siendo, en su mayoría, mujeres de El Salvador y Guatemala. En los últimos tiempos, la organización mexicana Tepeyac también está observando una afluencia de nuevos inmigrantes de ese país y la necesidad imperiosa de ofrecerles clases de español. “Con ellos estamos en conversaciones a ver si instalamos un aula en su local”, comentó Gamboa. 

Muchas ganas, un cuaderno, un lápiz y un borrador. Esa, en su orden de prioridades, es la lista de útiles escolares para un adulto que quiere aprender a leer y escribir en español. En Estados Unidos no se conoce otra organización, aparte de Cenaes, que se dedique a esta misión a tiempo completo, tanto que antes de la pandemia estaba en conversaciones para aplicar el programa en Nueva York, Connecticut, Nueva Jersey y Texas.

HIJOS. El nuevo esfuerzo de Cenaes es ayudar a los hijos de sus estudiantes a que aprendan a hablar, escribir y leer en español para que puedan comunicarse con sus padres. Foto: Cortesía Geo Rosendi

“Solo es un sueño, pero qué bonito sería que todos los latinos que solo ven al abecedario como una sopa de letras sueltas sean alfabetizados, al menos en el área metropolitana tenemos una organización con experiencia”, dijo Gamboa.

Sus estimaciones empíricas, después de entrevistarse con la mayoría de embajadores latinoamericanos, le hacen suponer que, en el área metropolitana, unos 50 mil latinos no saben escribir y leer en español con fluidez moderada. Con el influjo de más inmigrantes de Guatemala y de otras naciones centroamericanas, lo más probable es que hay más necesidad de alfabetización.

SEMESTRE. Este semestre se abrirán clases de alfabetización en español para adultos en Beltsville y Wheaton, Maryland | Foto: Cortesía Geo Rosendi

Una clase en el Centro de la Juventud

“Estamos en un momento de expansión. Tenemos varios pedidos de organizaciones para llevar el programa de alfabetización”, aseguró Gamboa. Este semestre se abrirán dos clases en High Point High School, en Beltsville, y en la iglesia metodista de Wheaton, en Maryland.

Cenaes también abrirá una clase español en el Latin American Youth Center (LAYC) en DC, “porque están llegando jóvenes analfabetas desde Centroamérica y Patricia Bravo, directora de operaciones, quiere apoyar a esos chicos”. En esas instalaciones. Cenaes también tendrá una oficina para planificación y reuniones con los maestros voluntarios.

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Entre los nuevos proyectos que están buscando cimentar es el de dictar clases a los hijos de padres que están aprendiendo a leer y escribir en español. Esta idea experimental surgió a raíz de las quejas permanentes de los adultos de que no entienden a los chicos porque solo hablan inglés. Los progenitores no saben cómo ayudarlos porque apenas reconocen las letras del abecedario. Para comenzar tienen ocho alumnos entre 6 y 13 años, en un aula de Virginia.

Gamboa reconoce que para los niños es diferente la enseñanza de un idioma. “Estamos capacitados y tenemos experiencia en la alfabetización de adultos, para niños se necesita pedagogía, material didáctico, maestros y aulas diferentes. Estamos viendo cómo resolvemos estas necesidades”. La meta, de aquí a dos años, es contar con la estructura adecuada, porque los salones de las iglesias o el comedor en un centro ancianos están bien para los adultos, pero no para los pequeños.

AULAS. El aula de alfabetización en español de Senior Vida Center es una de las nueve ya establecidas en el área metropolitana. Foto: Cortesía Olga Imbaquingo

Todo comenzó hace 19 años

“Hace 19 años saqué el aula de alfabetización de mi vivienda y la abrí en el LAYC. 19 años después vuelvo al mismo lugar, pero ya no estoy solo como en ese entonces. Ahora somos una organización legalmente acreditada, tenemos maestros voluntarios, nueve clases cimentadas en distintos lugares, con tres o cuatro más por abrirse y un presupuesto de $50 mil, ese monto es muy poco, pero cuando empecé no había ni pizarra donde escribir ni sillas donde sentarse”.

Sí, el pequeño gran detalle es que Cenaes no tiene suficiente financiamiento. “Sentimos que las personas analfabetas no son una prioridad. Entiendo que lo principal es aprender inglés, pero si hay un grupo que no tiene idea ni de su idioma natal y no les damos la oportunidad de romper esas limitaciones, le será más difícil insertarse en esta sociedad”.

Los fondos conseguidos sirven para pagar la oficina, que por ley es indispensable y para cubrir los estipendios y el transporte de los voluntarios y de los coordinadores, tanto de Maryland, DC y Virginia. Además de allí salen los recursos para comprar el material y juegos didácticos y pagar al contador que ayuda a mantener las cuentas en orden y presentarlas al gobierno local. Cada Navidad, gracias a las donaciones, se da una cena y se reparten juguetes a 150 niños, hijos de los alumnos. Para los estudiantes las clases son gratuitas.

Tiempo de inscripciones y nuevo semestre

Durante la pandemia se dictaron clases online y ese fue otro reto casi insalvable, pero por el tesón de los voluntarios y las ganas desesperadas de los estudiantes por aprender, el programa no se paralizó. “Perdimos varios voluntarios y estudiantes en ese tiempo, ahora nos estamos recuperando. En octubre empezamos con 60 alumnos y hoy tenemos 98”. Todavía faltan voluntarios, varios por las condiciones económicas no volvieron después de la emergencia sanitaria. 

Este enero es un mes de inscripciones y del comienzo de semestre. En esta época sube el número de alumnos. “Estimamos que hasta junio tendremos en las aulas a unos 150 o 200 estudiantes”, esas son las expectativas más inmediatas de Gamboa, a quien su trayectoria en Estados Unidos lo llevó por otros caminos. Logró la mitad de sus aspiraciones: tiene una pequeña empresa y el resto del tiempo es para ayudar a otros a despojarse de la vergüenza y la pobre autoestima, solo algunas de las secuelas dolorosas de no saber leer y escribir.

“No estoy haciendo esto solo -dijo-, hay maestros voluntarios, organizaciones que nos prestan las aulas y donantes. Los alumnos dicen que Cenaes les cambió la vida, pero la verdad es que ellos cambiaron la mía”.

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