Hoy en día casi nadie—ni los chinos—duda que la invasión rusa a Ucrania fue un gravísimo error de cálculo de parte de Vladimir Putin. Luego de un año y cuatro meses de aquel momento, tanto las pérdidas humanas rusas como el armamento, así como su prestigio como potencia mundial no tienen precedentes.
Ni siquiera la invasión a Afganistán durante la década de los 80 del siglo pasado, que eventualmente ayudó a la caída del imperio soviético, se compara con las pérdidas rusas actuales. Y eso sin considerar el impresionante fortalecimiento de la OTAN, con el añadido de Finlandia y Suecia, y el apoyo decidido que ha recibido Ucrania por parte de Europa en su lucha por sobrevivir como nación.
Frente a las dos grandes debacles militares rusas—la fallida toma de Kiev y la pérdida de territorios conquistados en la contraofensiva ucraniana durante el verano de 2022—el giro que dio el Kremlin tuvo dos elementos básicos.
Primero, una amplia conscripción de nuevos reclutas; segundo, la incorporación del Grupo Wagner, dirigido por un gran aliado de Putin, Yevgeny Prigozhin, como ariete para estimular una ofensiva más creíble.
¿Qué es el Grupo Wagner?
El Grupo Wagner es la versión rusa de la relativa privatización militar ocurrida en EE. UU. durante las invasiones de Afganistán e Irak.
Creado alrededor de 2009-2010 tenía varias ventajas: menores costos, mayor flexibilidad y menor transparencia (sobre todo respecto a los caídos en combate), sin contar que le permitió a Rusia proyectarse con un bajo perfil en varios escenarios mundiales, como Siria y Libia en el mundo árabe y en África en la República Centroafricana, Malí y Sudán, donde prestaron (incluso todavía) sus servicios recibiendo como recompensa jugosos contratos mineros.
Pero en este caso, el grupo mercenario fue creado por un amigo de juventud de Putin, desde los tiempos en que compartieron el ascenso social en Leningrado (ahora Petrogrado).
Al poco tiempo de iniciada la invasión a Ucrania, frente a los descalabros del ejército regular ruso, Prigozhin comenzó a criticar su desempeño, lo que le valió su entrada al conflicto, utilizando principalmente reclusos de alta peligrosidad de las cárceles de máxima seguridad en varios confines lejanos del este ruso.
Su papel fue decisivo en la única ocasión desde mediados del año pasado en que los rusos lograron avanzar y tomar territorio, en Bakhmut, en el este de Ucrania, capital del oblast (provincia) de Donetsk.
Pero sus discrepancias con el alto mando militar ruso no cesaron. Continuó criticando la conducción del conflicto acusando a sus dirigentes—especialmente al ministro de defensa, Sergei Shoigu—de burócratas y de falta de decisión.
No sólo eso, su discurso abiertamente populista en contra de la corrupción y la oligarquía le ha ido granjeando una gran popularidad, mientras Putin pareciera alejarse del hombre y la mujer de la calle.
Desde hace pocas semanas las críticas de Prigozhin han escalado en tono, llegando a decir que les habían negado municiones y apoyo aéreo. Hace pocos días afirmó por Telegram—el medio más usado para el seguimiento de la guerra y para expresar divergencias con la visión oficial—que su ejército había sido atacado por el propio ejército ruso. De allí el paso siguiente en su reto al poder de Putin.
La marcha sobre Moscú y sus implicaciones
El sábado la noticia sorprendió a todo el mundo: el contingente militar del Grupo Wagner bajo el mando de Prigozhin había salido de Ucrania, tomado Rostov del Don y se dirigía hacia Moscú.
Su argumento: hemos sido atacados y vamos en una operación de libertad, contra los burócratas y con la frente patriótica en alto.
La toma de esa ciudad es harto significativa porque es el principal centro de comando y control y de operaciones logísticas ruso de la guerra en Ucrania. Su toma sin resistencia representó un descalabro para la conducción de la guerra, pero más aún es, como lo describió el propio Putin, “una puñalada por la espalda”, un riesgo de colapso como el ocurrido en 1917.
Peor, a los ojos del mundo, pone de manifiesto el franco debilitamiento del presidente ruso como producto de la invasión a Ucrania. Es difícil de imaginar una operación como esa sin que Prigozhin goce de simpatías en las alturas del poder, tanto en el ejército como en los servicios de seguridad (FSB).
El Rey está Desnudo: la invencibilidad, un rasgo primordial de la larga lista de autócratas rusos, antes, durante y después de la era soviética, ya no es cierta y de ahora en adelante Rusia pasa a ser el reino de la incertidumbre. Prigozhin logró poner a Putin en tres y dos.
O aplastaba la rebelión, con la consecuente impopularidad que de allí se derivaría, sobre todo porque los soldados del Grupo Wagner eran prácticamente los únicos que podían ser calificados de héroes, por su avance en Bakhmut, o cedía a las presiones de Prigozhin, lo que le podía costar el puesto.
Prigozhin devuelve sus tropas, Putin observa
Por si no era suficiente lo ocurrido, a media tarde del sábado (hora este de EEUU), cambió la tesitura de la rebelión. Prigozhin declaró que sus tropas se devolvían de la ruta hacia Moscú (se encontraban aproximadamente a 200 kilómetros), para evitar un baño de sangre. Con tal decisión cambió los parámetros de la confrontación, pero no su sustancia.
Los planteamientos contra el estado mayor ruso se mantienen, pero la marcha de los acontecimientos es completamente oscura. Lo único cierto es que Putin amaneció el domingo mucho más débil, más susceptible de ser echado del poder. Una vez más las palabras dichas por Churchill para la BBC en 1939 cobran sentido: “Rusia es un acertijo envuelto en un misterio, dentro de un enigma”.
La entrada La rebelión de Prigozhin: ¿comedia de las equivocaciones o amenaza real? se publicó primero en El Tiempo Latino.