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El costo corporativo de la desvinculación es cada vez más evidente

Los fabricantes de chips asiáticos y otras empresas reconocen que tal vez no puedan evitar para siempre la división chino-estadounidense.

Lo más provechoso de las últimas semanas ha sido que se evaporó la duda, explicó el director de un fondo global siempre sediento de narrativa. Cree que EEUU y China están ahora en una guerra fría; que la presión para tomar partido aumenta irresistiblemente en Japón y Corea del Sur; y que el mundo empresarial debe olvidarse de que todo esto se resolverá pronto y sin demasiado alboroto.

Si bien su análisis aún se encuentra, por ahora, en el extremo más sombrío de la escala, se basa en una creciente evidencia de que está en marcha un proceso de desglobalización de dos bloques. Según una lectura de la abrupta venta masiva de acciones chinas desde el lunes, él se encuentra en entre los inversionistas convencidos de que tiene que producirse otro nivel de descuento geopolítico.

El panorama general puede parecer bastante siniestro. La Ley de CHIPS y Ciencia de Estados Unidos, junto con el freno decisivo de las exportaciones físicas e intelectuales de tecnología de semiconductores de vanguardia, crean los contornos distintivos de un campo de batalla para la guerra fría. Algunos pueden decidir que brindan una guía para el manejo de otras tecnologías o productos en el futuro. Mientras tanto, la coreografía del congreso del Partido Comunista de China no solo afirmó la permanencia del liderazgo de Xi Jinping, sino también del tipo de mentalidad de bloque que los protagonistas de la Guerra Fría forzosamente construyen para prepararse para la escalada.

También hay signos más puntales. El miércoles, el enorme fabricante de chips SK Hynix rompió filas entre las empresas surcoreanas al admitir públicamente que, a pesar de las exenciones actuales vigentes, es posible que no siempre se salga con la suya en el juego de abarcar ambos bloques en que él y muchos otros grupos, particularmente en Corea del Sur y Japón, aún esperan participar. En una llamada con los inversionistas, el director de mercadeo de la empresa, Kevin Noh, dijo que estaba haciendo planes de contingencia para una “situación extrema” en la cual las restricciones impuestas por Washington amenazan el funcionamiento de la inmensa fábrica de chips de memoria de Hynix en China y la obligan a reubicarse en Corea.

Entonces, si de hecho se trata de una guerra fría y una retirada forzada del la premisa globalizadora de que “la economía triunfa sobre la geopolítica”, como argumenta el analista de Gavekal Louis-Vincent Gave en un artículo esta semana, la pregunta que naturalmente surge es cómo se podría valorar una reversión de eso. A pesar de algunos baches en el camino, el dividendo de la paz se ha estado pagando regularmente durante algunas décadas: si sus días están realmente contados, los reajustes podrían resultar muy dolorosos.

En sus primeros intentos por empezar a cuantificar ese dolor, al menos en el contexto comparativamente estrecho de los semiconductores, algunos inversionistas se basaron en un nuevo estudio de Goldman Sachs. Se calcula el costo total de propiedad de una nueva fábrica de semiconductores de alta gama en Estados Unidos frente a su equivalente en Taiwán, Corea del Sur o Singapur — que son el tipo de reubicación que la Ley de CHIPS pretende promover. Durante 10 años, el costo sería un 44 por ciento más alto en EEUU que en Taiwán, dice Goldman en una evaluación que abarca gastos de capital, mano de obra, gastos generales y comparaciones de gestión de la cadena de suministro.

A raíz de ese cálculo, Goldman argumenta que la Ley de CHIPS debe verse principalmente en el contexto de la estrategia geopolítica estadounidense: la economía inferior dificulta que las empresas asiáticas amplíen su huella manufacturera en EEUU, pero una guerra fría podría convertirlo en una necesidad. Las prohibiciones a las empresas que reciben financiamiento en virtud de la Ley de CHIPS que les impide expandir la capacidad de semiconductores de alta gama en China agregan una carga aún mayor al dilema de inversión de cada empresa.

Aun así, este análisis está muy lejos de cuantificar el riesgo. La premisa de una guerra fría y de una rápida progresión hacia la desglobalización no está resuelta, y tampoco, por ahora, la sensación de que el mundo corporativo tiene la obligación de tomar partido.

Incluso los comentarios de SK Hynix, a pesar de su valiente reconocimiento de lo que implica el peor de los casos, fueron los de una empresa que está buscando como encontrar una manera de abarcar Estados Unidos y China por ahora. Las empresas japonesas parecen aún más relajadas en cuanto a su capacidad futura para evitar tomar partido. Los asesores corporativos de los cuatro mayores despachos de abogados de Japón, junto con muchos de sus principales homólogos mundiales, afirman que pasaron el último mes intentando convencer a las partes relevantes de las empresas japonesas de que quizás tengan que tomar algunas decisiones muy difíciles. Las respuestas de las compañías japonesas, según los abogados, fueron mínimas.

El problema, explicó el socio director de un despacho de abogados en Tokio, es que incluso si susurras la frase “guerra fría”, las empresas no tienen más remedio que entenderlo como el fin de una globalización en la que están demasiado inmersas.

Leo Lewis

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