En mi visita a la prefectura de Fukushima, Japón tuve la oportunidad de conversar con dos profesores de inglés como segundo idioma (ESL, como se conoce en Estados Unidos), que estaban trabajando en una escuela en Futaba, un pueblo ubicado a menos de 10 kilómetros de la central nuclear Fukushima Daiichi, cuando el terremoto, tsunami y tragedia nuclear ocurrieron el 11 de marzo de 2011. La población de 7 mil habitantes fue afectada por el desastre y le ha tomado un largo camino renacer y llegar hasta lo que se puede observar actualmente gracias a los esfuerzos de revitalización y reconstrucción.
Un terremoto de esa categoría (Magnitud 6,6 Mw, intensidad VIII -Severo) hubiera sido suficiente para asustar a muchos extranjeros sin raíces en Japón y hacerlos empacar sus maletas y regresar a sus países, pero ni eso más el tsunami y el desastre nuclear cambiaron la determinación de los ingleses Anthony Ballard y Philip Jellyman, quienes continúan en el área costera de Fukushima trabajando para el pueblo de Futaba 12 años después de la tragedia. Actualmente enseñan desde un edificio construido en Iwaki City (más o menos a una hora de Futaba en auto) pero estos educadores comenzaron a trabajar en Futaba en 2008 (Ballard) y 2009 (Jellyman) en donde tenían su hogar y eran parte de la comunidad.
El amor por la cultura japonesa de ambos ingleses nativos de Hull había empezado mucho antes, cuando a inicios de los 2000 viajaron a Japón como participantes del programa JET (Japanese Exchange and Teaching Program) que coloca a ciudadanos de algunos países angloparlantes en escuelas del país nipón para que enseñen inglés a niños y jóvenes. Los seleccionados para participar en el programa solo pueden quedarse un número determinado de años (actualmente los ciudadanos americanos pueden renovar sus contratos hasta un máximo de 5 años), pero Ballard y Jellyman decidieron buscar trabajos como profesores de inglés luego de que su programa JET terminara y hoy ya han pasado más de 15 años de eso.
La actual escuela en donde enseñan Ballard y Jellyman está en Iwaki City, a más o menos 32 millas de distancia de Futaba y por lo tanto los educadores viven ahora en casas temporales más cerca de su lugar de trabajo. Es un edificio que luce nuevo, con muchas fotos de estudiantes sonrientes en sus uniformes tomadas por los maestros ingleses quienes tienen como hobby la fotografía. Las aulas estaban vacías porque mi visita fue en agosto, durante las vacaciones de verano de los niños, lo que le daba un ambiente calmado al lugar.
Los profesores junto al director de la escuela y a un representante de la Junta de Educación, nos invitaron un té verde japonés (matcha) y así comenzó nuestra conversación.
Desastre, evacuación, renacimiento y perseverancia
“Llegó el desastre y la evacuación inmediata, luego un periodo en el que íbamos a Futaba a tomar fotos y veíamos el pueblo como quedó inmediatamente después del terremoto y el tsunami, después el pueblo fue cerrado y por un tiempo no pasaba nada, pero recientemente está volviendo a renacer, han refaccionado la estación, está el nuevo museo, han construido el Industry Exchange Center y están construyendo fábricas y un parque memorial”, relató Jellyman al contarnos que desde ese terrible día en 2011 su vida y la de el pueblo han pasado por diferentes etapas. “Están construyendo nuevas viviendas y hay gente que ha empezado a regresar, hay un nuevo Town Hall… en el pasado por un tiempo nada estaba sucediendo pero ahora parece que las cosas están marchando hacia adelante”.
“Después de la respuesta inmediata al desastre y la evacuación hubo que vivir un tiempo en refugios para quienes evacuaron. Muchos de nuestros estudiantes [de la escuela de Futaba] estaban en la prefectura de Saitama viviendo en un centro para evacuados y asistiendo a la escuela [de esa localidad] hasta que en 2014 abrió este edificio y nosotros trabajamos en ambos lugares hasta que nos quedamos aquí en 2015”, contó Ballard quien junto a Jellyman pasaron por diferentes configuraciones y ubicaciones siempre siguiendo a sus estudiantes.
Para los educadores la pandemia del COVID-19 fue otro reto a superar pero dijeron que la emergencia sanitaria no interrumpió su labor como profesores ya que el primer año pudieron enseñar por Internet. “Lo que el COVID sí afectó fueron las actividades fuera de la escuela como los torneos deportivos y los paseos escolares… probablemente afectó a todos en cuanto al aspecto mental”, dijo Ballard refiriéndose a la falta de actividad social que sufrieron los menores que ya de por sí estaban viviendo fuera de su comunidad después de la tragedia de 2011.
Compromiso con sus alumnos y su comunidad
Cuando llegaron a Japón, cargados de sueños y emocionados por una nueva aventura, Ballard y Jellyman nunca imaginaron que se quedarían tanto tiempo y peor aún que iban a pasar por un incidente tan serio como el terremoto, tsunami y desastre nuclear de 2011. “No es que en el 2011 pensara ‘¡voy a quedarme aquí hasta 2023!’, sino que todo ha sucedido en etapas, avanzando hasta cumplir pequeñas metas”, relató Jellyman. “Primero estuvo el terremoto y la meta inicial fue quedarnos con los niños, asegurar que estén bien en los centros de evacuación. Después de unas semanas nos mudaron a Saitama en donde los niños fueron a diferentes escuelas de esa localidad, y los expertos en sicología recalcaron la importancia de que estos niños vean caras familiares como las de sus profesores”, dijo el inglés.
La siguiente meta delante de Jellyman y Ballard fue la construcción del nuevo edificio en donde se abriría la nueva escuela y en el futuro tienen como objetivo que la escuela vuelva abrir en Futaba. “Es como que el blanco se mantiene moviendo y nosotros lo seguimos”, aseveraron.
“Nunca pensé que tomaría tanto tiempo la recuperación, amaba vivir en Futaba y siempre pensé que volveríamos más pronto porque teníamos una excelente comunidad en esa población, era simplemente un buen lugar para vivir y desearía estar allá ahora mismo”, reflexionó Ballard.
Los profesores se comprometieron a seguir trabajando con sus estudiantes a donde quiera que ellos fueran por su pasión por su trabajo sumada al pedido de padres de familia que estaban preocupados porque sus hijos irían a escuelas nuevas con compañeros nuevos. “Me decían ‘¿podría por favor cuidar de nuestros hijos’, ya que los niños se habían mudado de un sistema escolar de un pueblo pequeño a una escuela mucho más grande en una ciudad nueva y con niños que no los conocían. Nosotros sentimos que teníamos que ser fieles a nuestra labor y velar por nuestros niños”, comentó Ballard quien recuerda que cuando recién le ofrecieron el puesto de profesor, un líder de la Junta de Educación le advirtió que “algunos días serán difíciles y en esos días debes dar lo mejor de ti”.
“Creo que mucha gente se ha olvidado de las personas que trabajaban en la planta nuclear Fukushima Daiichi, muchos de ellos eran los padres de nuestros alumnos y éramos muy cercanos a ellos. Por ejemplo Philip jugó en el equipo de rugby de TEPCO”, comentó Ballard.
Si para los estudiantes fue una experiencia nueva ir a la escuela en Saitama en la ciudad de Kazo, para los profesores también representó un reto. “Nuestros estudiantes fueron a la escuela Kisai [en Kazo, Saitama] pero como yo estaba asignado temporalmente a la Junta de Educación de Kazo City que tiene unas cinco escuelas primarias en esa área a mí me asignaban cada mañana una escuela diferente y en la tarde siempre iba a dar clases en Kisai con los niños de Futaba”, comentó Jellyman. Los profesores recordaron que al llegar a las escuelas en Kansai se ponían frente a aulas en las que tenían que hacer esfuerzo para ver a los estudiantes sentados en las últimas filas mientras que en su escuela en Futaba las clases tenían pocos estudiantes en un ambiente más íntimo.
Hoy muchos de los estudiantes que Ballard y Jellyman tenían cuando ocurrió la tragedia ya se han graduado de la universidad. Algunos incluso se han convertido en profesores y entre sus estudiantes de los años posteriores varios están en la escuela secundaria y otros están en la universidad.
Retos y oportunidades para el futuro
Cuando se les preguntó a los profesores sobre lo que ellos escuchan afuera de sus localidades y lo que observan en los medios, ellos enfatizaron que hay retos que la gente afuera de Japón no conoce y cosas positivas que están sucediendo que tampoco se reportan.
“Entre los retos que se viven están las secuelas de la separación de las familias por causa de la tragedia de 2011. A pesar de que se esté revitalizando el área mucha gente se ha mudado y tienen trabajos en otros lados, han puesto a sus hijos en otras escuelas… muchos de ellos no regresarán a las áreas que fueron evacuadas porque no tendrían un trabajo o vivienda. Muchos de los evacuados en Kazo [Saitama] quisieran volver pero piensan que no es práctico hacerlo a estas alturas”, dijo Ballard. “Pero hay cosas positivas como el hecho de que ahora se está viendo progreso en la revitalización del área. Se están construyendo nuevos edificios y algunas viviendas, tenemos una nueva estación y hay negocios que se están mudando al área. Este pueblo puede ser viable otra vez”, destacó el profesor.
“Otra cosa que hace que la gente dude al momento de regresar es el miedo a la radiación y el miedo a que ocurra otro accidente en la planta nuclear durante el proceso de desmantelamiento (decommissioning). A pesar de que el área cerca de la estación y el área costera es totalmente segura, existen áreas al oeste de Futaba que aún están cerradas debido a la alta radiación”, agregó Ballard.
Un nombre que perjudicó la reputación de un estado
Fukushima es una prefectura (el equivalente a un estado en Japón) que mide 13 mil 784 kilómetros cuadrados (5 mil 322 millas cuadradas) y que tiene como capital a Fukushima City. El área más afectada por el tsunami y la tragedia nuclear que desató el terremoto es un área relativamente pequeña ubicada en la costa de la prefectura.
“Es lamentable que mucha gente asocie el terremoto y el desastre nuclear con la palabra Fukushima y no se den cuenta que Fukushima no es un punto específico sino una prefectura grande… eso ha traído muchas connotaciones negativas para la región”, dijo Jellyman. “Invito a que la gente no desestime o margine Fukushima solamente porque la planta nuclear se llamaba Fukushima Daiichi”.
“A mucha gente que vive en Fukushima a cientos de kilómetros de distancia de la zona afectada por el desastre nuclear, como es el caso de Aizuwakamatsu en medio de las montañas, le frustra ver cómo la industria de turismo y otras industrias han sido devastadas por la percepción sobre la prefectura. Lo mismo sienten aquellos que viven en Fukushima City y Koriyama City, por ejemplo”.
Para entender esto mejor, se podría hacer una comparación con el estado de Connecticut en EE.UU. que tiene una extensión similar a la prefectura de Fukushima y poner como caso hipotético (bajo una situación similar, sin considerar otras variables y solo para ilustrar un ejemplo) que un desastre similar afectara a New Haven en la costa. Ciudades como Hartford a 40 millas de distancia no presentarían grandes riesgos a los visitantes, especialmente un tiempo después del incidente. Bajo este caso hipotético la gente estaría equivocada al pensar que, años después de un incidente de ese tipo, “no se debe” visitar Connecticut.
Un área que se revitaliza
“Es bueno ver que ahora se regenera Futaba. Pienso que si en los próximos años más compañías abren van a necesitar trabajadores y esos trabajadores van a necesitar casas. Ellos van a formar familias y sus hijos necesitarán ir a la escuela. Hubo un tiempo en el que no parecía que el pueblo renacería pero ahora se ven luces de esperanza, quizás en cinco o diez años podremos volver a un pueblo totalmente funcional”, dijo Jellyman. “Hay mucho positivismo en estos momentos mientras que cinco o seis años atrás no se sentía así”.
Sin embargo, la industria del turismo no se ha recuperado en la prefectura de Fukushima que es un área rica en maravillas naturales y con mucha historia, un destino que definitivamente invita y necesita ser descubierto por los turistas internacionales.
El área en donde ocurrió el desastre nuclear no era precisamente un área turística. Al moverse entre los pueblos costeros uno puede notar que antes de la tragedia eran en su mayoría pueblos industriales mientras que hacia el oeste de la prefectura es donde se encuentran la mayoría de áreas turísticas. “En Futaba y sus alrededores la mayoría de lugares para turismo atraían a turistas locales, había un lugar para hacer camping y un jardín de rosas bastante famoso que fue completamente destruido por el tsunami. El hombre que era dueño de este jardín estaba devastado porque esas flores eran el resultado de 40 años de trabajo”, relataron los profesores.
“Pero hay otras áreas que sí son populares con los turistas como Aizuwakamatsu, famosa por los guerreros Samurai y las áreas alrededor del monte Bandai que son populares por sus resorts de ski y toda esa industria ha sido afectada. La tragedia también hizo que se suspendieran vuelos internacionales desde Corea [y China] al Aeropuerto Internacional de Fukushima que ahora solo tiene rutas domésticas”, relató Ballard.
Con miras al futuro
Los profesores esperan que en los próximos cinco años se construya una nueva escuela en Futaba y que ellos puedan regresar a vivir en el pueblo trabajando en esta nueva escuela. “El nuevo Parque Memorial será inaugurado y eso sumado al museo atraerá turistas. Me gustaría vivir en Futaba pero ahora mismo aún hace falta más desarrollo porque tienes que conducir 20 o 30 minutos para comprar un galón de leche, por eso deben abrir más tiendas para las necesidades básicas”, explicó Jellyman. “Espero que se construya más infraestructura. Se necesita más gente nueva, inyectar sangre fresca al pueblo y espero que eso se vea en los próximos 5 años”.
Por su parte Ballard explicó que se han llevado a cabo muchas grandes obras de ingeniería civil, instalando nuevas paredes de prevención de tsunamis, construyendo nuevas carreteras, inaugurando el museo y la nueva estación, sin embargo él quisiera ver que se haga más para hacer el área más atractiva para quienes quieren vivir en ella.
“No hay una solución fácil y yo no estoy criticando el trabajo que se hace, solo que es algo muy complicado”, expresó Ballard. “El problema es qué hacer primero ¿Construyes escuelas y tiendas pero no hay nadie viviendo aquí? O ¿Construyes muchas viviendas y la gente viene a vivir pero no hay tiendas y no hay escuelas?”, agregó Jellyman.
Hasta la próxima
Mi entrevista con los maestros concluyó con un paseo por el pasillo del plantel. Ellos y el personal de la escuela me acompañaron hasta la salida en donde Anthony Ballard me enseñó su libro de fotos que recopila la lucha de la gente de las poblaciones costeras afectadas en Fukushima. Algunas fotos de los momentos más tristes contrastaban con las de los estudiantes en las paredes, sonrientes, alegres. Sin duda esa energía positiva es lo que mantiene en su misión a estos dos ingleses que no han abandonado sus salones de clases pese a las adversidades.