Quien haya visto la reciente película Argentina 1985 no puede menos que revolverse en el asiento por los extremos de barbarie cometidos en ese país por el régimen militar entre 1976 y 1983. Pero tampoco puede evitar reubicarse en la realidad de lo que ocurre hoy en algunos países latinoamericanos donde crímenes similares se siguen cometiendo. La película narra el desenvolvimiento del juicio contra los jefes militares por la miríada de desapariciones forzadas, torturas y muertes perpetradas por la dictadura, y tiene su punto más álgido cuando el fiscal Julio Strassera, acompañado de Luis Moreno Ocampo como fiscal adjunto (posteriormente el fiscal fundador de la Corte Penal Internacional, CPI) hace su alegato final, el cual culmina con la frase que se había hecho famosa en Argentina y que hasta el día de hoy es el símbolo de la lucha contra la impunidad: ¡Nunca más!
Lo cierto es que la nominación de Argentina 1985 para el Oscar como mejor película extranjera coincidió con la reunión de Presidentes de la CELAC (Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe) convocada en Buenos Aires y que refleja el eco de la llamada “ola rosada”, representada por la elección de una mayoría de presidentes de izquierda en la región, mayormente en América Latina, y en menor grado en el Caribe. Esta reunión, que celebró la reincorporación de Brasil luego de que Bolsonaro retirara al país de la organización, prometía ser el momento clave de la reincorporación de Nicolás Maduro a la vida pública en la región tras haber sido execrado durante cuatro años por buena parte de países sudamericanos, EE.UU., Canadá y la mayoría de los países europeos. Pero no quiso el destino—y la voluntad de un grupo de valientes defensores de derechos humanos de Argentina—que así fuera. Maduro, quien tenía sus maletas hechas y se relamía con sólo pensar en que iba a salir de la clandestinidad forzosa, se quedó con los crespos hechos y canceló su viaje so pretexto de que se había detectado un atentado contra su vida.
¿Nunca Más?
Ojalá la historia de la región hubiera seguido la ruta de la frase de Strassera, Nunca Más. Pero no ha sido así. La película es sólo una pequeña muestra del largo camino recorrido por la justicia argentina y los defensores de derechos humanos en lograr llevar a la cárcel a los peores perpetradores que recuerde ese país. Luego de la condena a los generales responsables de los crímenes que narra la película de marras, hubo que comenzar de nuevo cuando en 1989 y 1990 el gobierno de Menem acordó una serie de indultos que liberaron a la mayoría de los condenados. Sólo fue a partir de 2003, al ser anuladas las leyes que garantizaban la amnistía y con esta la impunidad, cuando se reinició una larga hilera de juicios que llevaron a la cárcel a 1.117 personas condenadas en 294 sentencias por crímenes de lesa humanidad . Y sólo entonces pudo afirmarse que Argentina había cruzado el Rubicón y logrado las mayores condenas por crímenes de lesa humanidad de militares en ejercicio (o retirados) en su propio país que recuerde la historia. América Latina y la humanidad entera le han quedado agradecidos a Argentina por ese inmenso logro.
El eco de los logros de la justicia argentina ha sido relativo en América Latina. Chile, que también vivió los horrores de la era Pinochet, tuvo que esperar la demanda por crímenes de lesa humanidad de un juez español en 1998 ante los tribunales del Reino Unido para que la justicia local se viera forzada a juzgar al dictador. Al final, el impacto en la justicia chilena no fue demasiado sustantivo pero la demanda en Inglaterra transformó la justicia internacional al hacer posible la condena de crímenes cometidos en otros territorios. Hubo que esperar, sin embargo, a 2013 para que Efraín Ríos Montt, otro antiguo dictador, esta vez en Guatemala, fuera condenado por genocidio por las masacres llevadas a cabo contra la comunidad indígena Ixil en El Quiché so pretexto de la lucha anti-guerrillera. Desafortunadamente, el juicio que lo condenó fue declarado no procedente por errores de forma, pero—de nuevo—haberlo condenado representó una gran victoria para la justicia guatemalteca, que venía de un proceso de modernización de la fiscalía con apoyo de Naciones Unidas.
Todo lo cual nos retrotrae a la película ya mencionada y al caso de Maduro.
¿Por qué se negó Maduro a viajar a Buenos Aires?
Maduro es el genuino heredero de la Junta Militar argentina, de Pinochet y de Ríos Montt. Un primer intento de la OEA por hurgar en la comisión de delitos de lesa humanidad en Venezuela, cuyos resultados fueron apoyados por 6 países y remitidos a la Corte Penal Internacional no se ha detenido. Tanto la Alta Comisionada de Derechos Humanos, Michele Bachelet, como la Misión internacional independiente de determinación de los hechos de la ONU y finalmente la propia CPI o han documentado graves violaciones de derechos humanos las dos primeras o establecido que hay elementos para hacer una investigación sobre crímenes de lesa humanidad, la última.
Esas investigaciones, especialmente las de Naciones Unidas, han apuntado a las más altas autoridades venezolanas—incluido Maduro—como responsables de los crímenes. De allí que, al saberse de la intención de Maduro de viajar a Buenos Aires para la reunión de la CELAC, defensores de derechos humanos argentinos, la antigua representante del Gobierno Interino de Juan Guaidó y otros venezolanos víctimas de la represión que viven en ese país realizaron una campaña cuyo objetivo era la detención de Nicolás Maduro una vez que tocara suelo argentino. Naturalmente, no había plena seguridad de que eso fuera a ocurrir, pero es tal la gravedad de las acusaciones y el hecho de que las investigaciones sigan su curso, que Maduro se asustó y “arrugó” como dice una expresión coloquial venezolana.
Una vez más la justicia poética se encarga de desenmascarar a quienes obran o sigilosamente o al descampado para violar los derechos consagrados en la Declaración de Derechos Humanos de Naciones Unidas. El hecho de que el nuevo Alto Comisionado del Consejo de DDHH de Naciones Unidas haya visitado hace algunas semanas Venezuela y que el nuevo fiscal de la CPI haya decidido adelantar las investigaciones sobre crímenes de lesa humanidad en Venezuela no hacen sino ratificar que la comunidad internacional sigue con sus ojos puestos en Nicolás Maduro y otros perpetradores de crímenes en Venezuela. Amanecerá y veremos.
[1] Cfr. Ailín Bullentini, “Juicios de lesa humanidad en 2022: Fueron 22 fallos y 58 represores condenados”. Página 12. 31 de diciembre de 2022. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/512237-juicios-de-lesa-humanidad-en-2022-fueron-22-fallos-y-58-repr