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Un referéndum sobre la democracia

El futuro de la democracia estadounidense se juega en las urnas. El próximo 08 de noviembre los estadounidenses votan para renovar su congreso y elegir gobernadores en 36 de los 50 estados del país. Por su naturaleza, todas las elecciones se consideran históricas, pero esta es la primera votación federal desde la toma violenta del capitolio el 06 de enero de 2021. Un hecho que nos ha obligado a reflexionar sobre el grado de descomposición social en Estados Unidos y la vulnerabilidad de un sistema electoral que está por enfrentar la mayor prueba de estrés en su historia.

Para muestra un botón: un análisis del diario The Washington Post revela que la mayoría de los candidatos republicanos a la Cámara de Representantes, el Senado y cargos estatales clave (291 en total) niegan o cuestionan el resultado de las elecciones presidenciales de 2020 en las que Joe Biden obtuvo la presidencia.

Sobra decir que la victoria de Biden fue avalada y certificada por funcionarios locales y representantes federales de ambos partidos luego de un escrutinio transparente y preciso de cada voto en cada estado del país. De acuerdo con el testimonio de miembros cercanos del equipo del expresidente Donald Trump, documentado durante las audiencias del 06 de Enero, el propio Trump reconoce que perdió la elección. No obstante, él y un amplio sector de sus seguidores, y de miembros del partido republicano, se niegan a reconocer el resultado sembrando desconfianza en el sistema que utilizan para tratar de recuperar el poder.

Los candidatos que se niegan a aceptar la victoria de Joe Biden compiten en todas las regiones del país y en casi todos los estados. Algunos se postulan en áreas fuertemente demócratas y es probable que una mayoría de los negacionistas ganen sus respectivas contiendas. 

Diagnóstico de la democracia

En ese contexto, la elección de medio término es en realidad un referéndum sobre el estado de la democracia estadounidense y su futuro. Eduardo Gamarra, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Internacional de Florida en Miami, cree que la pérdida de confianza en los valores democráticos y en la institucionalidad representan la amenaza más grave que ha tenido el sistema de gobierno estadounidense en su era moderna.

“Llevamos décadas midiendo la confianza que tienes los estadounidenses en sus instituciones y nunca hemos visto niveles de desconfianza en estas instituciones tan elevados como los que vemos hoy. Para darte una mejor idea de lo que estamos hablando, actualmente los mexicanos confían más en sus representantes en el poder legislativo que los estadounidenses.”

Gamarra tiene razón en estar preocupado. En los últimos años la democracia parece estar tambaleándose alrededor del mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En 2021 el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral —con sede en Estocolmo— incluyó por primera vez al país en su lista de naciones con democracias en repliegue. 

El estudio analizó las tendencias de 2020 a 2021 y encontró que más de una cuarta parte de la población mundial ahora vive en países en los que detectan un retroceso democrático, que define como naciones en las que se experimenta una disminución gradual en la calidad de su democracia.

“El mundo se está volviendo más autoritario a medida que los regímenes no democráticos se vuelven aún más descarados en su represión y algunos gobiernos hasta hoy democráticos adoptan sus tácticas restringiendo la libertad de expresión y debilitando el estado de derecho. El número de países que transitan en la dirección del autoritarismo es tres veces mayor al número de naciones plenamente democráticas”, dice el reporte.

El informe también encontró que los retrocesos democráticos más preocupantes ocurrieron en algunos de los países más grandes del mundo, incluidos Brasil, India y Estados Unidos. En el caso de EE. UU. el informe se centró en hechos ocurridos durante la administración del presidente Donald Trump. Entre ellos, destaca el cuestionamiento sin fundamento de Trump sobre la legitimidad de los resultados de las elecciones de 2020 como un “punto de inflexión histórico” que “socava la confianza fundamental en el proceso electoral”, y que culminó con la insurrección del 6 de enero en el Capitolio de los Estados Unidos. 

Otro Informe, el reporte anual de Freedom House coincide con este análisis y agrega que las libertades civiles, los derechos de las minorías y el pluralismo han ido en declive en los últimos años erosionando la confianza en las instituciones de gobierno, en las autoridades electorales, y como observamos el 06 de enero, promoviendo la violencia.

De esta larga lista de síntomas, quizás el más preocupante es el alarmante nivel de polarización que divide a la sociedad estadounidense. Cada vez más las personas se comunican, asocian, viven e interactúan solo con quienes tienen puntos de vista similares. La polarización provoca que los ciudadanos con opiniones opuestas atribuyan intenciones hostiles a los demás lo que ha sido un precursor de la violencia como lo vimos en el tiroteo de El Paso, Texas. Para Gamarra, la división en nuestro tejido cívico intensificada por un panorama mediático cada vez más partidista ha cancelado la capacidad de díalogo y la capacidad de corrección de la democracia estadounidense.

“Eso es lo más lamentable porque hasta hoy, este país ha tenido una capacidad extraordinaria de corrección y eso ha evitado crisis políticas como las que vemos en otras regiones del mundo.”

Por eso el resultado de esta elección tendrá implicaciones duraderas más allá de la elección de los candidatos que compiten en 2022. Si los que niegan el resultado de las elecciones 2020 toman control del congreso y de los gobiernos estatales, esto tendrían una enorme influencia sobre el proceso electoral del 2024. El futuro de la democracia estadounidense se juega en las urnas.

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