En noviembre del año pasado, durante las últimas elecciones locales, los votantes de Manassas, en Virginia, eligieron a Sonia Vásquez Luna, como la primera mujer latina concejal del condado en los 150 años de historia de la ciudad.
De acuerdo con los datos oficiales, Luna obtuvo el 17,29% de los votos para el cargo que ahora ocupa. Un mes antes de los últimos comicios, la Alcaldía de Manassas Park reconoció el aporte de la comunidad latina en el condado.
“Nunca imaginé llegar hasta aquí, por eso, creo que tenemos que estar preparados para lo que queremos. A veces pensamos que el estudio solo se trata de las matemáticas y no. Tenemos que aprender todos los días. Nunca estamos muy viejos para seguir aprendiendo, ni muy jóvenes. Siempre hay que aprender, para seguir avanzando”, dijo en una entrevista con este periódico.
Los latinos, según el Censo de 2020, representan el 45% de los residentes en esta metrópoli. Por eso, para Vásquez Luna el triunfo en las urnas representa un logro de una de las minorías que está avanzando en desarrollo y participación política.
Luna, quien reside en Manassas desde hace más de 12 años, labró una carrera de apoyo a la comunidad y a los trabajadores latinos en el Labor Council for Latin American Advancement (NOVA) y en la Unión Internacional de Trabajadores de América del Norte (LiUNA, por sus siglas en inglés).
Sonia Vásquez Luna, la primera mujer latina en llegar al Concejo de Manassas, llegó a Estados Unidos a los 19 años. Hasta antes de dejar su país, no había pensado en emigrar y de joven no veía a este país como una opción para vivir.
Su carrera es una historia llena de sueños cumplidos, metas y trabajo realizado con dedicación y empeño.
Su padre había logrado la ciudadanía y fue él quien hizo el trámite para que ella y su hermana pudieran viajar hasta Virginia. Al momento de emigrar, nunca imaginó que llegaría a ser una representante de la comunidad hispana donde echó raíces desde que llegó al territorio estadounidense.
“Cuando mi papá se vino a Estados Unidos yo todavía era una bebé. Él regresó cuando yo tenía seis años. No quería venirme a Estados Unidos, estaba en la universidad cuando salieron los papeles del proceso que mi papá había empezado, mi hermana estaba loca por venirse, pero yo no sentía lo mismo”, cuenta.
Pocos días antes de que Sonia se presentara al consulado estadounidense en San Salvador, ocurrió el atentado del 9-11 a las Torres Gemelas en New York City. Pensó que debido a este ataque su proceso se estancaría y tendría que quedarse más tiempo en su país.
Desde la televisión vio lo que ocurría y pensaba, preocupada, en su padre, que vivía muy cerca del Pentágono.
“Creo que fue como que Dios quería que yo me viniera, porque ese mismo año me dieron los papeles y llegué a Virginia, que siempre ha sido mi casa desde entonces”, recuerda.
Sonia Vásquez Luna Viviendo el sueño americano
Sonia llegó a casa de su padre y fue acogida por una nueva familia. Recién llegada, las opciones que le decían que tenía para trabajar no eran muchas y estaban enfocadas en el área de limpieza, construcción y hoteles y tuvo que acoplarse, como lo hacen muchos inmigrantes.
A pesar de tener 19 años, su aspecto era el de una adolescente que apenas pasaba los 13 años. Debido a eso, los allegados a la familia creían que la joven no iba a dar el ancho si trabaja en la industria de hoteles.
“Todos decían, como todos opinan cuando recién llega al país (recuerda amenamente) mi papá y la familia de su nueva esposa, pensaron que en los hoteles no iba a aguantar. En ese entonces yo pesaba como 90 libras y por eso, mi papá me ayudó a conseguir un trabajo de noche en limpieza”, narra.
Empezó a ganando $5 por hora y su primer aumento fue de $0.25 dos años después de su primer día de trabajo. Aunque suena poco, para Sonia este fue un logro y representó un avance. “Yo me volví loca de contenta”, dice mientras ríe.
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Como no hablaba inglés y quería aprender, empezó a ir a clases después del trabajo con un grupo de hispanos en el basement de una casa en Virginia. A medida que iba aprendiendo, cambió de trabajo y consiguió un empleo en un restaurante.
Un día, su hermana conoció a una persona que pertenecía a la Unión de Trabajadores en el autobús y gracias a esta conexión, ambas pudieron aplicar a un trabajo con ese organismo, que las colocó en el servicio de limpieza en el Pentágono, con mejores ingresos y prestaciones.
Mientras aprendía el slang del inglés, la cultura y a comunicarse mejor, gracias a las clases que estaba tomando, logró obtener una posición como staff en el local de la Unión.
Al poco tiempo, se convirtió en la primera latina inmigrante, cabeza del grupo representando a 3 mil 500 empleados del área del DMV.
Para Sonia, la red de contactos y amigos que empezó a hacer en la iglesia a la que asistía, vieron en ella su importante vocación hacia la comunidad. Esa red que se convirtió en su apoyo, junto a su familia y su hermana, fueron determinantes.
Incursión en la política
Sin saberlo, al llegar a la Unión de Trabajadores, Sonia empezaba a labrar su camino en la política.
“Yo no veía mi trabajo como trabajo, porque siempre se ha tratado de ayudar a la gente. Desde el principio lo vi así, ayudaba, traducía, hablaba con la comunidad y como queremos que los políticos que trabajan en leyes de beneficio para la gente ganen puestos, empecé asistiendo y ayudando a algunos políticos a tocar puertas, en eventos que eran parte del trabajo en la Unión”, recuerda.
Como todas las mujeres latinas, tuvo que superar barreras y prejuicios y aunque había terminado su carrera universitaria en su país natal, tuvo que esforzarse el doble para demostrar sus capacidades.
“Las mujeres latinas sí trabajamos el doble para enseñar nuestras cualidades, para que nos escuchen y para tener el respeto de otros. A pesar de que están listas, que saben qué decir, tienen que esperar la oportunidad y porque el sistema no está hecho para que los inmigrantes puedan transferir sus habilidades. Yo he luchado para hacer la diferencia y he luchado para que mi voz se escuche”, apunta.
Sin embargo y a pesar de esos obstáculos, Sonia no dejó de perseguir sus sueños y siempre tuvo en mente su deseo de ser la voz de la comunidad que la vio crecer.
“Mi sueño era tener voz, ser una voz para la comunidad, que somos mayoría y que necesitamos una voz. El grupo de apoyo que tengamos es importante, no es solo que Sonia pudo hacerlo, es que seguimos juntos y por eso, les hablé a los inmigrantes durante mi campaña y les dijo que de dónde sea que seamos, yo quiero que Manassas sea nuestro hogar, nuestra ciudad, nuestra casa”, compartió.