Si solo tienes unos segundos, lee estas líneas:
- Volar en avión está contraindicado si se padecen algunas patologías cardíacas graves, enfermedades infecciosas activas o dificultades respiratorias.
- Algunas patologías empeoran con la altitud y los cambios de presión y humedad relativa durante el vuelo. Si tenemos dudas, es importante consultar con un médico si podemos viajar.
- Cada aerolínea suele fijar sus normas, en las que establece si permite o no subir a un avión a un pasajero que padece alguno de estos problemas.
Los viajes en avión someten a los pasajeros a diversos factores que pueden afectar su salud. De hecho, están contraindicados para algunas personas con problemas médicos preexistentes. Por eso y en estos casos, antes de volar, es aconsejable leer las restricciones de cada aerolínea y consultar la posibilidad de viajar con un profesional sanitario.
“Cada problema de salud es diferente y requiere una valoración particular”, cuenta la enfermera Silvia Fernández a Maldita.es, medio cofundador de Factchequeado. La recomendación de no subir a un avión depende “de la patología o problema concreto, del momento de la enfermedad y de la situación clínica de la persona”.
En un vuelo en avión, la mayoría de los viajeros saludables no tienen por qué notar efecto alguno por los cambios de presión y humedad, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Sin embargo, estas modificaciones pueden empeorar las condiciones médicas subyacentes de “los viajeros con enfermedades cardiopulmonares (especialmente aquellos que normalmente requieren oxígeno suplementario), enfermedad cerebrovascular, anemia o enfermedad de células falciformes (un grupo de trastornos hereditarios de los glóbulos rojos)”. A ello se suma que el aire de la cabina de los aviones suele ser seco, por lo que “puede provocar sequedad en las membranas mucosas de los ojos y las vías respiratorias”.
Entre las afecciones contraindicadas para volar, Fernández menciona las enfermedades cardíacas graves, los infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares recientes, o las anginas inestables (en este último caso, el corazón no recibe suficiente flujo de sangre y oxígeno y puede llevar a un ataque cardíaco).
También puede ser desaconsejable que suban a un avión las personas con neumotórax (condición en la que el aire escapa del pulmón), una disfunción pulmonar grave o dificultades respiratorias. Así lo indica Fernández, que añade a esta lista las enfermedades infecciosas activas, la obstrucción intestinal (que ocurre cuando la comida o las heces no pueden salir del intestino) o las cirugías torácicas o abdominales realizadas en los últimos 10 días.
En el caso de las mujeres con embarazos sin complicaciones, Fernández señala que se recomienda que eviten viajar en avión a partir de la semana 36 de gestación. El Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) señala que, en general, los viajes aéreos ocasionales son seguros para las embarazadas.
No obstante, no recomienda tomar un avión a aquellas mujeres que tengan afecciones que puedan empeorar con el vuelo o requerir atención de forma urgente. Según el organismo, las emergencias obstétricas más comunes ocurren en el primer y tercer trimestre del embarazo. Ante las dudas, mejor consultar al médico.
Cómo afectan los cambios de altitud y presión a nuestra salud
Muchas de las patologías mencionadas empeoran o están relacionadas con la altitud y los cambios de presión y humedad relativa durante el vuelo, según cuenta Carmelo Garrido, piloto e instructor de aviación tripulada y no tripulada y coordinador de la consultoría especializada Tickettofly.
Por ejemplo, “si tienes una simple caries, el cambio de presión en cabina durante los ascensos y los descensos bruscos o al presurizar y despresurizar puede hacer que te duela”: “Por eso mismo, verás pocos pilotos o tripulación de cabina con dentadura descuidada. No es solo una cuestión de estética”, sostiene.
Las personas con infecciones de oído, nariz o senos deben plantearse el evitar volar porque su incapacidad para igualar las diferencias de presión también puede causarles dolor y lesiones, según los CDC.
“Lo del piloto guapo mascando chicle no es un cliché de las películas: mascar chicle es una forma de estar continuamente tragando y esa simple acción compensa las presiones del oído interno cuando cambias de altura en un avión (principalmente al despegar o aterrizar, ya que durante el resto del vuelo la presión en cabina suele ser constante)”, cuenta Garrido.
Cada aerolínea suele fijar sus propias normas
Pero entonces, ¿está prohibido subir a un avión si padeces alguno de estos problemas o solamente se trata de una recomendación? “Normalmente las aerolíneas contraindican ciertas patologías, pero permiten el viaje”, cuenta Fernández. En algunos casos excepcionales, pueden solicitar al pasajero una valoración y una autorización médica para poder volar.
Cada aerolínea suele fijar sus propias normas. El caso más claro, según la experta, es el embarazo. “Cada compañía tiene su política particular y establece un límite de semanas de gestación para volar”, afirma. Eso sí, por norma general “ninguna permite viajar en el último mes de gestación”.
Otro ejemplo es que el paciente, debido a una fractura, lleve un yeso o escayola. Según Fernández, algunas aerolíneas permiten viajar en avión con ella 24 horas después de su colocación. Pero esto depende de la duración del vuelo, ya que en trayectos largos algunas “exigen un período de espera de 48 horas”.
Garrido subraya que embarcar en un avión siendo consciente de que tienes un problema médico agudo o en potencia “es una cuestión, no ya de ‘que no se entere la tripulación’, sino de sentido común y responsabilidad social”. “Lo mejor que puede hacer uno es consultar con su médico de cabecera para recibir consejo de quien mejor conoce su historial clínico y posibles contraindicaciones ante un vuelo”, concluye.