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La quiebra de FTX demuestra que ya no existe el remordimiento

La mera “vergüenza” de Sam Bankman-Fried ante el colapso de FTX es un síntoma de que no somos capaces de encontrar valores morales compartidos.

Sam Bankman-Fried ha querido dejar algo en claro con la campaña mediática que emprendió la semana pasada. No se trata tanto de reconocer que ha hecho algo poco ético, o ilegal (o, al menos, no “a sabiendas”); es más bien que quiere que sepamos que se encuentra en un estado emocional especialmente incómodo: la vergüenza.

“Un error del que me siento bastante avergonzado [es que] subestimé sustancialmente la magnitud de una caída del mercado”, dijo el exdirector ejecutivo de la bolsa de criptomonedas FTX al periodista Andrew Ross Sorkin en una entrevista retransmitida en directo desde las Bahamas. “Tenía un conocimiento vergonzosamente escaso de lo que estaba ocurriendo”, declaró al podcast de criptomonedas The Block. “Me equivoqué en los saldos que tenía Alameda en FTX por un número bastante grande, vergonzosamente grande”, dijo a la bloguera Tiffany Fong.

Ahora bien, si uno fuera poco generoso, podría señalar que sorprende bastante que alguien que se siente tan avergonzado tome la decisión de emprender una gira mediática tan extensa, sobre todo teniendo en cuenta que sus abogados se lo han desaconsejado. Pero una caída en desgracia tan devastadora podría herir el ego. Después de todo, se trata de un hombre que tan solo en agosto posaba alegremente en las portadas de las revistas mientras se lo llamaba “el próximo Warren Buffett”.

Sin embargo, no estoy segura de si sentir vergüenza es moralmente suficiente teniendo en cuenta que estamos hablando de que han desaparecido $8.000 millones, que un millón de acreedores han perdido su dinero y que un criptoimperio de $32.000 millones está siendo investigado por fiscales por presunto fraude a gran escala (algo que Bankman-Fried niega).

Una emoción de la que no he escuchado hablar a Bankman-Fried es el remordimiento. Hay una diferencia significativa entre ambos estados: el sentimiento de vergüenza se basa en la preocupación de haber revelado accidentalmente algún aspecto poco atractivo o negativo de nosotros mismos al mundo exterior. Sentir remordimiento, en cambio, implica el desagradable reconocimiento de que hemos hecho algo moralmente incorrecto o censurable.

Los sentimientos de vergüenza de Bankman-Fried son preocupaciones por la imagen más que por la fechoría y, por tanto, son moralmente neutros. Si hablara de sentirse apenado, indicaría que está asumiendo algún tipo de responsabilidad moral por lo que ha hecho. En su lugar, sus manifestaciones de vergüenza son simplemente una especie de exhibicionismo emocional, sin ninguna de las pesadas cargas morales que conlleva asumir responsabilidades.

“El remordimiento está relacionado con la sensación de que lo que uno hace, o hizo, o lo que uno es (…) amenaza los valores que uno profesa”, me dijo Fabrice Teroni, catedrático de Filosofía de la Universidad de Ginebra y coautor de In Defense of Shame. “La vergüenza surge como una emoción más superficial, y, definitivamente, no es una emoción moral”.

Bankman-Fried no solo parece carecer de remordimiento, sino que parece casi despreciar a quienes sienten emociones morales complejas. En algunos mensajes de Twitter filtrados entre él y la periodista de Vox Kelsey Piper, critica a antiguos colegas: “Gary está asustado, Nishad está avergonzado y se siente culpable”. También le dice a Piper que quienes supervisan el procedimiento de quiebra de FTX están “intentando quemarlo todo por vergüenza”. Por suerte para su propia conciencia, “el mundo nunca es tan blanco o tan negro”.

El remordimiento ha obtenido una mala reputación en los últimos años. La filósofa Martha Nussbaum, por ejemplo, ha afirmado que se trata de una emoción “primitiva” que tiene que ver con el “deseo de escondernos de nuestra humanidad” y que “impide el progreso moral de la sociedad”. Y, de hecho, el tipo de remordimiento que sentimos por cosas que escapan a nuestro control no parece ni saludable ni útil.

Pero Teroni sostiene que incluso cuando sentimos remordimiento por cosas de las que no somos responsables, eso no significa que la emoción en sí sea negativa; más bien, podría ayudarnos a centrarnos en el tipo de valores que deberíamos adoptar.

La falta absoluta de remordimiento parece haber sido lo que condujo a la espectacular quiebra de FTX. Si Bankman-Fried hubiera pensado que estaba en juego algo más que su propia imagen, ¿se habría comportado con tanta imprudencia?

Aunque el descaro en el mundo de las criptomonedas sea especialmente desvergonzado, el problema es más profundo. Con el retroceso de la religión, es más difícil acordar un conjunto de valores compartidos, y elaborar la forma correcta de tratar las transgresiones, tanto en los demás como en nosotros mismos. Pero debemos hacerlo. La vergüenza es una consecuencia emocional demasiado endeble.

Jemima Kelly

Derechos de Autor – The Financial Times Limited 2021.

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