El ferry proveniente de la localidad de Rockaway, en Queens, llegó a las 10 de la mañana al pequeño puerto del Pier 11, en la zona sur de Manhattan.
Entre los viajeros suburbanos, una mujer de pelo rubio decolorado y lycras rosas se bajó de la embarcación, que funciona como parte del sistema de transporte público de la ciudad.
Del primaveral outfit destacaba un backpack transparente que dejaba ver todo en su interior. La noche anterior, el Alcalde de Nueva York, Eric Adams y el Comisionado de la policía de la ciudad, Keechant Sewell, habían advertido que algunas calles estarían cerradas, y que probablemente habrían controles de seguridad.
“Si encontramos la necesidad de instituir puntos de control, lo haremos”, apuntó Sewell cuando le preguntaron sobre unas recién aprobadas reglas que prohíben las armas de fuego en partes de la ciudad.
Pero la zona sur de Manhattan, conocida como Financial District o “FiDi”, sede de las principales instituciones financieras de Nueva York, parecía el mismo set de película dominguera.
La rubia avanzó Manhattan arriba por las calles y aceras, entre personas trotando, grupos de turistas, hombres y mujeres de traje y árboles en flor, a la sombra de los centenarios edificios. Su outfit y bolso transparente parecían tener más que ver con el clima que con un posible chequeo a sus pertenencias.
Varias cuadras más arriba, entre Lower Manhattan y Chinatown, el panorama cambiaba ligeramente; vans de noticias de grandes medios y camionetas con el logo del Departamento de Policía de Nueva York ocupaban las aceras.
Grupos de policías, entre cuatro y seis, caminaban en la misma dirección. Otros iban dispuestos como figuras de ajedrez entre la Corte Suprema del Condado de Nueva York y la Corte Criminal de la ciudad, separada por apenas unas calles.
En aquel edificio, por primera vez en la historia, a un expresidente de Estados Unidos y actual candidato presidencial se le estarían imputando cargos criminales.
La comparecencia de Trump (u otro evento primaveral neoyorkino)
El lugar de reunión lo propuso la congresista republicana de Georgia y acérrima partidaria de Trump, Marjorie Taylor-Greene, en horas de la mañana del martes. El objetivo era una protesta contra la “persecución política” del expresidente.
A las 11 de la mañana, a los pies de la Corte Criminal de la Ciudad, al Collect Pond Park le atravesaba una barda de manera diagonal en su cuadrada superficie.
En la esquina norte, protestantes a favor de la imputación contra Trump intercambiaban gritos con los de la esquina sur, alineados con el expresidente. La proporción entre ambos bandos parecía equilibrada, aunque pequeña, ajustada a la modesta dimensión del parque.
Alrededor del cuadrado; policías, periodistas, vans. En el lado de cara al edificio de justicia, numerosas carpas de medios de comunicación, entre las bancas y árboles, turistas, algunos trabajadores, fotógrafos amateurs, influencers, performers.
“He esperado este día por siete años”, decía Carlos Calzadilla-Palacio, mientras comía su almuerzo sentado en una de las banquetas del parque.
Calzadilla-Palacio, un activista pro-migración y vice-presidente del Brooklyn Young Democrats, organización política liderada por jóvenes, tomó su receso de almuerzo para presenciar la protesta. “Es un día histórico”, decía, sonriendo.
Hacia la zona de las bardas, grupos de manifestantes se agruparon durante varias horas, intercambiando gritos y dando pie a discusiones. “Las injusticias en cualquier lugar son amenazas a la justicia en todas partes”, reseñaba una pancarta del lado de los afines al expresidente.
“Esta es una cacería de brujas. Desde el 2016 han querido sacarlo (a Trump) de la carrera presidencial”, dijo Ana, originaria de El Salvador, quien también apuntó a los miles de inmigrantes que han abandonado países de América del Sur, como Venezuela, huyendo de gobiernos con tendencia de izquierda y han encontrado un hogar en Estados Unidos. “La gente está harta del left que se quiere meter aquí en los Estados Unidos”.
Jaime González, originario de Puebla, en México, reposaba en uno de los bancos del lado contra el expresidente. A sus pies, en un cartel hecho con cartón, con el que al menos cuatro fotógrafos le pidieron retratarle, se leía “Lock him up” (enciérrenlo).
“Es como que demasiada propaganda para Donald Trump, ahora que se quiere reelegir como presidente”, lamentaba González, señalando hacia la cantidad de medios de comunicación que estuvieron presentes durante las largas horas e incluso antes de la comparecencia del martes.
“Al final de cuentas, si lo ven por el lado criminal, él es un criminal”, enfatizó González y relató que él había sido de los primeros en protestar contra Trump incluso antes de que fuera presidente.
“El nos llamó violadores, traficantes de droga, criminales… mi pregunta es ¿Qué se siente ser llamado criminal?”, cuestionó el mexicano.
En camino a la corte desde la Trump Tower, el expresidente escribía, en aparente perplejidad desde su red social, Truth Sociall: “De camino a Lower Manhattan, el juzgado. Parece todo surreal. Wow, me van a arrestar. No puedo creer que esto esté pasado en Estados Unidos”.
Cargos, audiencias y lo que sigue para una ciudad
Donald Trump ingresó al edificio de la Corte Criminal en Manhattan aproximadamente a las
2 pm. Un contingente de policías, más bardas, periodistas, adeptos y adversarios le esperaron bajo un sol recalcitrante durante al menos una hora.
Pero el expresidente salió por la puerta posterior del edificio, con 34 cargos de delitos graves encima.
En las calles aledañas, periodistas sentados en el suelo, con computadoras y pequeñas memorias de cámara se desplegaban por las esquinas. Los grupos de policías iban con bebidas de Starbucks, en el parque Collect Pond ya solo quedaban unas pocas personas en torno a la barda divisoria.
A unas cuadras, un hombre delgado, de fino cabello gris, cargaba su teléfono celular en uno de los centros dispuestos para ese servicio, mientras miraba en dirección al parque.
“Tengo semanas viendo a los medios de comunicación desde mi edificio”, relató el hombre, cuya ventana daba en dirección al parque.
De cara a la comparecencia de Trump, que inició como una advertencia de arresto hecha por él mismo, los medios de comunicación sopesaban sobre la cantidad de manifestantes que se harían eco de su llamado a protesta.
El señor de cabellos grises se mostró reflexivo. Mirando hacia los pequeños negocios y restaurantes dispuestos a lo largo de la calle y el impacto que el tema ha tenido en la ciudad, expresó: “estos han estado llenos de gente todos estos días”. El caso del expresidente apenas empieza.
Horas más tarde, en el extremo sur de la costa este, Trump cerraba la noche en un acto de defensa propia: “Nunca pensé que algo así podría suceder en Estados Unidos”, expresó, desde Mar-a-lago. “El único crimen que he cometido es defender sin miedo a nuestra nación de aquellos que buscan destruirla”.