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La polarización de Estados Unidos es una creación de las élites

La mayoría de la gente simplemente no tiene tiempo para entretenerse con grandilocuencias morales.

Desde hace mucho tiempo pienso que a medida que se asciende en la escala educativa las guerras culturales de Estados Unidos se vuelven más tóxicas. La mayoría de la gente simplemente no tiene tiempo para entregarse a la grandilocuencia moral que tan a menudo domina las redes sociales. Esto se ve principalmente en el caso de las feroces divisiones que existen sobre cómo se percibe la historia de Estados Unidos, un tema sobre el que ya he escrito antes. Así pues, leo con cierto alivio (de hecho, con cierto placer) este excelente nuevo informe de More in Common, un grupo de investigación no partidista que causó sensación por primera vez en 2018 con sus hallazgos sobre las “tribus ocultas” de Estados Unidos, de las cuales, la más grande era la “mayoría exhausta” del país.

Quienes hayan tenido la oportunidad de leer el informe recordarán que solo el 8 por ciento de los estadounidenses se definen como “activistas progresistas”, mientras que el 6 por ciento se autodenominan “conservadores devotos”. Sin duda, esas dos etiquetas ocultan multitud de pecados. Tampoco quiero insinuar falsas equivalencias. Entre estos últimos, por ejemplo, se encuentran los nacionalistas blancos, que en mi opinión merecen una cucharada de su propia medicina y un diluvio interminable de huevos podridos y tomates. Pero esa es una opinión personal. La cuestión es que estas dos alas definen el debate público de Estados Unidos, que está manipulando al 86 por ciento restante del país.

Los fanáticos alteran la sociedad con mucha más frecuencia que los tipos más indecisos, ya que estos últimos tienden a ver más perspectivas de una sola cuestión, o ni siquiera se molestan en abordarla. Así que no me tranquilizan falsamente estos resultados. También debo subrayar que algunos fanáticos son buenas personas que cambian la historia para mejor: La científica Marie Curie, galardonada con el Premio Nobel, no era moderada. Pero es precipitado ignorar el hecho de que los obsesionados con la política están siendo un problema para Estados Unidos. El libro de More in Common, “Defusing the History Wars“, ofrece abundantes fundamentos para enfrentarlos. En pocas palabras, los conservadores devotos ven a los padres fundadores de Estados Unidos como individuos intachables que redactaron una constitución inmejorable. Son los fans de 1776. Los fans de 1619, en cambio, ven a Estados Unidos como un proyecto construido a base de esclavitud y definido permanentemente por su legado racial. Hay poca cabida para sutilezas entre estos polos. La realidad es que la mayoría de los estadounidenses rechazan ambas posturas. Simplemente no son conscientes de que son mayoría. Los autores lo denominan “brecha de percepción”: la diferencia entre lo que imaginamos que cree un grupo contrario y lo que realmente cree.

He aquí algunos ejemplos interesantes. El 87 por ciento de los demócratas cree que a George Washington y a Abraham Lincoln se los debe admirar por su papel en la historia de Estados Unidos. Solo el 42 por ciento de los republicanos cree que los demócratas piensan así (una diferencia de percepción del 45 por ciento). El 92 por ciento de los demócratas piensa que la Declaración de la Independencia y la Constitución de Estados Unidos fomentaron la libertad y la igualdad, una cifra que los republicanos estiman en 45 por ciento (47 por ciento de diferencia). Del mismo modo, el 93 por ciento de los republicanos cree que Martin Luther King y Rosa Parks deben ser considerados en las escuelas como ejemplos de estadounidenses que lucharon por la igualdad, pero solo el 35 por ciento de los demócratas cree que esa es la opinión Republicana (una diferencia de 58 puntos porcentuales). El 83 por ciento de los republicanos piensa que se debería enseñar a los estudiantes estadounidenses sobre la esclavitud, Jim Crow y la segregación, pero únicamente el 32 por ciento de los demócratas creen que esa es la opinión republicana. Y así sucesivamente.

El informe coincide con mi experiencia anecdótica de los estadounidenses más allá de los fétidos confines del cinturón de Washington. En un grado u otro, la mayoría de los estadounidenses piensa que su país tiene profundos defectos, pero con una historia a menudo inspiradora que debería enseñarse en su totalidad — incluyendo tanto lo bueno como lo malo. Muestran mucha más sabiduría que los fanáticos que los manipulan.

¿Por qué Estados Unidos no entiende esto de sí mismo? La respuesta corta es señalar el papel de los “instigadores de conflictos”, cuya misión es maximizar la controversia y demonizar a los que se oponen. Yo los llamo los cazadores de herejes. Definen los contornos de un debate nacional que refracta mal lo que la mayoría de la gente piensa. Luego convencen a la mayoría de las personas para que piense lo peor del otro bando. Uno de mis pilares intelectuales, el académico Benedict Anderson, escribió sobre las “comunidades imaginadas” que forman las naciones. En este sentido, Estados Unidos está plagado de enemigos imaginarios, la mayoría de los cuales (aunque no todos, por supuesto) son mucho más inocuos de lo que pensamos.

Este no es el lugar para ahondar en los detalles de los algoritmos de las redes sociales y cómo priorizan el odio como modelo de negocio. Sabemos cómo ganan dinero Meta, YouTube y Twitter. En última instancia, estamos en su menú, no en su mesa. Dedico bastante tiempo a denunciar la mediocre forma de pensar y la mala fe de los responsables. Quiero dedicar esta nota a los impresionantes investigadores de More in Common, que ilustran un Estados Unidos mucho menos nihilista que lo que normalmente nos relata la prensa. Rana, no te extrañe mi posición: No estoy ni remotamente indignado. ¿Qué está pasando? ¿Compartes mi experiencia anecdótica?

Rana Foroohar responde

Bueno, todo lo que puedo responder es que no me sorprende en lo más mínimo. Refleja en gran medida mi experiencia personal al crecer en un Estados Unidos normal, que es la mayor parte del país fuera de las concentraciones más extremas de riqueza y poder.

Como ya hemos comentado en notas anteriores, tengo la sensación de que gran parte de las percepciones del extremismo de ambos bandos en Estados Unidos son promovidas por una conversación en los medios de comunicación que rara vez se aventura a salir de su propia y pequeña burbuja (como la mayoría de los periodistas). En 2019, escribí una nota que analizaba la brecha de percepción política entre demócratas y republicanos, que se basaba en una gran encuesta de YouGov. El estudio concluyó que tanto los medios de comunicación tradicionales como las redes sociales avivaban el fuego de la brecha de percepción, y que las mayores percepciones equivocadas se daban entre los republicanos pobres y los demócratas altamente educados (lo que refleja algunos de los puntos de tu propia columna).

Quienes tenían una valoración más realista de los demás eran los que se involucraban menos con cuestiones mediáticas y más con asuntos del mercado medio, como los noticieros nocturnos de las cadenas que están muy orientados hacia el centro político púrpura. Tal vez, como periodistas, deberíamos examinar más de cerca nuestro propio papel en la creación de conflictos.

Edward Luce, Rana Foroohar

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