¿Se nace activista o se hace?, Gustavo Torres se hizo aquí. El “pelaito”, nacido en Yarumal, un pueblito cercano a Medellín, Colombia, en los últimos 25 años ha sido la voz que más destaca del activismo hispano, que reclama justicia y derechos para los inmigrantes en el área metropolitana de DC y más allá.
Torres es el director ejecutivo de CASA (hasta hace ocho años más conocida como CASA Maryland). Si se trata de exigir una reforma migratoria, vivienda digna y económica, licencias de conducir o de reivindicar el derecho a la salud para los indocumentados, él siempre está en primera fila.
Cuando llegaron las vacunas contra el coronavirus y los horarios no se ajustaban al de los trabajadores y obreros esenciales, CASA dijo: “nosotros los vacunaremos a la hora que ellos quieran y donde quieran”. Instalaron sus puestos de vacunación en las plazas, en los mercados, condominios donde más viven los latinos en Maryland, Virginia, Pensilvania y Georgia.
CASA se fundó hace 38 años, desde entonces su agenda de prioridades incluye antiguas y nuevas batallas. Su plan estratégico con miras a la próxima década tiene diferentes escenarios, uno de ellos el político. “Contamos con nuestra organización hermana CASA en Acción, que hace nuestro trabajo electoral, consistente en identificar a los políticos antiinmigrantes”, cuenta Torres.
“Nuestra misión es que quienes atacan a la comunidad hispana no cuenten con el voto latino para llegar a la Casa Blanca, a las gobernaciones, las alcaldías, o concejalías”. El plan para las siguientes elecciones ya está en marcha.
Gustavo Torres llegó a Washington DC hace 30 años. Vino de un mundo con una historia convulsa, donde no era fácil entender tanta violencia y aceptar un presente malogrado y futuro sin horizonte.
“Mis padres dejaron Yarumal y con sus 15 hijos fueron en busca de una mejor vida a Medellín. Desde Colombia, donde estudié derecho, vine con mis ideas progresistas y el gusanito de luchar por la justicia”.
Aquí se encontró con los jornaleros en las calles y empezó a organizarlos. Convirtió a un vagón en oficina. Hasta que la junta directiva de Casa Maryland le pidió postularse para director. El resto es historia.
En su transitar se ha topado, como él asegura, “con gente buena y organizaciones solidarias, como las iglesias, que quieren a nuestra comunidad, pero también me he enfrentado al otro lado de la moneda: las injusticias permanentes en contra de nosotros”.
Hace mención de los abusos a jornaleros y otros trabajadores y trabajadoras. “Hace 30 años, las arbitrariedades eran inaceptables y siguen siéndolo hoy. Venían de ser explotados en sus países y aquí los casos eran terribles, estaban impagos un mes y hasta seis meses, trabajando para las embajadas y para los empleados de las instituciones internacionales. Creí que aquí tenían más derechos y no era cierto. Eso me motivó a levantar la voz”.
Presencia en 46 estados y Puerto Rico
En este proceso, Torres ha visto los cambios en la comunidad. “Tenemos más voz y una visión más clara de cómo cambiar un sistema injusto. Hemos logrado victorias como las licencias de conducir para los indocumentados, la Ley de los sueños (DACA), el TPS para dos millones de centroamericanos, pero como suele decirse ‘todo cambia para que todo siga igual’, la discriminación, el maltrato, las injusticias siguen, incluso, a veces se recrudecen cuando tenemos políticos antiinmigrantes como el anterior presidente (Donald Trump)”.
CASA también ha cambiado. Ha crecido en membresías, hoy tiene unos 150 mil miembros, y no solo incide en Maryland. Ahora es como un árbol, con ramales que se extienden en 46 estados y en Puerto Rico.
Lo que ha cambiado, además, es la visión: que no se vea a la comunidad solo como una víctima, sino como una que se levanta para reclamar por sus derechos. “Que no sea la filosofía paternalista la que se imponga, sino que la gente se organice y luche. En esa tarea El Tiempo Latino ha hecho mucho por ayudarnos conseguir que se nos escuche”, dice.
Cooperativas de latinos y para latinos
La agenda de prioridades está abultada dentro del plan estratégico de 10 años. Las intenciones y los esfuerzos persiguen un fin económico para beneficio de la comunidad hispana. La propuesta es volverse proactivos: si la riqueza no viene a la comunidad ésta va tras ella, a través de la creación de cooperativas de cuatro, cinco o más socios.
El diseño del plan ya está en marcha, capacitando a mujeres y hombres latinos en cómo formar cooperativas de negocios. Cada cooperativa no tendrá un solo dueño, todos los miembros serán propietarios y entre ellos se repartirán las ganancias.
En las cooperativas que apoya CASA no se necesitará tener documentos para ser socios. “Nosotros los representaremos técnicamente con la contabilidad, los impuestos y la registración para que ellos hagan su trabajo”, explicó Torres.
Las cooperativas para mujeres serán indispensables, porque son las que resuelven los problemas financieros en sus hogares. El plan estratégico incluye otros componentes como el aprendizaje del inglés.
Una respuesta al cambio climático
En el organigrama de CASA hay 60 comités diferentes y estos fueron los que escogieron las dos prioridades para los próximos años: luchar para que los pobres e inmigrantes no se queden fuera de las políticas del cambio climático y seguir presionando por una reforma migratoria integral y empática. “Esta última es la victoria más esquiva que tenemos pendiente”, dijo Torres.
“Muchos de nuestros miembros han salido de sus países porque el cambio climático destruyó sus tierras. Si no buscamos soluciones no volverán. Ellos, con su experiencia y sus testimonios, me están educando en este sentido.
Eso determinó para que CASA emprenda su programa de informar y educar sobre cómo reemplazar la energía que se consume. Se ha encontrado un filón económico en la capacitación para actividades de construcción y en la instalación de paneles solares. En seis meses se espera tener en marcha la primera cooperativa de energía renovable.
“Estamos en la formación de las cooperativas. Nosotros nos aseguramos de entrenarlos y que ellos instalen los paneles solares en los barrios donde vive nuestra gente. Queremos que nuestras cooperativas hagan ese trabajo, que se involucren el reciclaje y que se formen sociedades hispanas con fines financieros relacionadas con las energías verdes. Ese es el mandato que recibimos de nuestros miembros”. Para eso están adelantando acuerdos y compromisos con los gobiernos y organizaciones de apoyo local.
El componente ambiental no estaba en la agenda de CASA hace unos cinco años, pero según Torres, encuestas internas encontraron que el 75% de miembros está preocupado por el cambio climático. “Nuestra gente es muy de fe y la iglesia a través del Papa (Francisco) viene impulsando la cruzada de justicia climática y ese mensaje ha penetrado en la comunidad”.