Fue un error lamentable. Pero, en ese momento, Kim Sylvester pensó que estaba haciendo lo correcto.
Su madre, Harriet Burkel, de 80 años, se había caído en su casa en Raleigh, Carolina del Norte. Se fracturó la pelvis y fue a un centro de rehabilitación para recuperarse. Ocurrió pocos días después de la muerte del esposo de Burkel, de 82, quien había ingresado a un centro de atención de la memoria tres años antes.
Con una angustia creciente, Sylvester veía como su madre, quien padecía de enfisema y enfermedad arterial periférica, se volvía cada vez más frágil y aislada. “Yo le decía: ‘¿Puedo ayudarte?’ Y mi madre me respondía: ‘No, puedo hacer sola. No necesito nada. Puedo manejarlo'”, me contó Sylvester.
Finalmente, halló la oportunidad de obtener más información. Entró sin ser vista en la casa de su madre y revisó toda la documentación que pudo encontrar. “Era un desastre, completamente desorganizado, facturas por todas partes”, dijo. “Era claro que las cosas estaban fuera de control”.
Sylvester actuó de inmediato, cancelando los pedidos de suplementos anti envejecimiento de su madre, anulando dos pólizas de seguro de garantía para automóviles (Burkel ya no conducía), terminando un contrato de un año para inyecciones de rodilla con un quiropráctico, y desechando solicitudes de donación de docenas de organizaciones.
Cuando su madre se enteró, se puso furiosa.
“Estaba tratando de salvarla, pero me convertí en alguien en quien no podía confiar, en el enemigo. Realmente metí la pata”, dijo Sylvester.
Lidiar con un padre mayor que se resiste obstinadamente a aceptar ayuda no es fácil. Pero la solución no es que los padres sientan que se está pasando por encima de ellos, tomando el control de sus asuntos. En cambio, lo que se necesita es respeto, empatía y aprecio por la autonomía de la persona mayor.
“Es difícil cuando ves que una persona mayor toma decisiones y elecciones equivocadas. Pero si esa persona tiene sus facultades cognitivas intactas, no puedes obligarla a hacer lo que crees que debería hacer”, dijo Anne Sansevero, presidenta de la junta directiva de la Aging Life Care Association, una organización nacional de administradores de atención que trabajan con adultos mayores y sus familias. “Tienen derecho a tomar decisiones por sí mismos”.
Eso no significa que los hijos adultos preocupados por un padre mayor deban apartarse o aceptar todo lo que propone el padre. Más bien, se requiere un conjunto de habilidades especial.
Cheryl Woodson, autora y médica jubilada de la zona de Chicago, aprendió esto de primera mano cuando su madre, a quien describió como una mujer “muy poderosa”, desarrolló un deterioro cognitivo leve. Empezó a perderse mientras conducía, y compraba cosas que no necesitaba para luego regalarlas.
Retar a su madre no iba a funcionar. “No puedes presionar a personas como mi madre o tratar de controlarlas”, me dijo Woodson. “No les dices ‘Estás equivocada’, porque ellas te cambiaron los pañales y siempre serán tu mamá”.
En cambio, Woodson aprendió a apelar al orgullo de su madre como matriarca de la familia. “Cuando se enojaba, le preguntaba: ‘Madre, ¿en qué año se casó la tía Terri?’ o ‘Mamá, no recuerdo cómo hacer macarrones. ¿Cuánto queso se usa?’ Y ella olvidaba por qué estaba alterada y seguíamos adelante”.
Woodson, autora de “To Survive Caregiving: A Daugther’s Experience, a Doctor’s Advice”, también aprendió a aplicar un estándar de “¿realmente importa para la seguridad o la salud?” al comportamiento de su madre.
Esto la ayudó a dejar de lado sus expectativas a veces irracionales. Un ejemplo que mencionó fue: “Mi madre solía poner salsa picante en los panqueques. A mi hermano lo volvía loco, pero ella estaba comiendo, y eso era bueno”.
“No quieres echarles en cara su incapacidad”, dijo Woodson, cuya madre falleció en 2003
Barry Jacobs, psicólogo clínico y terapeuta familiar, expresó ideas similares al describir a un psiquiatra de unos 70 años al que no le gustaba ceder ante la autoridad. Después de que su esposa falleciera, el hombre mayor dejó de afeitarse y cambiar de ropa regularmente. A pesar de tener diabetes, no quería ver a un médico y, en cambio, se recetaba medicamentos a sí mismo. Incluso después de varios accidentes cerebrovasculares que comprometieron su visión, insistía en seguir conduciendo.
La opinión de Jacobs es: “No debes enfrentarte directamente a alguien así, porque perderás. Casi te están desafiando para que les digas qué hacer y así demostrarte que no seguirán tu consejo”.
¿Cuál es la alternativa? “Yo emplearía la empatía y apelaría al orgullo de esta persona como base para enfrentar la adversidad o el cambio”, dijo Jacobs. “Podría decir algo así como: ‘Sé que no quieres dejar de conducir y que te causará mucho dolor. Pero has enfrentado cambios difíciles y dolorosos antes, y encontrarás la manera de superarlo'”.
“Estás apelando a su ‘ego’ en lugar de tratarlos como si no tuvieran derecho a tomar sus propias decisiones”, explicó. En el caso del psiquiatra mayor, el conflicto con sus cuatro hijos era constante, pero finalmente dejó de conducir.
Otra buena estrategia es presentarte por sorpresa, pero haciéndolo de una manera que mantenga la dignidad de tu padre. En lugar de preguntarle directamente si puedes visitarlo, puedes ir a su casa y decir algo como: “Los niños realmente querían verte. Espero que no te importe”, “hicimos demasiada comida. Espero que no te importe que la traiga”; o “quería pasar por aquí. Espero que puedas darme algún consejo sobre este tema que me preocupa”.
Si crees que el deterioro cognitivo podría ser un factor en el comportamiento de tu padre, en lugar de tratar de persuadirlo para que acepte más ayuda en casa, intenta que tenga una evaluación médica, como sugiere Leslie Kernisan, autora de “When Your Aging Parent Needs Help: A Geriatrician’s Step-by-Step Guide to Memory Loss, Resistance, Safety Worries, and More”.
“La disminución de la función cerebral puede afectar la percepción, el juicio y la capacidad de comprender los riesgos de ciertas acciones o situaciones en un adulto mayor, lo que puede hacer que se pongan sospechosos y a la defensiva”, señala Kernisan.
Sin embargo, esto no significa que debas renunciar a hablar con un padre mayor que tenga un deterioro cognitivo leve o demencia en etapa inicial. “Si enmarcas tus sugerencias como una forma de ayudar a tu padre a alcanzar una meta que él considera importante, es más probable que las acepte”, afirma Kernisan.
Un punto de inflexión para Sylvester y su madre ocurrió cuando la mujer mayor, que desarrolló demencia, ingresó a una residencia a fines de 2021. Al principio, no se dio cuenta de que el traslado era permanente y estaba furiosa, por lo que Sylvester esperó dos meses antes de visitarla. Cuando finalmente entró en la habitación de Burkel llevando un regalo de San Valentín, su madre la abrazó y dijo: “Me alegra verte”, antes de alejarse y decir: “Pero estoy muy enojada con mi otra hija”.
Sylvester, que no tiene una hermana, respondió: “Lo sé, mamá. Ella tenía buenas intenciones, pero no manejó las cosas correctamente”. Aprendió el valor de un “pequeño engaño terapéutico”, como lo llama Kernisan, quien dirigió un grupo de cuidadores familiares al que Sylvester asistió entre 2019 y 2021.
Después de esa visita, Sylvester vio a su madre con frecuencia y todo se mantuvo bien entre las dos mujeres hasta la muerte de Burkel. “Si algo perturbaba a mi madre, simplemente decía: ‘Interesante’ o ‘Eso es algo para pensar’. Debes darte tiempo para recordar que esta no es la persona que solías conocer y simplemente es alguien que ha cambiado tanto”.
Esta historia fue producida por KFF Health News, una redacción nacional que produce periodismo en profundidad sobre temas de salud y es uno de los principales programas operativos de KFF, la fuente independiente de investigación de políticas de salud, encuestas y periodismo.