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Soy una estudiante indocumentada. No importa lo duro que trabaje, hay una realidad de la que no puedo escapar

Soy estudiante de primer año en la Universidad de Texas en San Antonio, con especialización en derecho y política. Al igual que mis compañeros, paso mi tiempo estudiando para materias prerrequisitos como matemáticas y filosofía junto a la famosa fuente Sombrilla Plaza de UTSA en estos agradables días de verano. Pero existe una gran diferencia entre la mayoría de los estudiantes de UTSA y yo: no podré trabajar legalmente después de graduarme.

Llegué a los EEUU desde México en el 2008. Si hubiera llegado solo un año antes, calificaría para el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), que otorga autorización legal temporal a los inmigrantes que llegaron al país cuando eran niños. Dado que no puedo calificar, estoy muy limitada– no puedo sacar un número de seguro social, una licencia de conducir en el estado de Texas ni permiso de trabajo. En otras palabras, no tengo estatus legal.

Hoy en día, un número cada vez mayor de estudiantes indocumentados tienen el mismo problema. En 2021, un juez federal aquí en Texas falló en contra del programa DACA y detuvo todas las solicitudes nuevas.

Eso significa que más de 120 mil inmigrantes indocumentados en todo el país se gradúan de la escuela secundaria cada año sin ningún tipo de autorización o protección legal. Esto incluye 17 mil egresadas de las escuelas secundarias de Texas. Muchos de ellos asistirán a universidades públicas gracias a una ley estatal de 2001 firmada por el ex gobernador republicano Rick Perry que extiende la elegibilidad de matrícula estatal a estudiantes indocumentados si cumplen con ciertos requisitos. (Desafortunadamente, esta política exitosa también sigue siendo atacada en el Capitolio estatal y en las cortes).

Hoy, más de 58 mil jóvenes indocumentados de Texas cursan la educación superior. Pero una vez que nos graduemos, la mayoría de nosotros ingresaremos al mercado laboral con un título universitario y formas limitadas de usarlo.

Nací en Cuernavaca Morelos, México, donde mi papá trabajaba como mecánico y mi mamá trabajaba en el comercio minorista. Se habían labrado una vida decente, pero el crimen impregnaba su vida cotidiana. Cuando tenía 4 años, decidieron dejar el hogar que amaban por nuestra seguridad.

Nos instalamos en Austin, donde mis padres consiguieron nuevos trabajos. A los 12 años, me conectaron con Breakthrough Central Texas, una organización local que apoya a los estudiantes para llegar a la educación avanzada y ser los primeros en sus familias en obtener un título universitario. Luego me aceptaron en la Academia de Ciencias y Artes Liberales, una escuela secundaria especializada de primera categoría. Realmente no entendí lo que significaba ser indocumentado para mi futuro hasta mi último año.

Sin un número de seguro social, no podía aplicar para la mayoría de las becas y préstamos. Sin un permiso de trabajo, los trabajos de medio tiempo para ayudarme a pagar la escuela no eran una opción. Y luego, ¿qué haría después de graduarme sin poder trabajar legalmente? Estaba devastada al darme cuenta cuánto todo esto limitaba mi futuro.

Esta es una realidad desafortunada para muchos jóvenes indocumentados y perjudica la economía estadounidense. Texas necesita reforzar la fuerza laboral, especialmente en los sectores del cuidado de la salud y la educación. El estado sufre una creciente escasez de mano de obra calificada con casi un millón de vacantes a partir de noviembre de 2022.

Estaríamos felices de “hacer la fila” para obtener ciudadanía o documentación si tal fila existiera. No existe. Incluso si uno de nosotros fundara una empresa de un millón de dólares y creará empleos para cientos de estadounidenses, aún no tendríamos un camino directo hacia la ciudadanía.

A pesar de saber todo esto, decidí asistir a la universidad de todos modos. Mi mamá a menudo me decía que “el conocimiento es algo que no te pueden quitar”. Muchos maestros también me alentaron a continuar mi educación, con la esperanza de que las leyes cambiaran o se me abrieran oportunidades que aún no podía ver.

Hoy, soy miembro defensora de Breakthrough Central Texas, donde tengo la oportunidad de hablar abiertamente sobre mis preocupaciones, a veces directamente con los legisladores durante la sesión legislativa de nuestro estado.

Recientemente, presenté un testimonio personal contra proyectos de ley de inmigración peligrosos e inhumanos que promueven el vigilantismo, desperdician el dinero de los contribuyentes estatales y aumentan las sanciones penales para los asilados y refugiados. Hablo a favor de los derechos de los inmigrantes y en contra de las separaciones familiares– mis tres hermanos nacieron en los Estados Unidos, por lo que mi familia se dividiría si mis padres o yo fuéramos deportados.

Solo el Congreso puede crear un camino hacia la ciudadanía para mí y otros jóvenes indocumentados. Esto crearía un mundo de posibilidades para todos, oportunidades que en última instancia beneficiarían a todos los tejanos y a la economía estatal.

No estoy segura de cómo me las arreglaré para construir una carrera dadas las políticas migratorias actuales. Mi sueño es trabajar en derecho. En teoría, podría estudiar leyes y aprobar el examen de admisión para ejercer, pero aún así no lo podría trabajar legalmente. Sigo avanzando a pesar de que no puedo ver un futuro claro para mí. Sin embargo, seguiré trabajando para encontrar la manera de iluminar este camino.

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