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Son jóvenes y mujeres, rompiendo barreras

Brenda Pérez-Amador: dreamer y ambientalista

Como todos los inmigrantes, Brenda Pérez-Amador vino en busca de una vida mejor. Junto con su hermano y hermana cambiaron Puebla por DC. Llegaron aquí porque su abuelo y su madre ya habían hecho camino al andar en Columbia Heights.

Tenía 10 años y el esfuerzo fue doble: aprender el idioma y “echarle ganas porque asta era la oportunidad y no podía desgastarla”. En la escuela intermedia su inglés todavía dejaba mucho que desear, con esa realidad a cuestas sacó el as que tenía bajo la manga: las matemáticas. “Era lo que mejor podía entender. Me hice buena con los números”.

Con los decimales, las ecuaciones y la hipotenusa de Pitágoras al dedillo, la familia y los amigos sentenciaron: tú vas para ingeniera. “Supe que eso quería sin tener idea de qué mismo era”. A la par se puso a hacer voluntariado en City Blossom, una organización que instala de huertos comunitarios en los barrios pobres de la ciudad. Allí encontró su nueva pasión, la ecología.

Sus inquietudes de cómo resolver el cambio climático no empatizaban con las matemáticas, pero una profesora le seguró: “eres buena en esto, ya encontrarás la manera de aplicarlo al medio ambiente”.

La Universidad del Distrito de Columbia le dio una beca, pese a no tener documentos. Obtuvo un título en ingeniería civil. “Soy una dreamer, el activismo por los derechos de los inmigrantes va pegado a mí”.

Junto con Andy Fernández, Pérez-Amador hizo el cortometraje Risers, un compendio de jóvenes inmigrantes que reclaman pertenecer al mundo donde ahora viven. Fue de la primera ola de soñadores que comenzaron a hacer ruido en DC.

AGUA. Brenda Pérez-Amador tiene una maestría en manejo de aguas y trabaja en la oficina de agricultura del Departamento de Energía y Ambiente de DC. | Foto: Brenda Pérez-Amador

Una ingeniera civil observando las construcciones de edificios grandes y preguntándose y “¿esto qué de bueno tiene para el medio ambiente?”. Además, estaban expropiando las casas donde vive la gente latina y encareciendo la renta. “No quiero hacer esto”, se dijo.

En la organización Many Languages one Voice, que defiende los derechos de los inmigrantes, surgió la oportunidad de reemplazar temporalmente a la directora. Era la era Trump y ella tenía 22 años.

Después volvió a la universidad por su maestría en el manejo de recursos del agua. Al fin ingeniería civil y medio ambiente se dieron la mano. Trabaja en la oficina de agricultura urbana del Departamento de Energía y Ambiente del Distrito. El objetivo es apoyar a los agricultores citadinos creando espacios para que, algún día, por doquier se vean lechugas o espinacas en la primavera; y, tomates, berenjenas y pimientos en el verano.

El ejemplo comienza en casa, tiene un pequeño huerto que además de darle frutos le roba sonrisas y le regala calma. Audubon Naturally Society, de dio el reconocimiento de campeona ambientalista en 2020.

BUHITO. Anabel Holguín a los 10 años empezó a maquinar en su cabeza una historia sobre un búho, en la foto con su libro “La gran aventura de Buhito”. Foto: Cortesía Anabel Holguín

A Anabel Holguín la enamoran los libros

Anabel Holguín aún no ha cruzado la meta de los 18 años y su cabeza es como una luna llena de ideas, fruto de su insaciable pasión por la lectura y escritura. De niña no era de muñecas barbies ni de televisión y videojuegos; era de inventar historietas para espantar el aburrimiento de sus primas.

Acababa de cumplir 10 años y trajo al mundo el personaje Buhito, un mochuelo miedoso que vivía en el bosque. Le asustaba salir de casa e ir en busca de amigos por el mundo. Cuando al fin decidió volar se fue por muchos países y conoció diferentes tipos de pájaros.

Esta historia se convirtió en un proyecto literario de la escuela y lo imprimió por su cuenta. Aún no está publicado oficialmente y queda por ajustarlo a la edad demográfica. Qué bueno sería un día encontrar en los estantes de las bibliotecas escolares, el nombre de Anabel Holguín en la sección de literatura infantil. De momento su nombre está en Amazon bajo el título Emerging voices: poetry and prose by Maryland Teens, volumen 7.

Lo seguro es que, si las musas y sobre todo el tesón y su pasión no la abandonan, su escritura fluirá paralela en inglés y español. Ya lo hizo con Buhito, se negó a escoger un idioma, los eligió a los dos. “Quiero llegar a los niños que son bilingües como yo. Al grupo como los de mis abuelas, ellas no hablan inglés y leer con sus nietos podría ser una excelente manera de conectar”.

Se aventura a creer que lo de escribir le viene del tiempo que le dedicaron sus padres, Oswaldo Holguín y Carla Vale, quienes “como sabían que me gustaba mucho leer siempre me llevaban a la biblioteca”.

BACHILLER. Anabel Holguín está en su último año de bachillerato y en la universidad quiere estudiar para ser maestra | Foto: Anabel Holguín

Tiene difícil escoger su libro favorito, aunque hay uno que le trae buenos recuerdos. Tenía ocho años y su padre siempre viajaba a Boston por trabajo. En uno de esos viajes le trajo un libro poco convencional para la su edad, no tenía dibujos y sí más de 300 páginas. Era Penny from Heaven, la historia de niños que tienen que vivir en una sociedad después de la Segunda Guerra Mundial. 

Ser escritora no es como escoger una profesión. Holguín lo tiene claro, que eso vendrá con los años. En cada etapa ha considerado diferentes posibilidades, el ser maestra es la que invariablemente sigue allí. “Ahora tengo muchas cosas que hacer. La escritura es una opción a largo plazo”. 

Mientras se alista para ir a la universidad, se esfuerza en entender que no todo tiene que ser perfecto, pero sí suficientemente bueno, como los dulces que a veces pone a hornear a ritmo de Taylor Swift.

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