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¿por qué Trump decidió hacerlo?

La mayoría de sus escándalos son por su corrupción. Entonces, ¿por qué aferrarse a los secretos clasificados?

Esta semana vuelvo al Pantano, cubriendo brevemente a Ed mientras está de viaje. En honor a Ed, decidí profundizar en uno de sus temas favoritos: la mente de Donald Trump.

Después de más de media década de escándalos de Trump, los que nos ganamos la vida siguiendo las vicisitudes del ex presidente hemos llegado, creo, a una teoría general de lo que obliga a este hombre a transgredir de forma tan espectacular.

No hay grandes conspiraciones cuidadosamente planeadas, a pesar de lo que muchos temían. El escándalo de Rusia que acosó los primeros meses de la presidencia de Trump, por ejemplo, no reveló pruebas de que fuera una especie de candidato manchuriano, al servicio directo del Kremlin, haciendo su voluntad.

En cambio, hay una mera corrupción a escala industrial. El hombre aparentemente es capaz de hacer cualquier cosa por sexo (Stormy Daniels, Billy Bush); dinero (Deutsche Bank, Fundación Trump); o poder (la llamada con Zelensky y el 6 de enero). El escándalo de Rusia, según sugería el informe Mueller, entraba en el apartado de “poder”: Trump estaba dispuesto a contar con la ayuda del adversario extranjero de su propio país si eso le ayudaba a ser elegido. Y luego trató de ocultar ese afán a los investigadores federales.

Sin embargo, si sus pecados oficiales y políticos están ligados a sus desproporcionados vicios humanos, ¿cómo se explica el ahínco con el que se aferró a cientos de páginas de los secretos más altamente clasificados de Estados Unidos -incluidas, al parecer, las identidades de las fuentes extranjeras clandestinas que alimentaban la inteligencia de la CIA? Quedarse con esos documentos no sugiere inmediatamente una forma de ganar dinero, o de recuperar el poder, o de atraer a las mujeres.

Y ahora sabemos de las extremas medidas que tomó para guardar estos documentos en Mar-a-Lago. Según una presentación en un tribunal federal del sur de Florida esta semana, incluso hizo que sus abogados mintieran a los investigadores federales con tal de quedarse con sus secretos. Los abogados declararon bajo juramento que Trump había devuelto todos los documentos clasificados a los archiveros en Washington, en el mismo momento en el cual los subalternos los trasladaban fuera de un almacén seguro en las instalaciones del complejo. Algunos de los registros aparecieron en un cajón del escritorio de la oficina personal de Trump.

Están saliendo a relucir especulaciones informadas sobre por qué se aferró tanto a los secretos. Tal vez fue la naturaleza lasciva de la información y su deseo de compartirla con sus allegados. Rolling Stone informó esta semana de que Trump iba con frecuencia presumiendo de que tenía “inteligencia” sobre la vida sexual de Emmanuel Macron, el presidente francés. ¿Podría una caja que figura en un inventario del FBI como “info re: presidente de Francia” estar vinculada a esas reclamaciones?

Un respetado bloguero de seguridad nacional sugiere una razón más siniestra para retener la inteligencia relacionada con Macron. El inventario del FBI indica que estaba en la misma caja que los documentos relacionados con el indulto de Trump a su viejo amigo y verdugo Republicano Roger Stone. ¿Acaso eso daría crédito a las teorías de que Stone estaba de alguna manera confabulado con el Kremlin por las filtraciones de estados financieros falsos de Macron en medio de las elecciones presidenciales francesas?

Los conspiradores paranoicos propusieron una teoría aún más siniestra tras la revelación, publicada esta semana en el Pittsburgh Post-Gazette, de que una estafadora de origen ucraniano mintió para entrar en Mar-a-Lago haciéndose pasar por una heredera de los Rothschild, pero que ahora se esconde en Rusia. ¿Podría ser que Trump estuviera, a sabiendas o no, revelando algunos de los más grandes secretos de Estados Unidos al Kremlin?

Si el pasado es el prólogo, cuanto más complicada y siniestra sea la teoría, menos probable es que sea la verdadera motivación detrás del inmaduro hombre impulsado por su ego.

Se ha convertido en una especie de meme de las redes sociales que los escándalos de Trump “siempre empeoran”, y eso sin duda ha sido cierto, ya sea la conmoción acumulada sobre cómo la política exterior de Estados Unidos hacia Ucrania se convirtió en un esquema impulsado por Rudy Giuliani para trastocar a los diplomáticos estadounidenses o, más recientemente, las constantes revelaciones que han surgido a partir del comité del 6 de enero.

Pero eso solo me conduce al punto que planteé originalmente: en su peor momento, los escándalos de Trump son sobre la corrupción. Por muy malos que fueran el 6 de enero y los complots ucranianos, se centraron en el absoluto desprecio de Trump por los detalles legales o morales cuando se trata de aferrarse al poder. Entonces, ¿qué hay detrás de las payasadas de Mar-a-Lago? Simplemente no tienen sentido en el marco normal en el cual hemos llegado a entender los receptores de dopamina del expresidente.

Quizá la explicación más convincente, pero menos relevante, de los motivos de Trump provenga de Stephanie Grisham, quien en algún momento fue secretaria de prensa de la Casa Blanca y luego se volvió contra su exjefe tras los desmanes del 6 de enero. Grisham declaró al Washington Post que Trump consideraba las pilas de papeles de aspecto importante como accesorios que él sentía que simbolizaban su poder como presidente. Sin tener ningún poder político real, quizás Trump solo quería tener documentos altamente clasificados en su entorno para fingir que todavía estaba revestido de autoridad semioficial.

Nada de esto es para justificar lo que hizo; entre sus muchos pecados (a los que se agrega la extraña declaración que hizo esta semana de que debería ser restituido como presidente, o al menos repetir las elecciones de 2020) la arrogancia con la que trató los secretos de seguridad nacional debe figurar entre sus peores transgresiones, ya que podría costar la vida de aliados estadounidenses en el extranjero.

Es solo para sugerir que los peores temores sobre las motivaciones que Trump tuvo para mantener secretos clasificados son probablemente erróneos. Pero debo admitir, Rana, que después de una larga semana de declaraciones judiciales y despotricar en línea, todavía no estoy más cerca de entender por qué esto, entre tantas otras coas, le haya parecido algo que valía la pena. ¿Alguna teoría que te resulte convincente? Y, quizás más importante, ¿se enfrentará a alguna consecuencia?

En mis escritos ocasionales cuando cubro a Ed en Apuntes desde el Pantano, he desperdiciado un montón de palabras tratando de averiguar si el control pospresidencial de Trump disminuirá y cuándo. Los escándalos de Trump tienen, en efecto, una cronología un tanto predecible: la conmoción inicial, que provoca un poco de crítica (pero sobre todo un silencio avergonzado) por parte de los compañeros Republicanos, seguido por expertos como yo que especulan que este puede ser realmente el momento en que Trump ha ido demasiado lejos. Luego, unos meses después, los Republicanos vuelven a jurar fidelidad a su expresidente, con pocas o ninguna acusación o consecuencias políticas para los co-conspiradores. ¿Podría ser diferente esta vez?

Rana Foroohar responde

Peter, las cuatro (o seis, dependiendo de cómo las cuentes) palabras más reveladoras de tu nota son “inmaduro hombre impulsado por su ego”. Solo hay una lente a través de la cual ver a Trump, que es la lente de la psicología. Y a través de esa lente, no todos los escándalos de Trump, de hecho todo el comportamiento de Trump, tienen que ver con la “corrupción” (aunque hay mucho de eso en evidencia, junto con la crueldad, el peligro y la inestabilidad) sino con el narcisismo.

Al igual que alguien que ha hablado con mi cuota de psiquiatras (profesional y personalmente – todos en Park Slope son psiquiatras o arquitectos), he llegado a creer que Trump es un narcisista paranoico, y punto. Los narcisistas suelen ser carismáticos, y él ciertamente tiene espíritu animal. También son profundamente vulnerables en la mayoría de las aspectos, pero sobre todo en las cosas grandes, como el poder, el sexo y el dinero. En ese sentido, el ex editor de Vanity Fair, Graydon Carter, tenía razón con los comentarios describiéndolo como “vulgar de dedos cortos”.

Los narcisistas suelen venir de familias hobbesianas. No se trata de amor, se trata de ganar. Si una persona está arriba, de haber otra abajo. No desarrollan la empatía, ni la culpa. Esto no es una razón para sentir lástima por ellos, aunque podría hacerlo. Es simplemente un hecho clave para entender su comportamiento. El comportamiento narcisista tiene una lógica propia. Y los narcisistas realmente tóxicos, como Trump, sobre todo los que cuentan con dinero y poder de tal manera que nunca tropiezan y realmente tienen que cambiar, no saben cómo hacerlo mejor, ni siquiera cómo querer hacerlo mejor, porque eso implica empatía. Que por definición no tienen.

Por eso nunca analizo lo que Trump hace desde el punto de vista de la economía ni la política. Simplemente pienso en él como un narcisista paranoico, y parto de ahí. Es como ser un genio muy estable. Pero al revés.

Peter Spiegel, Rana Foroohar

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