Los responsables políticos deben ser racionales y centrarse en el desarrollo de la resiliencia.
“Policrisis”: esta fue la descripción que Jean-Claude Juncker dio al conjunto de desafíos que afrontaba la UE en 2016, cuando era presidente de la Comisión Europea. La semana pasada, el Fondo Monetario Internacional subrayó la acumulación de múltiples nubarrones (incluidas la crisis energética europea, la rápida subida de las tasas de interés y la desaceleración de China) sobre la economía mundial. Lo que parecía que eran diferentes crisis separadas que surgían de muchas regiones y mercados dispares, ahora se está fusionando: puede que estemos ante una policrisis a escala mundial.
Es raro que tantos motores de la economía mundial se paralicen al mismo tiempo: los países que representan un tercio de la misma están a punto de contraerse este año o el próximo, según el FMI. De hecho, las perspectivas que tiene para las mayores economías (Estados Unidos, la zona del euro y China) son sombrías. Debido a que las tasas de inflación mundiales han alcanzado su nivel más alto en 40 años, los bancos centrales han subido las tasas de interés este año con una sincronización que no se había visto en las últimas cinco décadas, y el dólar estadounidense ha alcanzado su nivel más fuerte desde principios de la década de 2000. Estas fuerzas están impulsando las sombrías predicciones y creando nuevas tensiones.
Las economías emergentes han tenido que hacer frente a una mayor carga de deuda en dólares y a las perturbadoras salidas de capital. Mientras tanto, las tasas de interés de las hipotecas y los costos de endeudamiento por parte de las empresas se han disparado en todo el mundo. Muchos indicadores de tensión en los mercados financieros también están en rojo, ya que la rápida subida de las tasas desde los mínimos de la pandemia ha puesto de manifiesto sus vulnerabilidades. La dinámica de la venta de liquidación es un riesgo constante, como lo demostraron recientemente los fondos de pensiones del Reino Unido.
Las causas directas de la vorágine mundial son dos crisis históricas consecutivas: la pandemia de Covid-19 y la invasión rusa de Ucrania. La Reserva Federal ha subido las tasas de interés a su mayor ritmo desde principios de los años ochenta, cuando estaba presidida por Paul Volcker, para sofocar la inflación estimulada en parte por la asistencia por la pandemia y los cuellos de botella en las cadenas de suministro. Mientras tanto, la militarización de los flujos de gas natural por parte de Putin provoca en Europa un enorme impacto en los términos del intercambio comercial, y la economía de China sufre su propia política de “Covid cero” y un derrumbe del mercado inmobiliario. De hecho, han surgido nuevas dolencias antes de que las cicatrices de la pandemia se hayan curado.
Las múltiples crisis, que se refuerzan entre sí, han convertido en malabaristas a los responsables políticos. Para los gobiernos, los esfuerzos por impulsar el crecimiento y apoyar a los hogares y las empresas deben evitar echar más leña al fuego inflacionario y aumentar la carga de la deuda (que ya aumentó debido a la pandemia), sobre todo porque los costos de los préstamos ahora están aumentando. Cuanto más suban las tasas de interés, mayor será el riesgo de que se produzca un desplome del mercado inmobiliario y de que aumenten las tensiones en los mercados financieros. Sin embargo, para los banqueros centrales, no contraer lo suficiente la política monetaria puede suponer una alta inflación.
Aunque no hay soluciones sencillas, hay algunas lecciones. La frágil economía actual necesita que la política esté bien calibrada y en sintonía con los riesgos. El Reino Unido es un ejemplo de lo que no debe hacerse. Su enfoque del elefante en un bazar aplicado en las últimas semanas muestra lo que ocurre cuando se ignoran las realidades. Los errores de política son, en parte, la razón por la cual el FMI da un 25 por ciento de probabilidad a que el crecimiento mundial del próximo año se situé por debajo de su piso histórico del 2 por ciento.
El efecto contagioso de las crisis mundiales intensifica la necesidad de desarrollar la resiliencia. Si bien el sistema bancario se reforzó tras la crisis financiera, los responsables políticos hicieron muy poco para reforzar el sistema financiero no bancario. Muchos se lamentarán también por no haber invertido en competencias, tecnología y alternativas a los combustibles fósiles, que aumentan la productividad y frenan la inflación, durante la última década en la cual las tasas de interés eran bajas. Sin sensatez y sin pensar a largo plazo, la economía mundial seguirá dando tumbos de una crisis a otra.
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