¿Quién trae los regalos a los niños?, el Niño Jesús, tal vez Papá Noel, quien sabe si Santa Claus, quizá San Nicolás o puede ser que los reyes magos. La respuesta pragmática y verdadera es “mi papá y mi mamá”.
Hay tantas tradiciones y leyendas de la Navidad que se superponen y los niños de tradición cristiana, dependiendo de su cultura y procedencia, le escriben una cartita a Santa o Papá Noel pidiéndole que sea generoso y diligente con los regalos. Solo la dirección postal es fija: el Polo Norte.
En realidad, hay muy poco para confundirse, Papá Noel y Santa Claus son lo mismo. En el mundo latinoamericano suele llamárselo Papá Noel y entre los nórdicos y anglosajones Santa Claus. ¿Y dónde queda San Nicolas?, bueno, el personaje gordito, vestido de rojo, con una barba blanca y que al son de su “jo, jo, jo” va repartiendo regalos y felices navidades, dice la leyenda es una figura que se inspiró en un obispo cristiano llamado San Nicolás, por allá en el siglo IV, época en la que empezó a afianzarse el cristianismo.
Adiós Barbie, bienvenido Baby Yoda
Durante la infancia de Miriam Esquiven, en México no era Papá Noel el repartidor de regalos. Ese trabajo era de los reyes magos. “Solíamos poner unos zapatitos viejos junto al árbol de Navidad y allí metíamos la cartita a la espera de que los reyes magos nos trajeran al menos una muñequita. La idea era que si nos habíamos portado mal solo nos dejarían un carbón. Felizmente nunca me dejaron un carbón”.
Sus hijas mayores, nacidas aquí, ya no festejaban en nombre de los reyes magos. Agradecían a Santa Claus por sus huevos hatchimals de hasta 70 dólares. Kristel, la menor ni siquiera fantasea con una Barbie o unos polly pokets, ella es de la generación de Baby Yoda y de las que no cree en Santa. Un día llegó de la escuela y a bocajarro dijo: “Mamá, es mentira, no hay Santa Claus. Son tú y papá quienes compran los regalos”.
Donde Papá Noel o Santa no se asoma
La diversidad socieconómica de los latinos en el área metropolitana moldea las expectativas y los deseos de los niños. En mejor de los casos un juguetito de una tienda de segunda mano es lo que hay en Navidad para los hijos de Elubia Vásquez, Guadalupe Rojas, Juana Vásquez, Magdalena Orozco y Ana Vail. Todas son madres guatemaltecas que viven en el área de Langley Park.
En sus hogares siempre se ha vivido en estado de crisis: poco trabajo, poco dinero, falta de alimentos y renta elevada. Por lo tanto, eso de escribir una cartita a Papá Noel no se dio cuando ellas eran unas niñas ni ahora se da con sus hijos.
“Éramos pobres, nunca me dieron un regalo. Con el nacimiento de Natali, Brian y Edras empezó la tradición. Antes les compraba cualquier juguetito y ropa. Los he criado para que no pidan lo que no está al alcance”, dice Elubia Vásquez.
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A Guadalupe Rojas, la Navidad le sabe a “tamalitos”, eso se comía en Guatemala en la Nochebuena. “Lo mismo hago para mis hijos y los regalitos les compro en las tiendas de cinco dólares”. Los niños Baten-Rojas saben que Papá Noel o Santa Claus se mete sigilosamente por la garganta de las chimineas y deja los regalos, pero como donde viven no tienen una, nunca deja muñecas rubias ni de carros con pilas.
Tamales de arroz guatemalteco con chocolate siempre hay en Navidad en casa de Juana Vásquez. “En mi niñez ni pensar en escribir una carta. Nosotros no sabíamos de eso, yo ni siquiera fui a la escuela”. Mike Lucas, el menor de sus hijos, es el único que recibe “cualquier cosita nada cara”.
El mejor presente de esta y las navidades por venir sería que Damaris de ocho años, como por arte de magia, se cure de la espina bífida que la afecta de nacimiento y así su madre, Magdalena Orozco, pueda trabajar. Eso no va a pasar, así que en ese hogar de regalos ni hablar.
“¿Mami verdad que vamos a recibir regalitos?”, preguntan los niños de Ana Vail. Sí, dice ella. “Nada caro ni ostentoso”.
El mejor regalo: la “colochita” Josefina
Los hijos de Karla Canales cuando pequeños los “los endulzaba con carritos, pelotas, legos o rompecabezas, eran fácil engañarlos. Ahora, en cambio, piden tecnologías, juguetes modernos y teléfonos. “Con la crisis que no se acaba saben que para eso no alcanza el dinero”. En la casa de Canales, en Fairfax, lo que sí no falta es un regalo para los estómagos: sánduches de pollo.
Elida García recuerda las navidades de su infancia como algo mágico. No sobraba dinero, pero había lo suficiente como para dibujarle una sonrisa mientras abrazaba a su Josefina.
“Era una muñeca colochita (pelo rizado), el mejor regalo que tuve y la llamé como a mi madre”. Sus hijos ya pasaron la época de carritos y pelotas, y esta vez ni las excelentes notas en matemáticas y lectura del menor consiguieron la magia de un presente. Ya le dije “lo siento papito’, es que con $1 mil 600 mensuales de renta y con el trabajo escaso no alcanza. Con la gracia de Dios ya vendrán tiempos mejores”.