El pasado 4 de julio quizá fue uno de los días más calurosos en los últimos 125 mil años, según el National Centers for Environmental Prediction. Solo en Estados Unidos 57 millones de personas fueron expuestas a un calor no apto para la salud.
Bajo esas temperaturas Asdrúbal Mencía y Manuel Cabrera siguen trabajando áreas verdes o mezclando arena y cemento, en el área metropolitana de DC; mientras Isabel Ramírez limpia de asbestos, en Texas.
Los latinos pagan un precio desproporcionado por el cambio climático. Según la Agencia de Protección Ambiental (EPA), más de un 43% de hispanos vive en áreas de temperaturas extremas, contaminación, sequías e inundaciones.
Ante lo evidente, hace 10 años se creó Latino Conservation Week (Semana Latina de la Conservación). Desde entonces cada julio juntan sus voces, propuestas, acciones y preocupaciones relacionadas con el cambio climático.
Además de organizar conferencias y visitar parques, ríos, reservas, acuarios a nivel nacional, la Semana Latina de Conservación, entre el 15 y 23 de julio, sirve para pedir a la población que demande a sus representantes políticos adoptar medidas contra la crisis climática.
“Se trata es de mostrar el apego de los latinos a la naturaleza, lo mucho que cuidamos de ella y cómo podemos protegerla”, dijo Sheena Edberg, directora de Latino Conservation Week. Recordó, además, que “las familias latinas son de las que más están adoptando la práctica de llevar fundas reusables al mercado”.
El año pasado, un informe de 278 expertos de las Naciones Unidas, advirtió que la humanidad está a un paso de incumplir la promesa de no permitir un aumento de la temperatura global en más de 1.5 grados Celsius. María Vicente, de Guatemala, no necesita de ese termómetro para saber que es una refugiada del cambio climático y no de ahora sino de hace 25 años.
“El Huracán Mitch se llevó todo. Perdimos la casa, los animales y las tierras. Mi mamá lloraba y a los mayores nos dijo: ‘hijos váyanse, aquí no hay nada que hacer’.
De San Martín Chiquito salimos bastantes por culpa del Mitch”, recuerda esta inmigrante, que la semana pasada organizó una venta de comida, en Langley Park, para ayudar a una anciana de su aldea, quien hace poco se quedó sin techo por las lluvias torrenciales. “Allá cuando llueve se inunda todo y cuando no, ni agua hay para beber”, dijo.
“Los latinos somos una super mayoría que quiere soluciones al cambio climático. El 83% apoyamos el reemplazo de combustibles fósiles por energías renovables como la solar y eólica, porque de este cambio depende el futuro. Esto hay que hacerles saber a nuestros congresistas, a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y al gobierno”, aseguró Sheena Edberg, directora de Latino Conservation Week.
Expulsados y desplazados
Entre los inmigrantes campesinos el clima es una de las razones por las que dejaron sus tierras. “Si el campo no da para vivir nos empobrecemos. Nosotros decimos que venimos por la pobreza, pero no pensamos que las lluvias o las largas sequías eran las causas”, dice Asdrúbal Mencía, quien trabaja bajo el agobio del calor y la humedad en DC y Maryland.
“En el verano hay que agarrar lo que sea, si hoy es demolición venga a tragar polvo y si mañana es cortar césped es lo que hay. No llevamos botellas grandes de agua porque pesan. A veces compramos una sandía y nos repartimos o nos ponemos la manguera en las cabezas”, cuenta Mencía.
Edberg lo tiene muy claro: las consecuencias del cambio climático traerán más inmigrantes de Latinoamérica y también más desplazados internos.
“Después del huracán María, un 4% de puertorriqueños se mudaron a Estados Unidos. En Phoenix, por ejemplo, no están permitiendo construir nuevas casas si es que no tienen aseguradas fuentes de agua. De California miles se están yendo de las zonas de alto impacto por las sequías y los incendios y solo los latinos se están quedando”, señaló Edberg.
Es tiempo de levantar la voz
Los políticos tienen el poder de solucionar “y nosotros debemos recordarles por quiénes están en esos cargos”, puntualizó Edberg. “Por eso es importante que las voces latinas dejen saber que la contaminación es inaceptable y que nuestras familias están sufriendo el impacto”, agregó Edberg.
Una voz que está ganando tracción es la de Ecomadres, una organización que está trabajando con la Asociación Nacional de Agricultores y Rancheros Latinos para reactivar el acta Asunción Valdivia, creada para proteger a los trabajadores en los días de calor extremo. “Un gran porcentaje de los que trabajan en la agricultura, construcción o cableado eléctrico se identifican como latinos y para ellos hay que activar las alertas”, dijo Carolina Peña, directora de Ecomadres.
El acta de prevención contra el calor extremo lleva el nombre de Valdivia, un obrero mexicano que murió de insolación mientras recogía uvas en California, en el 2004.
“A esa medida no se le ha dado tanta importancia y ahora debe aplicarse más a menudo por las olas de calor más frecuentes”, insistió Peña, quien durante la Semana de Conservación Latina estará en la feria La Clínica de tu Barrio de DC enseñando cómo protegerse contra el intenso calor y sobre el impacto de los combustibles fósiles en la salud.
El grupo de teatro La Bolsa presentará la obra infantil “La gallina y la tortilla de maíz”, entre el 22 y 23 de este mes, al frente de Piers Mill en Rock Creek Park. En Maryland se realizarán caminatas por los bosques para celebrar la Semana Latina de Conservación.
“A ver si aguanta sin tomar agua”
Mientras Peña se une a los esfuerzos de los agricultores y rancheros latinos, Iris Canizalez, de la organización Crecen, levanta la voz en Texas para defender a los obreros de la construcción. Desde el primero de septiembre ellos tendrán prohibido descansar cada cuatro horas para tomar agua, en Austin y en Dallas.
“La HB2127 del gobernador Greg Abbott, es una ley inhumana y que atenta contra la vida más cuando las olas de calor afectan más a la comunidad hispana. De cada 10 obreros de la construcción seis son de los nuestros”, dijo Canizalez.
Isabel Ramírez tiene 62 años y trabaja en demolición de asbestos en Texas, envuelta en overoles y mascarillas de protección y está muy molesta por esa nueva ley. “Con todo respeto al gobernador de Texas lo invito a trabajar 10 horas seguidas en las autopistas o limpiando asbestos a ver cuánto aguanta sin tomar agua”, dijo.
Los sindicatos de la construcción y las familias de los obreros están pidiendo a la Casa Blanca “atención inmediata para prevenir estos abusos que podrían resultar en la muerte de los trabajadores”. Entre el 2011 y 2021, 42 trabajadores murieron en Texas por exposición a las temperaturas, según la Oficina de Estadísticas Laborales.