Ataques con cohetes lanzados por su vecino contra Kurdistán. Ataques con cohetes lanzados por seguidores de un clérigo dentro de Bagdad. La política iraquí está convulsionada. Y la crisis parece no tener fin.
Las tensiones generadas por las protestas en Irán se han extendido a la región kurda de Irak, donde 13 personas han muerto y 70 han resultado heridas. Todo porque el régimen de Teherán acusa a las fuerzas de Kurdistán de apoyar las manifestaciones que se han desatado en la capital y otras ciudades a raíz de la muerte de la joven kurdo-iraní Mahsa Amini.
A pesar de las críticas que han suscitado la represión violenta de las protestas y el disparo de cohetes contra la región autónoma iraquí, el general Mohammad Pakpor, comandante de las fuerzas terrestres de Irán, prometió esta semana que los bombardeos iban a seguir adelante “hasta el completo desarme de los grupos terroristas separatistas antiiraníes”.
En contraste con la condena global contra los ataques, el Ministerio de Exteriores de Irak optó únicamente por convocar al embajador iraní para entregarle una “dura nota de protesta “, según un comunicado leído por Ahmed Al-Sahhaf, portavoz del ministerio.
Para Hamzeh Hadad, analista político y miembro del programa de Medio Oriente y África del Norte en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, esto no es una sorpresa. “La seguridad del gobierno regional de Kurdistán está separada del gobierno federal iraquí, y también persiguen su propia política exterior. Esto da como resultado una respuesta débil de Bagdad a tales ataques”, dijo el experto a DW.
Inestabilidad interna
Mientras, en el frente doméstico, los partidos iraquíes siguen luchando por formar gobierno. Irak alberga tres grupos demográficos principales: los musulmanes chiitas, los musulmanes sunitas y los kurdos. Si bien no existe una división formal del poder en la Constitución, los grupos tradicionalmente respetan una política que delega el gobierno en un primer ministro chiita, un presidente kurdo y un portavoz parlamentario sunita.
Sin embargo, tras las elecciones de octubre de 2021, el bloque del clérigo chiita Muqtada al-Sadr ganó la mayoría de los asientos en el Parlamento, pero fracasó a la hora de formar una mayoría. Como resultado, el país sigue bajo el mandato interino del primer ministro Mustafa Al-Khadhimi, quien había asumido el cargo el 7 de mayo de 2020.
La inestable situación política se agravó aún más en julio, cuando estallaron violentos choques entre las milicias chiitas, apoyadas por Irán, y los grupos chiitas leales a Al-Sadr, que son críticos de Irán y Estados Unidos. El clérigo llamó a sus seguidores a asaltar el Parlamento para evitar que los partidos opositores pudieran formar un gobierno. Poco después, Al-Sadr anunció su renuncia, aunque nadie duda de la significativa influencia que sigue teniendo entre sus seguidores.
Las sesiones parlamentarias estuvieron suspendidas durante dos meses y la situación política del país quedó congelada. Recién el miércoles 28 de septiembre, los parlamentarios acudieron a una sesión en la que se les pidió votar la renuncia del portavoz parlamentario, el sunita Mohammed al-Halbousi. Halbousi es un exaliado de Al-Sadr, con quien rompió tras las protestas.
La inmensa mayoría de los parlamentarios (222 de 235) votó en contra de la renuncia del portavoz. Para Hadad, esto se parece “a un voto público de confianza de sus nuevos aliados políticos. También lo libra de ser considerado parte de la alianza de Al-Sadr, que ya no está más en el Parlamento”.
Intereses internacionales
Pese a todo, es todavía muy pronto para saber si la inestabilidad llegará a su fin. “Esta situación nos lleva al mismo punto donde se estancó el gobierno antes, es decir, en la elección de un presidente”, explica Hadad. Esta idea es compartida por Sajad Jiyad, miembro del think tank neoyorkino Century Foundation. “La crisis política no ha terminado, aunque ha habido avances”, dijo a DW.
Mientras, es probable que potencias extranjeras sigan aprovechándose de la inestabilidad política iraquí. “Ya vimos no solo a Irán tratando de influir en la formación de gobierno el año pasado, sino también a Turquía”, señala Hadad. Jiyad, por su parte, teme que “haya nuevas protestas que podrían desestabilizar la situación otra vez”. Y los hechos parecen darle la razón.
Al menos tres cohetes cayeron en la Zona Verde bagdadí, donde está el Parlamento, durante la primera sesión. Siete personas resultaron heridas, y nadie se atribuyó el ataque. Y tras la sesión parlamentaria, la policía volvió a enfrentarse con partidarios de Al-Sadr, la tarde del viernes. (dzc/rr)