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El nuevo orden mundial y el ascenso de las potencias medianas

El retorno de la rivalidad entre las grandes potencias brinda algunas oportunidades a las fuerzas de segundo nivel.

La invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin este año puso fin a la reconciliación entre Rusia y Occidente tras la Guerra Fría. También aumentaron las rivalidades entre Estados Unidos y China, ya que Pekín intensificó su presión militar sobre Taiwán y Washington reforzó los controles sobre las exportaciones de tecnología a China. Volvió el enfrentamiento entre grandes potencias.

Incluso los países que no están enviando ayuda militar a Ucrania, o que no están limitando el comercio con Rusia o China, deberían estar preocupados. Si Rusia llegara a concretar sus insinuaciones de que podría utilizar armas nucleares, el mundo entero se sumergiría en una peligrosa nueva era. La rivalidad entre las grandes potencias también ha dado lugar a una proliferación de sanciones económicas que amenazan los flujos comerciales y de inversión y han hecho que los países del Sur global desconfíen cada vez más del dominio del dólar en el sistema financiero internacional.

Sin embargo, la creciente competencia entre la alianza occidental liderada por Estados Unidos y el eje Rusia-China ofrece tanto oportunidades como amenazas para las “potencias intermedias”. Mientras Washington, Bruselas, Pekín y Moscú intentan inclinar la balanza de los asuntos mundiales a su favor, tienen que prestar más atención a las opiniones de los que están en medio, como Turquía, Arabia Saudita, Indonesia y Sudáfrica.

Recep Tayyip Erdoğan, el autoritario presidente turco, está bajo presión en su país. Pero en el escenario internacional ha jugado su mano con habilidad, y a veces sin piedad. A pesar de que pertenece a la OTAN, Turquía no se ha sumado a las sanciones occidentales contra Rusia. El gobierno de Erdogan ha bloqueado incluso las solicitudes de Finlandia y Suecia para pasar a formar parte de la OTAN, en su intento de obtener concesiones de sus aliados.

Turquía puede jugar agresivamente en el ámbito geopolítico, ya que la guerra de Ucrania ha dado a Ankara una influencia real. Los turcos mediaron en el acuerdo para permitir el transporte de cereales a través del Mar Negro, lo cual alivió la inflación de los alimentos en todo el mundo. Turquía aún puede desempeñar un papel importante en futuras negociaciones de paz.

La subida de los precios de la energía asociada a la guerra de Ucrania también ha aumentado la influencia saudita. Joe Biden habló en alguna ocasión de convertir el país en un “paria”. Sin embargo, realizó una respetuosa visita a Riad durante el verano. En las últimas semanas, los sauditas han recibido a Xi Jinping, el líder chino.

India, que tiene aspiraciones realistas de convertirse en una de las superpotencias mundiales durante este siglo, también está trazando un camino intermedio. Sus importaciones de petróleo ruso barato han indignado a algunos occidentales. Pero India sabe que puede salirse con la suya, ya que también es crucial para los esfuerzos que hace Occidente por equilibrar el poder chino.

No obstante, la desilusión con el Sur global ha hecho que en las capitales occidentales se hable de la necesidad de situar una alianza occidental renovada en el centro de la creación de políticas globales. Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, se ha referido al G7 (dominado por Estados Unidos y Europa) como el “comité organizador del mundo libre”.

Sin embargo, al engrandecer al G7, Occidente no puede permitirse ignorar a las potencias intermedias representadas en el G20. Dado su creciente peso económico, son cruciales para configurar las reglas del comercio, la tecnología, las sanciones y las normas internacionales. La declaración del G20 tras la cumbre de noviembre en Indonesia también fue alentadoramente severa con su condena a Rusia, lo que demuestra que sería un error renunciar a influir en las potencias intermedias del Sur global.

Estos países también deben reflexionar detenidamente sobre su propia postura. Defender sus intereses económicos y denunciar el doble discurso occidental es lo justo. Pero la desenfrenada agresión de Rusia y China acabaría amenazando también los intereses de potencias intermedias como Turquía, Indonesia, India y los países del Golfo. Esa también es una lección que hay que asimilar.

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