Los responsables de la política monetaria han medido sus palabras en caso de necesitar alzas de tasas, a pesar de que la tendencia en el aumento de los precios parece estar cambiando.
Los principales bancos centrales del mundo hablaron con dureza esta semana, pero usaron un mazo más pequeño.
Tras una serie de reuniones celebradas el miércoles y el jueves, la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra optaron por modificar su estrategia de lucha contra la inflación. El patrón reciente de alzas de tasas de interés de 0,75 puntos porcentuales pasó a ser de medio punto. Suiza, Noruega, México y Filipinas también disminuyeron el ritmo de los aumentos de tasas.
Sin embargo, combinaron acciones más débiles con palabras más fuertes. La Reserva Federal habló de tener “más trabajo por hacer” para derrotar a la alta inflación, el BCE habló de “más terreno que cubrir”, mientras que el Banco de Inglaterra insistió en que tenía que ser “contundente” en la lucha contra el aumento de los precios.
Estos movimientos están lejos estar coordinados. En lugar de ello, los bancos centrales del mundo están tratando de procurarse el margen necesario para subir más las tasas si lo consideran necesario, en un momento en el que el evidente pico de inflación en muchos países podría complicar más esa medida políticamente.
Seth Carpenter, quien pasó 15 años en la Reserva Federal y ahora es el economista en jefe de Morgan Stanley a nivel global, afirma que la mayoría de los bancos centrales se están acercando a su nivel máximo de tasas de referencia, lo que probablemente provocará una fuerte desaceleración o recesión en sus economías. Por ello, dijo que era un acierto estratégico sugerir más medidas ahora.
“Los banqueros centrales tienen realmente la responsabilidad de la estabilidad macroeconómica”, afirmó. “Así que creo que preferirían equivocarse al hablar con dureza y decir que están preparados para seguir subiendo más las tasas, y más tarde descubrir felizmente que no tenían que hacerlo, en lugar de decirle al mundo que han terminado y luego decir: ‘Uy, tenemos que seguir haciéndolo'”.
Previsiones de política restrictiva
La Reserva Federal actuó primero el miércoles cuando fijó un aumento de tasas de interés de medio punto, lo que interrumpió la serie de cuatro alzas de tasas de 0,75 puntos porcentuales. De esta manera, las tasas de interés se sitúan ahora en un rango objetivo de entre 4,25 y 4,5 por ciento.
La decisión unánime de ralentizar el ritmo de las alzas vino acompañada de previsiones y una retórica de política más restrictiva. Una nueva serie de proyecciones económicas señaló la intención de los funcionarios de elevar la tasa de interés de referencia justo por encima del 5 por ciento el próximo año, sin recortes de tasas hasta 2024. El presidente de la Fed, Jay Powell, trató de acabar con cualquier escepticismo sobre los planes del banco central estadounidense para sofocar la inflación “inaceptablemente alta”.
“Hemos cubierto mucho terreno y aún no se han dejado sentir todos los efectos de nuestra rápida contracción”, declaró a la prensa. “Aun así, nos queda trabajo por hacer”.
En Fráncfort, las tasas de interés al 2 por ciento siguen siendo considerablemente más bajas que en Estados Unidos, pero Christine Lagarde, la presidenta del BCE, insistió en que el alza de tasas, menor que en reuniones anteriores, no suponía un giro hacia el fin del ciclo de aumento de tasas como parecía.
“El BCE no está dando un giro”, afirmó, añadiendo que el banco central de la eurozona tiene “más terreno que recorrer, nos queda más tiempo”, que a la Fed. Su casi promesa de nuevas alzas de tasas de medio punto porcentual en febrero y marzo sorprendió a los economistas, muchos de los cuales esperaban que el banco central pusiera fin rápidamente a su ciclo de aumentos de tasas en los próximos meses.
En el Reino Unido, donde las autoridades gozan ahora de un perfil internacional más bajo que durante el desastroso minipresupuesto de septiembre, el Banco de Inglaterra subió las tasas de interés por novena reunión consecutiva a 3,5 por ciento, el nivel más alto en 14 años. El gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, insistió en que la medida había sido motivada por nuevas evidencias de que la inflación se está arraigando en los aumentos salariales del sector privado. En su opinión, esto “justifica una respuesta más contundente de la política monetaria”.
Aunque las causas iniciales de la elevada inflación han sido diferentes en la eurozona, el Reino Unido y Estados Unidos, los economistas señalan que los tres bancos centrales se enfrentan al mismo difícil desafío de la comunicación para 2023.
Es casi seguro que la inflación general ha tocado techo y descenderá el año próximo, pero los funcionarios distan mucho de estar seguros de que también desaparecerán las presiones inflacionarias subyacentes. Lo que les preocupa es que la inflación tarde demasiado tiempo en retroceder hasta sus metas de 2 por ciento y pueda mantenerse en una tasa considerablemente superior.
Algunas de las preocupaciones sobre la inflación futura en Europa están relacionadas con el tiempo que tardará la crisis energética de 2022 en calar plenamente en la economía.
A los tres bancos centrales les preocupa que los precios del sector servicios doméstico puedan seguir subiendo con fuerza en mercados laborales todavía ajustados donde los salarios aumentan a tasas superiores a las consideradas compatibles con la meta de inflación de 2 por ciento.
Con este difícil reto para el próximo año, los mercados financieros se esforzaron en los últimos días por interpretar las decisiones sobre las tasas de interés y los comunicados de los banqueros centrales.
El mensaje del BCE les pareció fácil de comprender. Las palabras de Lagarde fueron mucho más agresivas de lo esperado e “impulsaron la mayor reacción del mercado”, según Philip Shaw, de la firma de inversiones Investec. El índice de referencia S&P 500 cayó un 2,5 por ciento el jueves, debido a las declaraciones agresivas del BCE.
Krishna Guha, responsable de política y estrategia de bancos centrales en la firma de corretaje estadounidense Evercore-ISI, afirmó: “Le tomo la palabra a Lagarde cuando dice que el BCE va a seguir aumentando agresivamente”. Al igual que muchos analistas, Guha elevó su previsión para el probable máximo de la tasa de depósitos del BCE, del 2,75 al 3,5 por ciento, tras los comentarios de Lagarde del jueves.
Por el contrario, muchos inversionistas de Wall Street cuestionan la decisión de la Reserva Federal de seguir subiendo las tasas o apuestan a que el banco central estadounidense se acobardará a la primera señal de dificultades económicas reales. A pesar de las afirmaciones de Powell el miércoles, los operadores de los mercados de futuros de fondos federales sellaron sus apuestas de que la tasa de interés de referencia llegará a un máximo por debajo del 5 por ciento el próximo año y de que el banco central bajará las tasas en diciembre.
“El mercado no se lo cree”, señaló Tiffany Wilding, economista norteamericana de Pimco, la gestora de fondos de bonos.
Lo que complica el mensaje de la Fed es que el miércoles Powell no descartó explícitamente que la Fed vuelva a reducir el nivel de alza de las tasas en su próxima reunión de política monetaria y aplique un aumento de un cuarto de punto. Los mercados británicos también interpretaron la medida del Banco de Inglaterra como de tono ligeramente expansivo y redujeron moderadamente sus expectativas de futuros aumentos de tasas.
La pregunta más importante que sobrevuela estas diversas reacciones del mercado es cuál podría ser la estrategia subyacente de los bancos centrales en 2023, a medida que disminuya la inflación general.
Muchos economistas creen que los responsables de la política monetaria quieren actuar con agresividad antes de que la inflación disminuya lo suficiente y las condiciones económicas se vuelvan demasiado difíciles como para que resulte casi imposible explicar nuevas alzas de tasas.
Dario Perkins, macroeconomista global de la consultora TS Lombard, afirma que las palabras tersas sobre la política monetaria forman parte del juego de los banqueros centrales para inyectar cautela en la negociación salarial y en la fijación de precios por parte de las empresas, afirmando que “tienen un incentivo para restar importancia a los riesgos de recesión” porque es útil para moderar la presión inflacionaria.
Sin embargo, un gran número de economistas también teme que las señales de alarma procedentes de los bancos centrales sean reales y que los responsables políticos vayan demasiado lejos, generando una recesión más profunda de lo que los funcionarios desean o consideran necesaria para frenar el aumento de los precios.
Muchos observadores del BCE creen, por ejemplo, que la institución con sede en Fráncfort se mostró demasiado pesimista sobre la inflación y demasiado optimista sobre el crecimiento en sus últimas previsiones de esta semana, con lo que corre el riesgo de aumentar demasiado las tasas de interés.
Carsten Brzeski, responsable de estudios macroeconómicos del banco holandés ING, afirma que el BCE podría verse obligado a reducir sus planes de alzas agresivas de tasas cuando se dé cuenta de que “sus previsiones para la economía de la eurozona son demasiado optimistas”.
Tom Porcelli, economista en jefe para EEUU del banco de inversión RBC Capital Markets, tiene una opinión similar sobre la Fed. “El cambio de tendencia va a producirse más rápidamente de lo que algunos aún parecen entender, y creo que va a suceder eso probablemente para la mayoría de los bancos centrales de todo el mundo”, afirmó. “Las grandes economías están al borde de la recesión, se acercan a ella o ya están en recesión. No hace falta ser un gran vidente para determinar lo que se avecina en un futuro no muy lejano”.
Estas opiniones divergentes entre los que opinan que los banqueros centrales están mostrando una preocupación razonable por los riesgos de inflación latentes y los que creen que los mensajes duros son reales y excesivos muestran lo difícil que es calibrar las perspectivas económicas para 2023.
Tanto la inflación como el crecimiento de casi todos los países dependen de la evolución de la guerra en Ucrania, que afectará a los precios de la energía, de que China salga con éxito de la política de Covid cero, de los efectos inciertos de las alzas de tasas de interés ya aplicadas y del riesgo de que hogares y empresas se aprieten el cinturón cuando llegue una recesión, lo cual la agravará sustancialmente.
El Banco de Inglaterra ya utiliza alegremente la palabra recesión para describir las perspectivas del Reino Unido, advirtiendo de que la desaceleración económica actual podría prolongarse. Mientras el BCE habla de la posibilidad de una recesión “corta y poco profunda” que sólo durará un par de trimestres, Powell, de la Fed, dice que no se sabe si EEUU entrará en recesión. Un aterrizaje suave sigue siendo una posibilidad para la economía estadounidense.
Los bancos centrales no han tenido que hacer frente a un brote inflacionario grave en 40 años, y pocos están seguros de saber si los funcionarios han hecho poco, suficiente o demasiado con respecto a las tasas de interés hasta la fecha para garantizar de que regrese la estabilidad de precios a las economías avanzadas.
Chris Giles en Londres, Colby Smith en Washington y Martin Arnold in Fráncfort.
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