Apo Whang-Od es una tatuadora filipina de 106 años de edad, oriunda de la región de Kalinga, que protagonizó la reciente portada de la revista norteamericana Vogue.
Whang-Od, también conocida como Maria Oggay, es considerada la mambabatok más longeva y la última de su generación.
Este término deriva de las palabras filipinas “batok” que significa “tatuaje” y “mam” que significa “médium” o “curandero”.
Los mambabatok son calificados como artistas y curanderos en la cultura filipina tradicional. Utilizan técnicas de tatuaje antiguas que han sido transmitidas de generación en generación, y su trabajo a menudo incluye diseños tribales y simbólicos que tienen un significado cultural profundo.
Aunque la práctica del tatuaje ha evolucionado a lo largo de los años y ha adoptado nuevas técnicas y estilos, los mambabatok siguen siendo valorados por su habilidad y conocimiento de las técnicas de tatuaje tradicionales.
La historia de Apo Whang-Od
La reciente entrega de Vogue, publicada el 30 de marzo y llamada Apo Whang-Od y las marcas indelebles de la identidad filipina, cuenta cómo la centenaria inspira y entrena a jóvenes para que la práctica del batok no muera.
La periodista Audrey Carpio se sumergió en el pueblo Tinglayan, Kalinga, donde reside Whang-Od y tiene su centro de trabajo llamado Buscalan Tattoo Village.
Ella lleva tatuándose la piel desde que era una adolescente. A los 16 años hizo su primer batok, guiada por su padre. Para hacerlos utiliza una espina manchada de hollín, una sustancia negra y fina que se produce cuando se quema material orgánico, como la madera o el carbón.
Durante años viajó a aldeas vecinas porque las comunidades la convocaban para tatuar los símbolos sagrados de sus antepasados en las personas que se convertirían en guerreros y cazadores.
La marcación de los guerreros era una actividad ceremonial y sagrada, realizada en varias etapas durante dos años. El pago de los tatuajes a menudo era un cerdo grande o varios kilos de arroz.
En esa época las mujeres las sin marcas eran consideradas imperfectas e indeseables. Sin embargo, cuando los misioneros católicos estadounidenses llegaron y construyeron escuelas en Kalinga, obligaron a las niñas del pueblo a cubrirse los brazos con mangas largas.
Carpio contó que estar tatuado se convirtió en una vergüenza cuando las mujeres de Kalinga emigraron a las ciudades y las siguientes generaciones disminuyeron los tatuajes.
Herencia familiar
Aunque la práctica pudo haberse extinguido, Whang-Od se empeñó en preservar el batok como una forma de arte híbrida.
Los mambabatok transmiten su oficio dentro de sus líneas de sangre, pero Whang-Od nunca tuvo hijos propios, por lo que entrenó a sus sobrinos nietos Grace Palicas y Elyang Wigan para que fuesen sus aprendices.
“Fui la primera niña en aprender a tatuar. Cuando me fui a la universidad en 2015, Elyang fue la siguiente en aprender para poder ayudar a Apo cuando venían tantos turistas”, expresó Palicas.
Según el reportaje, fue solo en los últimos 15 años que su clientela, y su renombre, se expandieron más allá de la región de la Cordillera, con miles de visitantes provenientes de todo el mundo.
Actualmente Elyang aplica la tinta a los visitantes y una vez el diseño está terminado estos caminan hacia la casa de Whang-Od, donde ella les pigmenta los tres puntos característicos de su firma.
En el otoño de 2022, Grace pasó varias semanas en Francia en un estudio de tatuaje, ella es la primera nativa de Buscalan en traer el batok a Occidente, como herencia de su tía abuela.
