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Vladimir Putin está más arruinado de lo pensado

El gobierno ruso está saqueando sus fondos para imprevistos.

Opinión de Edward Luce.

Si torturamos a las estadísticas suficientemente, al final terminarán confesando. Con ese método siempre válido, Vladimir Putin logró conjurar una leve contracción del 2,1 por ciento de la economía rusa el año pasado, frente a los dos dígitos que se esperaban. ¡Lo más extraño es que le creímos!

El FMI y el Banco Mundial reciclaron obedientemente las cifras oficiales de crecimiento de Moscú para 2022, provocando un análisis reflexivo sobre la resistencia de Rusia. Si Rusia pudo resistir las sanciones occidentales más arrolladoras desde los tiempos del apartheid en Sudáfrica, quizá debemos replantearnos las medidas. No soy estadístico. Sin embargo, lo que sí sé es que hay razones de peso para desconfiar de los datos oficiales de Rusia.

Como señala Jeffrey Sonnenfeld, decano de la Escuela de Negocios de Yale, Rosstat, la agencia oficial de estadística rusa, tuvo un cambio de liderazgo en el último año y ya era una agencia muy comprometida. En cualquier caso, Putin consiguió las cifras que quería. Rosstat prevé que Rusia crecerá un 0,3 por ciento en 2023. Yo predigo que esto será un sinsentido.

Los economistas más reflexivos no se sientan como pollitos en el nido a esperar que les echen datos a la boca. Se fijan en otras medidas. En China, solían ser parámetros como el transporte ferroviario de mercancías y el consumo de electricidad. Hacer una lectura de Rusia hoy debería ser mucho más sencillo.

Tres millones de las personas más cultas de Rusia han abandonado el país, llevándose consigo su capital intelectual y su energía. Domésticamente, el Estado ruso está canibalizando frigoríficos y otros electrodomésticos para obtener los semiconductores que ya no puede importar. Según el equipo de Sonnenfeld en Yale, 1.000 de los 1.200 principales inversionistas corporativos extranjeros en Rusia se han retirado completamente del país. Sus ingresos representaban el 35 por ciento del producto interno bruto de Rusia antes de la invasión de Ucrania. Entre ellas se encuentran las empresas petroleras y de gas, como BP (la cual sufrió una pérdida de $25.500 millones), que mantuvieron en funcionamiento los oleoductos de combustibles fósiles de Rusia y el mantenimiento de sus equipos.

Las exportaciones rusas de gas natural prácticamente se han agotado. Europa se llevaba la mayor parte del suministro ruso y ahora lo ha reducido casi a cero. No tengo ni idea de quién hizo explotar Nord Stream II, pero fue bastante innecesario. Europa ha demostrado la eficacia de China al construir rápidamente capacidad de gas natural licuado (GLN) para importar el gas licuado que Rusia es técnicamente incapaz de producir. De este modo, el vapor de combustible ruso se queda sin mercado. Llevaría años construir oleoductos rusos que suplan a compradores alternativos.

Sin duda, China, India y otros países están consumiendo el petróleo ruso que Europa ya no importa. Pero Rusia lo vende con pérdidas. El Deutsche Bank calcula que Rusia apenas obtiene un tercio de sus ingresos por combustibles fósiles de antes de la guerra. Además, su extracción resulta cada vez más costosa para Rusia, aproximadamente el doble del promedio mundial. A Rusia le cuesta $45 extraer un barril de petróleo y otros 12 hacerlo llegar a sus clientes. Esto conviene perfectamente a Occidente, ya que no queremos que suba el precio mundial del petróleo y no queremos que Rusia gane dinero. Dado que más de la mitad del presupuesto ruso procede de los ingresos de los combustibles fósiles, el gobierno está saqueando sus fondos para imprevistos. Seguramente seguirán medidas más extremas de obtención de ingresos.

¿Qué significa esto para la guerra en Ucrania? Hay implicaciones buenas y malas. Dudo que China se precipite tanto como para empezar a suministrar las armas y municiones que Rusia necesita tan desesperadamente. Mi colega Gideon Rachman, de manera interesante, ha escrito sobre este tema. Comparto su opinión de que esto indica la creciente preocupación de China por los costos de una guerra ucraniana que se prolongue.

Un Estado vasallo del tamaño de Rusia está muy bien hasta que hay que empezar a pagar las facturas. La mala noticia es que Putin se verá cada vez más tentado a tomar medidas desesperadas para llevar esta guerra a una conclusión favorable. El lanzamiento de misiles hipersónicos rusos con capacidad nuclear dirigida esta semana contra infraestructura clave de Ucrania fue un preocupante indicador de lo que podría hacer Putin si se ve acorralado. Tristemente, es de esperar que una Rusia con problemas de liquidez envíe cada vez más mareas humanas de reclutas mal entrenados a morir en el frente.  Donde terminará todo esto?

Edward Luce es el editor nacional del Financial Times para EEUU y columnista sobre temas de política y economía.  Anteriormente era el jefe de la oficina de Washington y también ha desempeñado otros trabajos para el Financial Times alrededor del mundo.  Anteriormente era el principal redactor de discursos para el secretario del Tesoro, Lawrence H. Summers, durante la administración del Bill Clinton.  

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