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La batalla por el control del mercado petrolero mundial

Los recortes de producción de la OPEP+ podrían ser contraproducentes para el cártel liderado por Arabia Saudita.

La visita de Joe Biden al príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, fue un ejercicio cuestionable desde un principio. Tres meses después, la recompensa del presidente estadounidense no fue el esperado aumento de la producción de petróleo, sino un recorte de 2 millones de barriles diarios por parte de la OPEP+ que ha aliado al cártel petrolero con Rusia desde 2016. A cinco semanas de las elecciones de intermedias en Estados Unidos, en las que los precios de la gasolina podrían desempeñar un papel decisivo, esto tiene toda la pinta de un desaire. También sugiere que Arabia Saudita se mantiene firme en su relación con Moscú, incluso cuando Vladimir Putin intensifica su guerra en Ucrania. El reino puede pensar que actúa en su propio beneficio y en el del cártel, pero sus acciones pueden convertirse en un error estratégico.

Los funcionarios saudíes y de la OPEP insisten en que los recortes no tienen una motivación política. Dicen que, frente a una probable recesión en Europa y en otros lugares que deprimirá la demanda, están tratando de imponer un piso a los precios, proteger los ingresos y aumentar la capacidad. Tras caer en una cuarta parte desde junio, los precios mundiales del crudo están, en términos equivalentes, también muy por debajo de los altísimos niveles que alcanzaron el gas natural y el carbón debido a la guerra de Rusia.

Sin embargo, el movimiento para reducir la producción ahora es parte de una lucha más amplia por el control del mercado mundial del petróleo. A Arabia Saudita le molestan los intentos de Estados Unidos de influir sobre los precios. El gobierno de Biden ejerce presión para que las grandes democracias del G7 y la UE pongan topes a los precios del petróleo ruso —para reducir los ingresos de Moscú. La OPEP ve esto como un intento de desplazar el equilibrio de poder hacia las naciones consumidoras, y teme que algún día ese mecanismo pueda implementarse en su contra.

Estados Unidos también llevó a cabo la mayor liberación de su Reserva Estratégica de Petróleo para tratar de frenar los precios del crudo y de la gasolina en los surtidores estadounidenses, una intervención tan fuerte como los nuevos recortes de la OPEP. Las inyecciones al mercado fueron a veces de alrededor de 1 millón de barriles diarios, aproximadamente el equivalente a lo que ascenderán los recortes de la OPEP teniendo en cuenta la subproducción de algunos miembros comparado con sus cuotas.

El cártel intenta recuperar el control del mercado y demostrar que aún tiene poder para fijar el precio. Seguramente, Arabia Saudita también participa del señalamiento político a un presidente estadounidense que calificó al país de “paria” después del brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi, y a una administración que siente que no apoya lo suficiente la seguridad de Riad en la región. Pretende demostrar que tiene otros amigos, en Pekín, Nueva Delhi y Moscú.

El príncipe heredero saudita corre el riesgo de exagerar, como solía hacer en el pasado. Es poco probable que China, India y Rusia ofrezcan a Arabia Saudita algo parecido a la misma protección de seguridad que Estados Unidos le ha brindado durante varias décadas. Hacer subir los precios del petróleo ahora sólo puede profundizar cualquier recesión inminente y la consiguiente destrucción de la demanda. Una Casa Blanca furiosa insinuó que ahora podría liberar aún más petróleo de las reservas de Estados Unidos. Los legisladores estadounidenses piden que se reactive la llamada legislación NOPEC (“No a los Carteles de Producción y Exportación de Petróleo”), cuyo objetivo es acabar con los cárteles energéticos.

La lección para EEUU y sus aliados occidentales es que sus socios en el Golfo no son confiables cuando se trata de energía, y la OPEP está decidida a maximizar los ingresos provenientes un activo cuya demanda eventualmente deberá reducirse como resultado de los esfuerzos liderados por Occidente para combatir el cambio climático. Por consiguiente, no siente ninguna obligación de brindar a sus consumidores seguridad energética a bajo costo.

Las naciones consumidoras occidentales tienen pocas respuestas a corto plazo, del lado de la oferta, más allá de invertir para elevar la producción de combustibles fósiles, lo que iría en contra de sus objetivos ecológicos. La respuesta a largo plazo a todos los múltiples problemas energéticos y climáticos que se enfrentan ahora es la misma: hacer esfuerzos reales, que hasta ahora apenas comenzaron, para reducir la demanda de petróleo, y acelerar el ritmo de avance hacia fuentes sostenibles y ambientalmente responsables.

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