El congresista, quien enfrenta 13 delitos graves en vísperas del 4 de julio, no tiene fecha de juicio, pero si una extensa lista de lectura legal que no dará tiempo para las últimas novelas de Grisham o Patterson.
Mientras otros republicanos se preparaban para celebrar el Día de la Independencia con el tradicional saludo patriótico en rojo, blanco y azul, el representante George Santos se encuentra en el laberinto del sistema judicial estadounidense, y compareció hoy viernes ante un juez federal por primera vez desde que se declaró inocente de 13 delitos graves en mayo.
El caso de Santos sigue en el limbo, sin fecha de juicio aún establecida. Pero en una audiencia que duró menos de 10 minutos, la fiscalía y la defensa acordaron reunirse de nuevo el 7 de septiembre. Santos y su abogado dijeron que pasarían el receso de agosto del Congreso repasando las pruebas proporcionadas hasta ahora por los fiscales que están recabadas en 80,000 páginas de documentos.
Santos, que llevaba una chaqueta a cuadros grises y una corbata roja clara, permaneció en silencio durante todo el proceso. Desapareció la actitud desafiante y combativa que había caracterizado sus conferencias de prensa y publicaciones en redes sociales. Después de la audiencia, se puso un par de gafas de sol oscuras y abandonó la sala sin hablar con los periodistas.
Santos —cuyas desventuras incluyen una etapa en una empresa supuestamente dedicada a ejecutar un esquema Ponzi, acusaciones de fraude con cheques en Brasil y Pensilvania, y mentiras sobre todo lo que hay bajo el sol, desde el voleibol universitario hasta el Holocausto— podría enfrentar hasta 20 años de prisión por fraude electronico, lavado de dinero y robo de fondos públicos. Santos, que representa partes de Long Island y Queens, fue acusado el mes pasado y se ha declarado inocente de todos los cargos.
Al salir del Tribunal, un grupo de cinco manifestantes comenzaron a gritar “renuncia”. Entre ellos se encontraba Richard Osthoff, un veterano que ha acusado a Santos de embolsarse dinero destinado a salvar la vida de su perro de servicio, Sapphire.
“Mataste a Sapphire, George”, gritó Osthoff por encima de la multitud mientras Santos se acercaba, añadiendo que creía que Santos tenía un “alma negra”.
Desde que Santos ayudó a los republicanos a asegurar el control de la Cámara de Representantes, ha enfrentado un intenso escrutinio. En diciembre, The New York Times reveló que había falsificado gran parte de su historia de vida, lo que provocó investigaciones sobre sus negocios y finanzas de campaña. Y aunque Santos, de 34 años, ha admitido que exageró su formación educativa y su historial laboral, se ha negado a renunciar y ha prometido buscar la reelección en 2024.
Los fiscales dicen que Santos orquestó tres esquemas. Aseguran que durante su más reciente carrera al Congreso, defraudó a los donantes por $50,000 que usó para comprar productos de diseño y cubrir deudas personales. Las autoridades también lo han acusado de cobrar fondos de desempleo mientras estaba empleado y de mentir en sus formularios de divulgación financiera de la Cámara.
Santos también está siendo investigado por el Comité de Ética de la Cámara, instancia que tomó la inusual medida de publicar un informe de estado la semana pasada. El reservado comité anunció que había emitido más de 30 citaciones y 40 solicitudes voluntarias de información relacionada con los formularios de divulgación financiera de Santos, negocios, campaña al Congreso en 2022 y una acusación de que acosó sexualmente a un posible asistente del Congreso.
El comité también reveló que había ampliado su investigación para incluir el punto de demanda criminal de que Santos solicitó falsamente más de $24,000 en beneficios de desempleo durante la pandemia mientras trabajaba en una empresa de inversión con sede en Florida.
No está claro cuándo concluirá su trabajo el Comité de Ética.
El orador Kevin McCarthy, quien goza de una mayoría de cinco votos en la Cámara de Representantes de 435 miembros, se ha negado a unirse a los demócratas y a algunos republicanos de Nueva York en pedir la renuncia de Santos, lo que forzaría una elección especial. Pero también ha dicho que no cree que Santos deba buscar la reelección, y ha dicho a los periodistas que consideraría expulsarlo, dependiendo de lo que determine el Comité de Ética.
La semana pasada, Santos perdió una batalla legal para detener la divulgación de los nombres de las dos personas que garantizaron su fianza de $500,000 después de que las organizaciones de noticias, incluido el Times, argumentaran para hacer públicas sus identidades. Sus garantes resultaron ser su padre y una tía.
El padre de Santos, Gercino dos Santos Jr., y su tía, Elma Preven, no tuvieron que aportar dinero ni propiedad para asegurar la fianza, según los documentos del tribunal. Pero podrían ser financieramente responsables si Santos falta a una comparecencia judicial o de otra manera viola las condiciones de su liberación.
Bajo su fianza, los viajes de Santos se limitan a Nueva York, Washington, D.C., y lugares intermedios. Debe obtener permiso previo para viajar a otros lugares, incluyendo eventos políticos y de campaña.
Santos encontró algunos pequeños bolsillos de apoyo el viernes. Mientras se dirigía desde el tribunal hasta un camioneta marrón, una mujer de mediana edad vestida de rojo se acercó y le entregó una pequeña bandera estadounidense.
Santos tomó la bandera y sonrió. Luego, se subió a su coche y se alejó a toda velocidad.
Michael Gold y Grace Ashford – Washington Post
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