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Wall Street se mete en la política hacia el 2024

Los inversionistas estadounidenses temen un segundo enfrentamiento entre Biden y Trump, pero la historia podría cumplir los rumores de un candidato alternativo.

Opinión de Gillian Tett

Cuando Jamie Dimon, jefe de JPMorgan, voló a Shanghái esta semana, podría haber esperado atraer atención por sus puntos de vista sobre las relaciones entre China y Estados Unidos. Pero eso fue antes de que interviniera en el predio Bill Ackman, el veterano gerente de fondos activista. El miércoles, Ackman hizo un apasionado llamado para que Dimon se postule a la presidencia en 2024, desafiando al actual Joe Biden en la candidatura demócrata.

“Nuestro país corre riesgo, con una deuda de $32tn (millones de millones) y sin final visible a los enormes déficits fiscales, caminando a una recesión en un momento de gran incertidumbre política”, tuiteó Ackman, lamentando que “@POTUS [es decir, Biden] es extremadamente débil y está en declive cognitivo [y] que el 70 por ciento de los demócratas no quieren que se presente”. ¡Uuff!

Para postularse “Jamie solo necesita un empujón de las personas que respeta y del electorado en general”, continuó Ackman, elogiándolo como el “centrista” para vencer tanto a Biden como a Donald Trump. El expresidente es actualmente el favorito como candidato presidencial republicano con un 56 por ciento de los votantes de tendencia republicana, según una reciente encuesta de Quinnipiac.

¿Se debería tomar en serio a Dimon como un posible POTUS? Parece difícil. Ackman me dice que no le informó a Dimon de antemano sobre el tuit. Pero los amigos de Dimon dicen que ha estado contemplando la idea de la presidencia durante algún tiempo; de hecho, ya había declarado en Shanghái que “tal vez algún día serviré a mi país en una capacidad u otra”. Además, no ha desestimado la sugerencia en público, todavía.

Sin embargo, la experiencia de ver a Mike Bloomberg, ex alcalde de la ciudad de Nueva York, gastar alrededor de mil millones de dólares en 2020 para perder su propia candidatura presidencial ha dejado a Dimon cauteloso respecto a la política. Y sabe que podría enfrentar ataques del ala demócrata progresista, que detestan su postura sobre los combustibles fósiles y su pedigrí de Wall Street. Además están las batallas legales sobre los lazos financieros de JPMorgan con el financiero caído en desgracia y pedófilo Jeffrey Epstein. El momento es malo.

Pero incluso si el globo de ensayo (Twitter) de Ackman estalla rápidamente, los inversionistas deben tenerlo en cuenta por al menos dos razones. Primero, muestra cuán frustrada se siente la élite empresarial de EEUU ante la perspectiva de otra contienda entre Biden y Trump (algo que también es cierto en el electorado en general).

El problema no es simplemente que ambos políticos, y sus partidos, tienen una alta tasa de desaprobación entre los votantes en general. Lo que realmente inquieta a los grandes posibles donantes de ambos partidos, según las conversaciones recientes que he tenido, es que la encuesta de Quinnipiac también sugiere que Biden y Trump estarían cabeza a cabeza en un enfrentamiento teórico.

Esto es alarmante para la democracia estadounidense, dado el rechazo reiterado de Trump a los resultados de las elecciones de 2020. Pero lo que realmente alarma a Wall Street es que un regreso del expresidente podría significar una nueva conmoción económica, en forma de toma de decisiones caprichosa, aislamiento geopolítico y aumento de los niveles de deuda. EEUU no puede permitirse eso, dado que las tensiones geopolíticas hoy en día son mucho peores que en 2016, junto con la situación fiscal del país.

La segunda razón por la cual el tuit de Ackman es revelador, al menos en un sentido simbólico, es que muestra que la élite de EEUU aún sueña con que un bloque centrista podría salvarlos. Y Dimon no es la piedra de toque aquí. Cuando el Milken Institute celebró su conferencia anual el mes pasado en California, uno de los puntos de conversación más populares en las cenas privadas de los financistas fue si Joe Manchin, el senador demócrata de West Virginia, podría postularse como candidato presidencial independiente con el respaldo de la plataforma bipartidista No Labels.

Manchin parece incierto. “Si bien entiendo que los estadounidenses están frustrados con el mal funcionamiento de DC, actualmente estoy centrado en hacer mi trabajo” para West Virginia, me dice. Los líderes de la organización No Labels no decidirán si lanzar un desafío como un tercer partido hasta la próxima primavera, y no harán eso si las encuestas sugieren que la jugada entregaría una victoria a Trump.

En cualquier caso, la historia muestra que los candidatos presidenciales de terceros partidos en EEUU siempre han tenido un desempeño muy malo, ya que el duopolio de los dos partidos está profundamente arraigado. Para entender por qué, vale la pena releer un análisis penetrante publicado por la Harvard Business School en 2017. Katherine Gehl y Michael Porter utilizan un análisis antimonopolio para mostrar por qué la “industria política” de Estados Unidos fomenta un extremismo tan dañino, aunque muchos votantes tienen instintos centristas.

“El fracaso de la política ha persistido porque los controles y equilibrios normales de la competencia saludable están neutralizados” (como pueden estarlo en los duopolios), escriben ambos, señalando que “la fallida competencia en la política se perpetúa sobre todo por las muy altas barreras de entrada, muchas de las cuales son artificiales e intencionalmente construidas para disuadir la nueva competencia y los sustitutos”. En otras palabras, los candidatos independientes luchan.

Pero incluso si esto hace que los rumores en torno a Dimon, o Manchin, suenen descabellados, No Labels no debería ser ignorado, especialmente porque muchos donantes de Wall Street, incluido Ackman, me dicen que lo están respaldando como una “opción” o “estrategia de seguro”. Si nada más, muestra que no son solo los votantes convencionales quienes han perdido la confianza en el sistema político; muchos de los ultra ricos también se sienten como “huérfanos” políticos.

Y eso sugiere que la carrera para 2024 podría volverse menos predecible de lo que los mercados financieros esperan. Ahora que los dramas del límite de la deuda parecen (casi) terminados, los inversionistas deben prepararse para lo que viene.

Gillian Tett es directora ejecutiva de la junta editorial del Financial Times.  Escribe semanalmente columnas que cubren una variedad de temas económicos, financieros, políticos, sociales y ecológicos.  Asimismo es una de las cofundadoras de Moral Money, un boletín informativo sobre la sostenibilidad ambiental.  Tett ha recibido premios de la prensa británica como columnista del año (2014), periodista del año (2009) y periodista de negocios del año (2008).

Derechos de Autor – The Financial Times Limited 2021.

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