Un obrero que toca la puerta equivocada. Una animadora que confunde otro automóvil con el suyo. Los pequeños errores pueden tener grandes consecuencias en una nación plagada de armas.
El técnico de mantenimiento de Carolina del Norte acababa de llegar para arreglar los desperfectos de una fuga. El adolescente de Georgia tan solo buscaba el departamento de su novia. La animadora de Texas simplemente quería encontrar su automóvil en un aparcamiento oscuro después del entrenamiento.
Cada uno de ellos fue accidentalmente a la dirección equivocada o abrió la puerta equivocada – y cada uno recibió un disparo. Habían cometido errores inocentes que se convirtieron en ejemplos del tipo de errores mortales que pueden ocurrir en un país repleto de armas, ira y paranoia, y en cuya mayoría de estados los propietarios de armas se han visto facultados con nuevas leyes de autodefensa.
Esta semana, la cuestión de los tiroteos que surgieron por “una equivocación de domicilio” suscitó protestas e indignación generalizada después de que el propietario de una vivienda de Kansas City (Missouri) disparara a un joven de 16 años que tocó el timbre equivocado. Días después, una mujer de 20 años del norte del estado de Nueva York recibió un disparo mortal después de que ella y sus amigas se equivocaran de acceso a una vivienda rural. Y luego dos animadoras en Texas fueron tiroteadas después de que una se equivocara de auto en un oscuro aparcamiento.
Pero muchos otros casos han atraído menos atención. En julio de 2021, un hombre de Tennessee fue acusado de blandir una pistola y dispararla después de que dos trabajadores de una empresa de cable entraran por error en su terreno. En junio, un hombre de Virginia fue detenido después de que las autoridades determinaran que había disparado a tres hermanos adolescentes perdidos que habían entrado accidentalmente en su propiedad.
“Primero disparan y después averiguan”, dijo Justin Diepenbrock, que vive en el condado de Polk, Florida, donde las autoridades dicen que un padre y un hijo que buscaban lo que pensaban que era un ladrón abrieron fuego el año pasado contra una mujer que aparcaba su auto después de trabajar un turno de noche.
¿El catalizador? Los vecinos acusados del tiroteo habían visto a Diepenbrock en la cámara de un timbre cuando dejaba un pedido de medicamentos por error en la puerta de su casa, según los expedientes judiciales.
No se dispone de cifras exactas, pero estos tiroteos son relativamente poco frecuentes en un país con casi 49.000 muertes por arma de fuego al año. Sin embargo, los defensores del control de armas afirman que son un claro ejemplo de la rapidez con la que Estados Unidos recurre a las armas, y de lo trágicos que pueden ser los resultados.
Cada uno de estos incidentes fue el resultado de acontecimientos únicos. Pero activistas e investigadores afirman que se deben a una convergencia de factores de mayor importancia: el aumento del miedo a la delincuencia y el consiguiente incremento de la posesión de armas, los mensajes políticos cada vez más extremistas sobre las armas de fuego, el alarmismo en los medios de comunicación y las campañas publicitarias de la industria armamentística que ilustran las puertas de casas de los suburbios como si fuera una barrera fortificada contra un mundo violento.
“El grupo de presión que promueve las armas las comercializa como algo necesario para defenderse: son como martillos en busca de clavos que clavar”, afirma Jonathan Lowy, abogado y activista contra la violencia armada que demandó a los fabricantes de armas en nombre de las víctimas de tiroteos masivos y sus familias.
Los grupos nacionales de defensa de los derechos de las armas guardaron relativo silencio tras el tiroteo de Kansas City, y muchos republicanos apoyaron ampliamente la decisión del fiscal de presentar cargos. Cuando un periodista preguntó sobre el caso al senador republicano Josh Hawley, defensor a ultranza de las leyes de defensa personal denominadas Stand Your Ground, que permiten usar la fuerza letal en enfrentamientos, expresó su apoyo a los fiscales. Luego pasó rápidamente al tema de la anarquía en las grandes ciudades.
“No creo que el problema sean los propietarios de armas que sí respetan la ley”, infirió Hawley. “Creo que el problema son los delincuentes que van y disparan a la gente”.
La percepción de que la delincuencia, especialmente los delitos violentos con armas de fuego, ha aumentado no es un mito fabricado. Las tasas nacionales de homicidio han aumentado alrededor de un tercio desde 2019, según datos del gobierno, incluso teniendo en cuenta los modestos descensos que ha habido en los tiroteos mortales de los últimos 18 meses.
Y algunos delitos contra la propiedad que disminuyeron o se estabilizaron durante la pandemia de coronavirus se han disparado en los últimos meses, siguiendo de cerca el aumento de la inflación: Los hurtos y robos en las principales ciudades aumentaron alrededor de un 20 por ciento en el primer semestre de 2022, tras haber disminuido los dos años anteriores, según constató el Consejo de Justicia Penal.
Las compras de armas aumentaron durante la pandemia y los disturbios, así como las protestas por la justicia racial tras el asesinato de George Floyd. Casi el 20 por ciento de los hogares estadounidenses compraron un arma entre marzo de 2020 y marzo de 2022, y alrededor del 5 por ciento de los estadounidenses compraron un arma por primera vez, según una encuesta de la Universidad de Chicago.
Al mismo tiempo, estados republicanos como Florida y Texas aprobaron nuevas leyes que permiten a la gente portar armas abiertamente o portar armas ocultas sin permiso.
Más de 30 estados también tienen leyes Stand Your Ground. Algunos han reforzado recientemente sus leyes sobre la “doctrina del castillo”, haciendo más difícil procesar a los propietarios que alegan defensa propia en un tiroteo.
“La gente se vuelve paranoica y se preocupa en exceso, y entonces, sucede que alguien llama a su puerta sin previo aviso”, afirma Lowy, fundador de Global Action on Gun Violence, un grupo de control de armas con sede en Washington.
Byron Castillo, de 51 años, sabe lo que es llamar a la puerta sin avisar.
En la mañana del 30 de enero de 2020, Castillo dijo que fue enviado a un apartamento del segundo piso en High Point, Carolina del Norte, para pintar y reparar los daños de una cocina con fugas. Indicó que era el encargado de mantenimiento y llamó a la puerta tres veces. La respuesta del inquilino, que estaba adentro, fue abrir la puerta y disparar a Castillo en el estómago sin mediar palabra, aseguró.
Se arrastró hasta su camioneta y condujo hasta la oficina del complejo de departamentos, donde se desplomó en el suelo a la espera de una ambulancia. Pasó un mes en el hospital y otros cinco meses recuperándose en el sofá, intentando recuperar la fuerza en las piernas y sobrellevar el dolor en el pecho, donde los cirujanos habían realizado una incisión.
Castillo dijo que posteriormente se enteró de que el trabajo de reparación era para un departamento del primer piso.
El Departamento de Policía de High Point declaró que los fiscales declinaron presentar cargos. En un comunicado de 2020 recogido por los medios de comunicación locales, la policía señaló que “por circunstancias desafortunadas, el Sr. Castillo intentó entrar por error en el departamento equivocado”, y que el hombre que le disparó pensó que era un ladrón.
Castillo todavía no puede creer lo sucedido.
“Levaba las brochas y los rodillos en la mano”, aseguró. “¿Cómo podría ser una amenaza para alguien? ¿Podría matar a alguien con una brocha?”
Más de tres años después, Castillo sigue pagando semanalmente un mínimo de $30 de las cuentas del hospital y sigue sintiendo una presión en el pecho a lo largo de la cicatriz quirúrgica. Asegura que en cada nuevo trabajo de pintura o reparación recorre las casas vacías gritando para anunciar su llegada y verificando cada habitación para asegurarse de que n o haya alguien esperándolo con una pistola.
Los fiscales han presentado cargos en varios de los tiroteos que han surgido por “una equivocación de domicilio” que han sido noticia en los últimos años, en parte porque las víctimas claramente no tenían intención de provocar un conflicto.
Kevin Monahan, de 65 años, el propietario de una vivienda al norte del estado de Nueva York acusado de matar a Kaylin Gillis, fue acusado de asesinato. Andrew Lester, propietario blanco de 84 años de Kansas City, acusado de herir a Ralph Yarl, quien es negro, fue acusado de agresión y acción criminal armada; el fiscal dijo que había un “factor racial” en el tiroteo.
El efecto de las leyes de autodefensa que protegen a los propietarios de viviendas y de armas es objeto de un intenso debate, en el que sus defensores sostienen que su mera presencia disuade de comportamientos delictivos o desórdenes civiles. El gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, recurrió recientemente la ley estatal “defender tu posición” para pedir a la junta de indulto estatal que anule la condena de un hombre que afirmó haber matado a un manifestante de Black Lives Matter en 2020 porque se sentía amenazado.
Pero varios estudios a gran escala han sugerido que estas leyes tienen pocos beneficios, aumentan la probabilidad de violencia armada y podrían discriminar a los grupos minoritarios, especialmente a los negros.
Según el Giffords Law Center to Prevent Gun Violence, que apoya el control de armas, los tiroteos en los que personas blancas dispararon a personas negras tenían casi tres veces más probabilidades de ser considerados “justificados” que los casos en los que personas blancas dispararon a otras personas blancas.
Un análisis de 2023 de investigaciones académicas recientes realizado por la organización no partidista Rand Corp. no encontró pruebas de que dichas leyes tuvieran el efecto disuasorio que afirmaban sus promotores, y había algunos indicios, aunque no concluyentes, de que las leyes podrían explicar algunos aumentos de la violencia armada.
No existen estadísticas locales o nacionales confiables sobre el uso de armas de fuego en defensa propia, y el Centro de Investigación para el Control de Lesiones de Harvard, que estudia los datos sobre delincuencia, descubrió que en realidad, el uso de armas era más probable en suicidios, en disparos accidentales, en casos de armas robadas o que se blandieran en disputas domésticas en comparación con el uso de armas para defenderse de un ataque externo.
La Asociación Nacional del Rifle y otros grupos defensores del derecho a las armas llevan mucho tiempo rebatiendo estas valoraciones, citando encuestas que muestran un uso mucho mayor de las armas para la legítima defensa.
En Atlanta, los padres de Omarian Banks, de 19 años, aseguraron que su hijo no representaba ninguna amenaza la noche de marzo de 2019 en que le dispararon en la puerta del departamento equivocado.
Era más de medianoche, y Banks estaba cansado después de un turno en McDonald’s, indicaron sus padres. Así que cuando le dejaron en el complejo de departamentos de su novia, donde todos los edificios son casi idénticos, se acercó accidentalmente a la puerta equivocada y comenzó a tocar.
Banks intentó disculparse por su error, pero, según la policía y la novia de Banks, el inquilino del departamento, Darryl Bynes, le dijo a Banks: “Tranquilo, esta si es la casa que buscas” y le disparó mortalmente. Bynes, de 32 años, será juzgado por asesinato este verano.
Según la familia, Banks esperaba trabajar algún día como electricista junto a su padre y su hermano menor. En cambio, su madre y su padre dijeron que habían pasado los últimos días reviviendo su trauma tras ver la noticia de otro joven, éste en Kansas City, tiroteado tras presentarse en una dirección equivocada.
“¿Cuándo van a aprender?”, cuestionó la madre de Banks, Lisa Johnson-Banks. “Sé que la gente tiene derecho a proteger sus viviendas. Pero es necesario que se tomen un minuto antes de actuar. Porque es el hijo de alguien al que van a asesinar”.
Jack Healy, Glenn Thrush, Eliza Fawcett y Susan C. Beachy – The New York Times
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