Una serie de factores está impulsando un resurgimiento del interés por la fabricación.
La industria está de regreso. Durante las últimas décadas, el sector ha sido ignorado y ha recibido pocas inversiones al tiempo que Wall Street ha dado la bienvenida a Silicon Valley, los servicios y todo lo relacionado con la tecnología. La fabricación, sobre todo en los países ricos como Estados Unidos, se consideraba una “vieja gloria”. Cada vez eran menos quienes querían invertir o trabajar en ella. El inevitable declive de los puestos de trabajo en las fábricas se convirtió en un tópico económico.
Ahora, en nuestro mundo posneoliberal que se está desglobalizando, las cosas están cambiando. A medida que la resiliencia sustituye a la eficiencia como mantra empresarial, los países y las empresas están reforzando la capacidad industrial en sectores estratégicos como los semiconductores, los vehículos eléctricos, las tecnologías limpias y la agricultura, incluso cuando el cambiante panorama salarial mundial y el arbitraje energético están llevando la producción de bienes de menor margen de ganancia, como los textiles o los cerca del plano doméstico.
Pero en EEUU se está produciendo un resurgimiento aún más amplio de la industria manufacturera después del Covid. Mientras que los fabricantes estadounidenses recortaron 1,36 millones de puestos de trabajo durante la pandemia, los datos de agosto muestran que han vuelto a incorporar 1,43 millones, un aumento de 67.000 trabajadores. Y ese avance se observa en distintas zonas geográficas y sectores.
En parte, se trata de una iniciativa federal para favorecer las compras nacionales. En parte, tiene que ver con las demoras en la cadena de suministro que favorecen una mayor producción nacional. Y una parte se relaciona también con el continuo desacople de China, así como con la actual inflación de los costos del transporte. Pero más allá de esto, hay algo que se pasa por alto y de lo que no se informa: la fuerza oculta de los fabricantes estadounidenses no listados y a menudo familiares.
Como alguien familiarizada con la planta de producción (mi padre dirigió líneas de producción de componentes para automóviles en varias empresas en el Medio Oeste, y finalmente creó su propio negocio) siempre he pensado que la historia del “declive de la industria en EEUU” era exagerada.
Más allá de los titulares de la catástrofe de Detroit o del vaciamiento del cinturón industrial (rust belt), siempre ha habido muchas empresas industriales más pequeñas, basadas en la comunidad y alejadas de las presiones de Wall Street, que han sido capaces de mantener su competitividad invirtiendo más en tecnología y esforzándose por mejorar la mano de obra local.
Ahora muchos líderes empresariales empiezan a estar de acuerdo. Asutosh Padhi, socio director de McKinsey en Norte América, escribió recientemente un libro con sus colegas titulado The Titanium Economy (La economía del titanio), sobre estas empresas manufactureras del mercado medio, subestimadas y de gran rendimiento, el 80 por ciento de las cuales no cotizan en Bolsa. Los autores creen que serán los favoritos del futuro. Suelen tener ventas de entre $1.000 y $10.000 millones, entre 2.000 y 20.000 empleados y registraron una tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR por sus siglas en inglés) del 4,2 por ciento entre 2013 y 2018, superando el S&P 500 en un 1,3 por ciento.
Son las empresas que fabrican lo que “está a nuestro alrededor, por todas partes: en nuestros automóviles, nuestros teléfonos móviles, nuestra joyería, equipos deportivos, herramientas quirúrgicas y mucho más”. Estas empresas reciben menos del 1 por ciento del capital en riesgo disponible y, sin embargo, como me dice Padhi, “si quieres un crecimiento sólido, año tras año, son el lugar donde hay que estar”.
¿Por qué tienen tanto éxito estas empresas que a menudo se pasan por alto? En parte porque tienen una visión a largo plazo, algo que es más fácil de hacer cuando la compañía no está listada. Las investigaciones demuestran que las empresas no cotizantes invierten el doble de dinero en cosas como I&D, capacitaciones y otras formas de gasto de capital productivo a largo plazo que las empresas listadas similares, que a menudo experimentan caídas en el precio de sus acciones cuando invierten en el futuro en lugar de devolver dividendos o recomprar acciones. Como bien dice Padhi, “hay una diferencia entre una buena acción y una buena empresa”.
Pero también se trata de ser el mejor de la clase. Esto significa invertir en la tecnología industrial de punta, seguir los edictos de la “producción eficiente” para aumentar la calidad y la productividad, y utilizar las cadenas de suministro locales para innovar más rápidamente y gestionar mejor el riesgo. Las empresas que operan de este modo siguen el modelo de las líderes globales, alemanas y japonesas: conseguir que equipos integrados de ingenieros, científicos, obreros y directivos trabajen en proximidad genera los mejores resultados.
Estuve la semana pasada en las Carolinas, observando empresas de la cadena de suministro textil que trabajan exactamente de esta manera. No solo están reforzando su negocio en el país, sino que, en algunos casos, están acaparando más cuota de mercado mundial, ya que las empresas de Europa trasladan sus negocios a Estados Unidos para beneficiarse de los precios más bajos de la energía. Algunos fabricantes de automóviles alemanes, por ejemplo, están trasladando más producción a Norteamérica para evitar los trastornos derivados de la guerra en Ucrania.
Los socios de McKinsey concluyen que “a medida que la tecnología más avanzada se imponga en los productos y procesos industriales”, más puestos de trabajo volverán a Estados Unidos. Es una gran noticia para la economía estadounidense, ya que las empresas de la economía del titanio pagan en promedio más del doble del salario que perciben los trabajadores del sector de servicios ($63.000 frente a $30.000 anuales). También son las empresas con mayor número de puestos de trabajo vacantes en todos los niveles, distribuidos en comunidades de todo el país.
Quienes crecimos en esos lugares siempre lo hemos sabido. Ahora los inversionistas también lo están aprendiendo. A medida que se desinfle la burbuja tecnológica, supongo que aumentará el interés del mercado por la industria.
Rana Foroohar
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