La actividad empresarial está más animada, pero aún quedan muchos retos por resolver.
Opinion de Martin Wolf
Siempre se aprende algo del Foro Económico Mundial. Como mínimo, uno se entera de lo que la gente rica y poderosa piensa que está pasando. Pueden estar equivocados: de hecho, a menudo lo están. Como se nos ha recordado recientemente, el mundo está lleno de sorpresas. Pero aquí están mis reacciones.
Los empresarios se sienten más animados. Sí, siguen sufriendo los legados del Covid, la reapertura postpandemia con inflación y el ataque de Rusia a Ucrania. Siguen amenazados por la hostilidad entre Estados Unidos y China. Pero las noticias han sido más positivas: a Ucrania le ha ido mejor en su lucha por la supervivencia, a los lunáticos les ha ido peor de lo esperado en las elecciones de mitad de mandato en EEUU, los precios del gas han caído, la inflación base puede haber alcanzado su punto máximo, los temores de recesión se han disipado y China ha vuelto a abrirse.
Con estos antecedentes, examinemos algunos de los temas más importantes, empezando por las perspectivas económicas.
El estado de ánimo general sobre la economía en los países de renta alta es de mayor optimismo sobre el futuro a corto plazo. Sin embargo, estos optimistas pueden estar adelantándose a los acontecimientos. El crecimiento del PIB nominal estadounidense ha sido demasiado acelerado para ser congruente con una inflación del 2 por ciento. Los salarios estadounidenses también han crecido cerca del 5 por ciento en el último año, mientras que el índice de desempleo sigue siendo bajo. Nada de esto es congruente con el logro del objetivo de inflación de forma sostenida. Si se toma en serio a la Fed (lo cual yo hago), esto implica una política monetaria más restrictiva y una economía más débil de lo que muchos esperan. Otra posibilidad es que la Reserva Federal se rinda demasiado pronto y se vea obligada a volver a endurecer su política un año o dos después. En cuanto al BCE, es seguro que intentará que la inflación vuelva al 2 por ciento lo antes posible.
Sin embargo, en muchos países en desarrollo se respira inquietud. El legado del Covid, los elevados precios de los alimentos y la energía, las altas tasas de interés y la fortaleza del dólar han puesto en serias dificultades a muchos países de ingresos bajos y medianos. La preocupación de algunos responsables políticos, especialmente africanos, era palpable.
Las historias procedentes de China e India, las gigantescas economías emergentes del mundo, eran bastante diferentes. Liu He, vice primer ministro saliente, vino a decir a los participantes que China no solo está abierta de nuevo, interna y externamente, sino que esta apertura también abarca a su sector privado. Un hombre de negocios occidental que conozco bien, residente en China desde hace mucho tiempo, confirmó el cambio. Una explicación plausible es que Xi Jinping decidió que el crecimiento importa. Este año será claramente fuerte. No está claro si el nuevo enfoque se mantendrá a largo plazo. Eso es inevitable cuando el poder está tan concentrado. La necesidad de un control estricto seguramente volverá.
La delegación india fue la más numerosa en Davos. Su comunidad empresarial se siente claramente optimista ante la perspectiva de que en la actualidad quizás sea el país más poblado del mundo. De hecho, a menos que las cosas vayan mal (siempre es posible), esta debería ser la gran economía de más rápido crecimiento del mundo en las próximas dos décadas. Las oportunidades deberían abundar.
Otro punto importante es la política comercial e industrial. La mal llamada Ley de Reducción de la Inflación estadounidense está hipnotizando a las empresas europeas, muchas de las cuales se plantean trasladar allí sus operaciones; en parte para aprovechar sus oportunidades, pero también para sacar partido de los precios más bajos de la energía en Estados Unidos. Es el comienzo de una guerra de subvenciones, en la cual Estados Unidos, con su vasto presupuesto federal, lleva las de ganar; aunque Ursula von der Leyen, jefa de la Comisión Europea, propuso posibles respuestas. Tengo pocas dudas de que estas políticas serán un despilfarro. Pero deben acelerar la introducción de nuevas tecnologías climáticas. El nacionalismo económico puede ser ahora la única forma de hacerlo. También está dividiendo a Occidente en un momento crucial.
Casi igual de sorprendente fue la forma en la cual Katherine Tai, representante comercial de EEUU, enmarcó la política comercial estadounidense en términos de intereses y derechos de los trabajadores. Sin embargo, lo más significativo no fue esto, sino la aparente ausencia de una visión estadounidense de cómo debería funcionar el sistema comercial mundial. La otrora potencia hegemónica no sólo ha desarrollado profundos recelos hacia China, siendo esta la única política verdaderamente bipartidista; ha abandonado el interés por el sistema.
Un área de interés importante es el sector tecnológico. Por el momento, y ojalá sea permanentemente, el alboroto sobre las criptodivisas ha disminuido. Esto deja el campo libre a las espectaculares mejoras de los sistemas de pagos mundiales que podrían aportar las monedas digitales de los bancos centrales. En cuanto al medio ambiente, la mayor expectativa se centró esta vez en el cambio hacia el hidrógeno. Parece, en efecto, un elemento crucial para una economía más sostenible desde el punto de vista medioambiental.
Sin embargo, el mayor revuelo se produjo en torno a la inteligencia artificial. ChatGPT se robó el show. La capacidad de las personas que se dedican a la IA para sentirse descaradamente entusiasmadas con sus creaciones, es tan comprensible como aterradora. Cuanto más observo las creaciones de la industria tecnológica, más temo estar viendo al aprendiz de brujo en la vida real. La diferencia es que nadie tiene la capacidad de desactivar este hechizo.
Por último, muy presente en todo momento estuvo el ataque a Ucrania. En un desayuno de trabajo, Boris Johnson renació: informó a la audiencia de que no había ninguna posibilidad de que Vladimir Putin utilizara armas nucleares. Espero que tenga razón. Pero la cuestión que planteó el debate fue clara: el intento de Putin de recrear el imperio ruso no puede permitirse. Convertiría a Europa en una zona radical y permanentemente insegura. Envalentonaría a los neoimperialistas de todo el mundo. Debe ser derrotado.
En general, las noticias han sido mejores en los últimos meses. La ausencia de otra gran conmoción es una buena noticia en sí misma. Sin embargo, aún quedan muchos retos por resolver, entre los que destacan la búsqueda de un final rápido y satisfactorio para la guerra y la lucha contra el cambio climático. Las cosas pueden estar un poco mejor, pero se encuentran lejos de estar bien.
Martin Wolf es jefe de comentario económico del Financial Times, Londres. Fue nombrado Comandante del Imperio Británico en el año 2000 por “sus servicios al periodismo financiero”.
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