Una publicación que hizo en las redes sociales a primera hora de la mañana fue un pistoletazo de salida para los funcionarios republicanos: muchos corrieron hacia el bando del expresidente y denunciaron a un fiscal demócrata que lo investiga.
Desde que Donald Trump dejó el cargo, los demócratas y un número menor de republicanos se han comprometido a garantizar que nunca vuelva a ocupar la Casa Blanca, donde recuperaría un enorme poder sobre la nación y en todo el mundo.
Sin embargo, en su insistencia en seguir adelante con una campaña mientras se enfrenta a múltiples investigaciones penales, su displicencia hacia el apoyo a Ucrania contra la agresión rusa y sus continuas provocaciones en las redes sociales y en los discursos de campaña, Trump ha demostrado que no necesita controlar los resortes del Gobierno para tener un efecto en el país —y, en opinión de muchos, para hacer daño.
A los que creían que el secreto para desterrar a Trump era privarlo de atención, que ignorarlo lo haría desaparecer, les ha demostrado que esa es una ilusión.
Para comprenderlo, basta con ver los acontecimientos del sábado. El día comenzó con una publicación de Trump, a las 7:26 de la mañana, en su sitio de medios sociales, Truth Social, declarando que sería arrestado el martes, aunque el momento sigue siendo incierto, y llamando a la gente a “protestar” y “recuperar nuestra nación”.
El efecto fue como el de un pistoletazo de salida: provocó que los líderes republicanos se apresuraran a ponerse del lado de Trump y a atacar al fiscal del distrito de Manhattan, el demócrata Alvin Bragg, quien ha indicado que es probable que presente cargos contra Trump en relación con los pagos de soborno, en 2016, a una estrella porno que dijo haber tenido una aventura con él.
El presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, aliado de Trump, escribió en Twitter que la investigación de Bragg era un “abuso de poder” y que ordenaría a los comités del Congreso que investigaran si había dinero federal involucrado, una amenaza apenas velada en un momento clave antes de que Bragg aclare sus planes.
Otros republicanos denunciaron las esperadas acusaciones como motivadas políticamente. Entre ellos había un candidato presidencial declarado, Vivek Ramaswamy, y un candidato potencial que aún no ha entrado formalmente en el campo de las primarias, el exvicepresidente Mike Pence.
A nadie se le escapó que las investigaciones a las que se enfrenta Trump incluyen una investigación del Departamento de Justicia sobre sus esfuerzos por mantenerse en el poder en el periodo previo al ataque del 6 de enero de 2021 contra el Capitolio por parte de una turba de sus partidarios, varios de los cuales han declarado a los fiscales que se sintieron convocados a Washington por un tuit de Trump el mes anterior.
Las autoridades de Nueva York ya se estaban preparando para posibles disturbios en respuesta a una acusación antes de la llamada a la acción de Trump el sábado por la mañana. Y aunque algunos republicanos no se hicieron eco de su llamamiento a las protestas mientras lo defendían, fueron relativamente pocos los que se opusieron públicamente a ellas. El domingo, McCarthy pareció dividir la diferencia, diciendo que no creía que la gente debiera protestar por una acusación y que tampoco creía que Trump creyera realmente que debieran hacerlo, según NBC News.
“Hay mucho poder en la presidencia, algo peligroso en manos de un demagogo con intereses particulares”, dijo David Axelrod, veterano estratega demócrata y exasesor del presidente Barack Obama. “Pero, como hemos visto, también hay algunas limitaciones institucionales. Sin ellas, no habría barandillas alrededor de Trump. Y cuanto más asediado se sienta, más inclinado estará a inflamar la acción de la multitud”.
El control de Trump sobre el partido ya ha durado mucho más que su mandato. Aunque las elecciones legislativas de 2022 revelaron su debilidad a la hora de elegir candidatos que pudieran ganar unas elecciones generales y su incapacidad para centrarse en temas que atraigan a un grupo más amplio de votantes, ha seguido doblegando al Partido Republicano a su voluntad.
Al no ser el titular, Trump carece de la plataforma definitiva desde la cual convocar a sus seguidores, así como de las trampas del poder que tanto atraen a algunos de los que más verbalmente lo apoyan.
Pero la fuerza de Trump como presidente nunca derivó enteramente del propio cargo. Llevaba décadas creando una base de seguidores en todo el país y presentándose como sinónimo de éxito en los negocios, aunque esa imagen era tanto artificio como realidad.
Durante años, Trump se movió en algunos de los círculos de poder de Nueva York, incluso cuando otras élites le rehuían. Tiene vínculos desde hace décadas, por ejemplo, con las fuerzas del orden de Nueva York, cuyos organismos desempeñarían un papel en la prestación de seguridad durante una eventual acusación, detención o comparecencia.
Dennis Quirk, jefe de la asociación de funcionarios judiciales, una vez asesoró a Trump en la construcción de la pista Wollman, la pista de patinaje sobre hielo de Central Park cuya renovación fue crucial para que Trump se vendiera como un innovador.
Trump recibió el respaldo del mayor sindicato policial del país, la Orden Fraternal de Policía, en 2020. Y su ayudante personal durante muchos años, Keith Schiller, era detective de la policía de Nueva York.
Entre los que atacaron al fiscal del distrito de Manhattan el sábado estaba Bernard B. Kerik, excomisario de policía de Nueva York, quien participó en los esfuerzos para mantener a Trump en el poder tras las elecciones de 2020 y lo conoce desde que Trump era principalmente un promotor inmobiliario de Nueva York.
“En algún momento, los agentes de las fuerzas del orden locales, estatales y federales deben levantarse y marcharse, ¡si se ven obligados a participar en persecuciones políticas ilegales!”, escribió Kerik en Twitter. “No se puede incumplir la ley para hacerla cumplir, y eso es exactamente lo que está haciendo @ManhattanDA”.
Maggie Haberman – The New York Times
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