Vivian Cativo lleva 22 años poniendo vacunas, educando a los pacientes sobre la prevención y el control de la diabetes, hablándoles y escuchándolos en español de sus dolencias y preocupaciones en Mary’s Center. Estas son solo algunas de las muchas responsabilidades que tiene esta salvadoreña, poseedora de un título de enfermera de Montgomery College.
En El Salvador era tecnóloga en salud materno infantil, una ocupación parecida a la de una partera. “Tenía 30 años cuando emigré con mi familia. Tuvimos que aprender inglés lo más pronto, eso me ayudó a conseguir un trabajo como intérprete y orientadora de pacientes con diabetes. Un día supe que tenían una plaza en Mary’s Center. Me la dieron y me convertí en la empleada número 50”.
Era la única que daba atención directa a los pacientes en la clínica de Adams Morgan. Su vocación de trabajo, su eficiencia y don de gente la ha convertido en coordinadora de los servicios entre pacientes, médicos y proveedores de salud. Es la que pone al día la lista de suministros, vigila que las esperas y trámites no se alarguen. Ella es la responsable de que el sistema funcione y de supervisar a 17 asistentes médicos y a dos enfermeras.
“Encontrarme con una clínica que les atendía a los pacientes en su propio idioma fue una alegría. Parte de mi trabajo requiere hablar en español y lo hacemos casi sin darnos cuenta”, dice esta enfermera registrada, quien acaba de recibir el reconocimiento de campeona en inmunización, entregado por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
Hablar en el lenguaje de los pacientes
Según las estadísticas de 2018 de la Asociación Nacional de Enfermeras Hispanas en Estados Unidos hay casi tres millones de profesionales, de ese grupo apenas unas 135 mil 600 son hispanas. Cativo es una de ellas y se necesitan muchas más para atender y entender a los pacientes, escuchar sus preocupaciones, tranquilizarlos frente al diagnóstico de una de una enfermedad crónica o referirlos a los servicios sociales si tienen dificultades financieras. Esto solo es posible si hay alguien que les entienda en su idioma.
“Nuestro trabajo es traducir el lenguaje médico a los pacientes. Recuerdo que una señora se alarmó cuando el doctor le dijo que tenía obesidad, ella no sabía qué enfermedad era esa. Le expliqué que tenía unas cuantas libras demás y que podíamos ayudarle a bajar de peso y se tranquilizó. Otra recibió el diagnóstico de que tenía hipertensión y en su ingenuidad nos dijo: ‘pero yo no me siento deprimida”. Si la enfermera y el paciente no se entienden culturalmente y no hablan el mismo idioma es muy difícil que se vayan con la información correcta”, dice Cativo.
Esta profesional que es enfermera, madre y abuela se bautizó en Mary’s Center solo atendiendo a embarazadas en atención prenatal y después del parto. Con el tiempo las puertas se abrieron para los niños, los esposos y compañeros y “hoy vemos pacientes de cero días hasta el final de la vida, la mayoría son hispanos”.
Inmunización: un compromiso muy personal
Las pacientes llegan solo por una mamografía o un Papanicolau, porque así funciona el sistema en algunos países latinoamericanos. Es un trabajo de enfermeras como Cativo hacerles comprender que aquí en una misma cita pueden hacerse todos esos exámenes, recibir charlas de planificación familiar, informarse sobre los riesgos de enfermedades de trasmisión sexual, del consumo del cigarrillo, el alcohol y las drogas.
¿Su mayor fortuna profesional?: “Haberme ganado la confianza de muchos pacientes y ver con el pasar de los años me traen a sus a hijos para atenderlos”. Mientras que su mayor frustración es “ver que cuando nuestras posibilidades clínicas se agotan no tenemos donde referirlos porque no tienen seguro o tienen uno muy básico. Es difícil verlos declinar en su salud y no poder ayudarlos”.
Al igual que miles de sus colegas, durante la pandemia se metió en capas de uniformes protectores y mascarillas y al ser la más veterana dio el ejemplo tomando las pruebas, enviando a los pacientes a los hospitales y no pocas veces se tragó el dolor al ver que no se los podía salvar.
Para esta enfermera no todos los días son iguales. Si ayer dio cuidado directo a los pacientes con enfermedades crónicas, les enseñó a ponerse la insulina, a chequearse el nivel de azúcar, mañana es para entrenamiento de personal, asignar responsabilidades y si le queda tiempo asistir a reuniones. Sin embargo, hay una misión de la que nunca se descuida: la inmunización preventiva en coordinación con el Departamento de Salud de DC.
Tosferina, varicela, papiloma virus son entre algunas de las enfermedades que con solo una vacuna se salvarán. Educar y ganarse la confianza sobre la importancia de las vacunas es un compromiso muy personal. “Lo he vivido en carne propia, a mi abuela la inyectaba para aliviarle el dolor del cáncer de útero, que se habría evitado con una vacuna. Me siento obligada a informar a la comunidad cómo salvarse de enfermedades prevenibles. Para eso sirven las vacunas”.