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Se busca presidente ejecutivo para Twitter

Los candidatos ideales son los que disfrutan sufrir y no se desaniman en caso de quiebra, asegura Elon Musk.

Vox populi, vox Dei: Elon Musk, hablador profesional, segundo hombre más rico del mundo y (al menos por ahora) director ejecutivo de Twitter, invocó la frase en latín el mes pasado cuando consultó a los usuarios de la plataforma si debía restablecer la cuenta de Donald Trump. Una escasa mayoría votó a favor, y Musk respetó su decisión. Otra semana, y otra encuesta de Musk sobre decisiones trascendentales para Twitter: ¿debería dimitir como director ejecutivo? El pueblo ha hablado y el 57,5 por ciento opina que sí. El martes dijo que respetará el resultado de la votación, en la que votaron 17,5 millones de personas. Es la decisión correcta para Musk, para sus empresas y para los 238 millones de usuarios diarios “rentables” de Twitter.

Para Musk, ceder parte del control diario de Twitter implicaría contar con el tiempo necesario para concentrarse en el resto de su importante cartera de empresas. Si el voluble hombre de negocios puede dedicar más tiempo y atención a perfeccionar los vehículos eléctricos, los vuelos espaciales comerciales y los implantes cerebrales, y menos tiempo a los tuits, sin duda será una ganancia neta para la humanidad.

SpaceX se prepara para su primer lanzamiento orbital de prueba de su sistema de cohetes Starship, con el que Musk espera poder viajar algún día a Marte. Mientras tanto, los inquietos accionistas de Tesla ya demandaron a Musk por considerar que, a costa de ellos, la empresa lo ha enriquecido con $56.000 millones en opciones sobre acciones. Prometió dedicar más tiempo al fabricante de autos eléctricos, que se ha visto afectado desde que compró Twitter; el precio de sus acciones se ha desplomado un 60 por ciento desde finales de octubre, cuando Musk cerró su adquisición por $44.000 millones. La semana pasada vendió otros $3.600 millones de sus acciones de Tesla, el cuarto tramo desde que anunció su oferta por Twitter en abril.

Esa venta podría utilizarse para recomprar parte de la deuda de Twitter (que se ha disparado hasta los $12.500 millones desde su adquisición), lo cual aliviaría la presión de los pagos de intereses de la empresa y protegería su inversión de capital. El autodenominado “jefe tuitero” también está intentando comercializar acciones de Twitter (un aspecto más que exige su tiempo y atención) con la esperanza de alcanzar los mismos $54,20 por acción que pagó por privatizar la empresa. Tras admitir públicamente que pagó de más por Twitter, esperar que los demás hagan lo mismo es mucho pedir. Pero no hay que descartar a Musk: después de todo, es uno de los recaudadores de fondos más exitosos del mundo.

Por supuesto, sustituir a un director ejecutivo multimillonario caprichoso por uno que debe anticiparse a los caprichos de un multimillonario caprichoso que sigue siendo su propietario supone un riesgo para Twitter. Lo ideal sería que Musk diera autonomía a su sucesor. Pero incluso si no lo hace (como parece probable), un nuevo director ejecutivo funcionará al menos como mediador entre Musk y los empleados y usuarios de Twitter. Hubo una reducción brutal de empleados desde que asumió el cargo, mientras que los usuarios han sido víctimas de sus tuits, los cuales cambian radicalmente la política de la empresa, de sus lamentables disputas con periodistas sobre la libertad de expresión y su amplificación de las teorías de la conspiración y el sensacionalismo que incita al odio. Todo esto ha asustado a los patrocinadores.

En realidad, Musk indicó antes de la encuesta del pasado fin de semana que dimitiría. El martes confirmó que lo hará “en cuanto encuentre a alguien lo suficientemente insensato como para aceptar el trabajo”. Es como si a Cenicienta le prometieran que podrá ir al baile cuando haya terminado todas sus tareas. ¿Quién querría aceptar el cáliz envenenado de ser el director ejecutivo de una empresa con importantes problemas financieros, que se enfrenta a vientos en contra regulatorios y que trabaja bajo las órdenes de un dueño exigente que es también uno de los usuarios más prolíficos y populares de Twitter? Las especificaciones del puesto, tal y como las presenta Musk, no son más que un proceso de descarte: “Te debe gustar mucho el dolor. Hay una complicación: hay que invertir los ahorros de toda una vida en Twitter, que está en la vía rápida hacia la quiebra desde mayo. ¿Todavía quieres el trabajo?” Las solicitudes ya están abiertas.

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