Una encuesta publicada recientemente muestra un resumen de los focos de conflicto que más preocupan a los responsables políticos estadounidenses. Pero incluso esa lista no contempla muchas otras crisis alrededor del mundo.
Para muchos responsables políticos occidentales, la invasión rusa de Ucrania es la crisis clave del momento. Es comprensible: una guerra abierta en Europa de esta magnitud marcó un momento histórico en el continente, realineó la gran estrategia de las principales capitales europeas y revitalizó la alianza transatlántica. Mientras tanto, el efecto dominó de la guerra (impactos sobre las cadenas de suministro, los mercados energéticos y los sistemas alimentarios mundiales) han generado otras crisis en lugares lejanos, desde África Occidental hasta el sur de Asia.
Pero hay mucho más de qué preocuparse en el mundo. Dos estudios recientes (uno de un grupo de expertos y otro de una organización humanitaria internacional) exponen los retos que deberían inquietar a los responsables políticos mundiales en 2023.
La Encuesta Anual sobre Prioridades Preventivas, publicada por el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR por sus siglas en inglés), encuestó a más de 500 funcionarios del gobierno, responsables políticos y académicos estadounidenses sobre la probabilidad de que se produzcan determinados acontecimientos este año y sobre cómo afectaría los intereses de Estados Unidos. Clasificó estas contingencias en tres niveles de posibles focos de conflicto y crisis, al menos desde el punto de vista de Washington.
Curiosamente, el informe señala que, por primera vez desde 2008, cuando se empezó a realizar la encuesta a las élites de la política exterior, “no se propuso como contingencia plausible la posibilidad de que una organización terrorista extranjera cometiera un ataque con víctimas masivas contra Estados Unidos o a uno de sus aliados clave”. En otras palabras, “desde la perspectiva de los encuestados, la era del 11-S ya terminó”, afirmó Paul Stares, director del Centro de Acción Preventiva del CFR, en una reunión informativa celebrada el martes.
Las siete amenazas más urgentes de 2023 que se enumeran en la encuesta son las siguientes:
- que se origine “una grave crisis en el estrecho de Formosa” que arrastre a Estados Unidos a un enfrentamiento con China por Taiwán;
- una escalada en la guerra de Ucrania que vea “cómo las armas no convencionales se extienden a los países vecinos”;
- un ciberataque que afecte las infraestructuras cruciales de EEUU,
- el colapso económico y la inquietud social en Rusia debido a las consecuencias de la guerra, lo que llevaría a una espiral desestabilizadora;
- que Corea del Norte intensifique sus pruebas con armas nucleares y misiles balísticos de largo alcance;
- que el gobierno derechista de Israel emprenda acciones encubiertas o directas contra el programa nuclear iraní, poniendo a la diplomacia sobre las capacidades nucleares de Teherán en un callejón sin salida;
- y la posibilidad de que un desastre natural y la preocupación social en Centroamérica generen una nueva oleada migratoria hacia Estados Unidos.
“Todas las conversaciones que he mantenido sobre Ucrania a lo largo del año han girado en algún momento en torno a Taiwán”, afirmó Suzanne Maloney, vicepresidenta y directora de política exterior de la Brookings Institution, un destacado grupo de expertos. En la misma sesión informativa del CFR, Maloney aludió a la preocupación generalizada que hay en Washington de que China se esté preparando para una invasión de la democracia insular a sus puertas.
Este resumen de los aspectos que más preocupan a los responsables políticos estadounidenses sigue pasando por alto otro mundo de crisis. El mes pasado, el Comité Internacional de Rescate (IRC) dio a conocer su lista anual de vigilancia de emergencias de los 20 países con mayor riesgo de catástrofe humanitaria. Ucrania, aunque se encuentra sumida en una guerra ruinosa, solo ocupa el décimo puesto en la clasificación del IRC. Otros países se encuentran en condiciones aún peores: A la cabeza de la lista se encuentran las naciones del Cuerno de África, Somalia y Etiopía, azotadas por la sequía y la guerra. Cientos de miles de personas viven ya en condiciones de hambruna en estos dos países, y las agencias de ayuda advierten de que se avecinan estragos mucho mayores. En Somalia, cerca de la mitad de la población necesita actualmente ayuda humanitaria.
Luego está Afganistán, que abandonó el primer puesto de la lista de observados solo por la gravedad de las crisis en África Oriental. El derrumbe económico que se ha visto agravado por la toma del poder por parte del Talibán ha sumido en la miseria a gran parte del país. El estancamiento político en torno a Kabul (los talibanes son parias internacionales y sus reservas de divisas se encuentran congeladas por las sanciones estadounidenses) no hace más que empeorar las cosas. “A pesar de los esfuerzos por involucrar [al gobierno Talibán], no se ha acordado un plan para abordar el colapso económico de Afganistán”, señaló el IRC. “Ahora que casi toda la población vive en la pobreza y se prepara para otro largo invierno, una escalada de las necesidades humanitarias representa un riesgo en 2023”.
Como informé anteriormente, para las organizaciones humanitarias, la guerra de Ucrania ha sido una doble tragedia: ha desencadenado una serie de presiones en cascada que han afectado a países pobres de otros lugares, al mismo tiempo que ha provocado que las súplicas de las agencias de ayuda el año pasado cayeran en cierto modo en saco roto. Sabíamos desde hacía meses que Somalia se enfrentaba a una devastadora epidemia de hambruna, pero los responsables humanitarios afirman que el financiamiento y la respuesta internacional han llegado tarde.
Los 20 países de la lista de vigilancia del IRC representan alrededor del 90 por ciento de las personas que necesitan ayuda humanitaria en el mundo, el 81 por ciento de las personas que han sido desplazadas de sus hogares de manera forzosa, el 80 por ciento de los que padecen inseguridad alimentaria aguda y solo el 1,6 por ciento del producto interno bruto mundial. Su precariedad es, en sí misma, un reflejo de las enormes desigualdades del sistema mundial.
“La mayoría de las crisis en los países de la lista de vigilancia no son nuevas”, escribió David Miliband, presidente y director general del IRC, en el prólogo del informe anual. “Pero el hecho de que estas crisis sean prolongadas no las hace menos urgentes. La principal razón por la que estamos presenciando nuevos y preocupantes niveles récord de necesidad es porque tres catalizadores clave de las crisis (los conflictos armados, el cambio climático y las turbulencias económicas) están llevando a nuevos extremos las crisis que ya existían desde hace tiempo. Y, en algunos casos, también están provocando nuevas crisis”.
Washington Post – Ishaan Tharoor
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