Los aumentos del costo de vida generan endeudamiento entre los empleados, incluso en tiempos en los cuales el mercado laboral sigue siendo ajustado.
Los responsables de la política económica y los empresarios están muy preocupados por la inflación salarial. El trabajador promedio, no tanto. Esto se debe a que el crecimiento mensual del salario real global— que refleja el poder adquisitivo de los mismos descontando la inflación del costo de vida — cayó a un 0,9 por ciento negativo en el primer semestre de 2022. Es la primera vez desde 2008 que el crecimiento del salario real global es negativo, según un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo.
Mientras que la inflación en áreas como alimentos y combustible golpea con más fuerza a los pobres en todos los países, el descenso comparativo de los salarios reales frente a los nominales ha sido en realidad más pronunciado en el mundo rico. Entre los países avanzados del G20, el crecimiento de los salarios reales en el primer semestre de 2022 se redujo a menos 2,2 por ciento, mientras que el crecimiento en los países emergentes del G20 se ralentizó, pero se mantuvo positivo en 0,8 por ciento.
Entre los países ricos, América del Norte se ha visto especialmente afectada; el crecimiento medio de los salarios reales en EEUU y Canadá cayó hasta un 3,2 por ciento en el primer semestre de 2022. No es de extrañar que la preocupación que sienten los responsables políticos por las espirales de los precios en relación con los salarios no concuerde para nada con la experiencia real de la mayoría de los trabajadores norteamericanos.
Aunque el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, reconoció en un discurso pronunciado la semana pasada en la Brookings Institution que la inflación por el costo de vida se estaba comiendo un porcentaje mayor del cheque salarial medio, también señaló que había 1,7 ofertas de empleo por cada trabajador desempleado en Estados Unidos.
Aunque los problemas de la cadena de suministro relacionados con la pandemia han remitido en su mayor parte y los mercados energéticos se están estabilizando, “los aumentos salariales van a ser probablemente una parte muy importante de la historia [de la inflación] en el futuro”, dijo Powell. “Lo que se ve es un desequilibrio real entre la oferta y la demanda”, continuó, con una inflación salarial que sigue estando demasiado por encima de la tasa de inflación del 2 por ciento fijada por la Fed, forzando a los bancos centrales a continuar la compresión monetaria.
¿Por qué? Sin duda, la pandemia de Covid-19 desempeñó un papel muy importante; la participación de la fuerza laboral se desplomó en 2021 y aún no se ha recuperado totalmente. Muchas personas siguen sin trabajar porque continúan luchando contra la enfermedad o porque cuidan de personas dependientes. Pero una parte más importante de la historia es el aumento de las jubilaciones, que representa más de la mitad del déficit de mano de obra de 3,5 millones personas en Estados Unidos. Las personas mayores que perdieron su empleo durante la pandemia están teniendo problemas para volver a encontrar trabajo, incluso en un mercado ajustado. Otros simplemente se jubilan anticipadamente por el efecto riqueza proveniente del alza de los valores de la vivienda y de la bolsa durante los últimos años.
Además, la vicepresidenta de la junta del Banco de la Reserva Federal, Lael Brainard, se pregunta si las tendencias, desde la desglobalización hasta los cambios demográficos y la disrupción climática, pueden haber cambiado también la elasticidad del mercado laboral, creando más volatilidad e inflación.
Cualesquiera que sean las causas subyacentes de la rigidez del mercado laboral, el hecho de que los aumentos salariales no sigan el ritmo de otros tipos de inflación supone un enorme reto para los responsables políticos y los directivos de empresas. En respuesta al alza de la inflación, las empresas están aumentando los precios al consumidor, al tiempo que imponen lo que llamo una “reduflación”: reducir tanto el tamaño de los productos como la calidad de los servicios en lugares como hoteles, restaurantes y aeropuertos.
También están invirtiendo en tecnología, a veces con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo, y lo hacen a un ritmo más rápido de lo habitual en un intento por compensar la inflación salarial. Pero en los países más desarrollados, como Estados Unidos, donde el gasto de los consumidores representa hasta dos tercios del producto interno bruto, si la gente no recibe más dinero en sus cheques de pago, ni las empresas ni la economía pueden crecer con fuerza.
En el pasado, los aumentos de productividad de los trabajadores justificaban las alza salariales. Sin embargo, según la OIT, este año se registra la mayor diferencia desde 1999 entre el crecimiento de la productividad y el crecimiento de los salarios reales en los países de altos ingresos. La gente trabaja más y mejor. Pero, sencillamente, no están viendo tantos beneficios monetarios derivados de sus esfuerzos como en el pasado.
Dada la diferencia entre productividad y salarios, hay razones para pensar que las empresas, en particular las que todavía disfrutan de márgenes de ganancias superiores a la media, tienen margen para ampliar la parte del pastel correspondiente a la mano de obra. Me encantaría que se desplegaran diversas estrategias al respecto; incentivos para las empresas que inviertan en la formación de los trabajadores u otras formas de gasto de capital productivo que apoyen el trabajo, por ejemplo. Los estadounidenses también podrían mirar a Europa, donde los planes de retención de empleados y los subsidios salariales mantienen los niveles salariales reales más altos que en Estados Unidos, incluso ajustados a la inflación energética.
Los estadounidenses también están luchando contra un tipo diferente de inflación creada en gran parte por décadas de política de expansión monetaria: las alzas de los precios de los activos. La inflación de los servicios de vivienda es del 7 por ciento y va en aumento. Pero incluso esta cifra contradice el impacto real del costo de la vivienda. Entre las tasas de interés mucho más altas y los elevados precios, la cuota promedio de una hipoteca fue un 77 por ciento más alto en octubre comparado con el año anterior, según el sitio web Realtor.com.
Esto nos lleva a una verdad importante: la inflación de bienes y servicios no ha hecho más que aumentar en los últimos dos años. Pero en las últimas décadas hemos tenido mucha inflación en otros ámbitos, incluidos los precios de los activos. Es una amarga ironía que mientras la política monetaria alimentó la burbuja en todo, y los banqueros centrales deben ahora sofocar la inflación, no tienen herramientas para arreglar lo que realmente está roto en los mercados laborales.
Rana Foroohar
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