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La guerra de Ron DeSantis contra el movimiento “woke” coloca a BlackRock en primera línea

Florida es el más reciente estado Republicano en arremeter contra la inversión ESG.

Woke, Inc. (eso que llaman algunos al “despertar” de la izquierda) está bajo ataque. Los frentes de batalla se decidieron en la última guerra cultural de Estados Unidos en la que Ron DeSantis, el gobernador de Florida, es su general. Su más reciente disparo hacia lo que describe como “capitalismo woke” la lanzó contra BlackRock, el mayor gestor de inversiones del mundo. Su provocación fue la inversión de al menos una parte de sus $8tn (millones de millones) de activos bajo gestión aplicando los principios medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) y decir a las empresas que piensen en el riesgo climático. Esto, según DeSantis y el director financiero de Florida, desobedece el deber fiduciario de BlackRock de dar prioridad a la rentabilidad por encima de todo. Sin embargo, tratar de decirle a un gestor de fondos en qué empresas puede invertir y en cuáles no es politizar las decisiones empresariales precisamente de la forma en que DeSantis afirma oponerse.

Florida se comprometió este mes a retirar de BlackRock hasta $2.000 millones en valores a largo plazo y fondos de corto plazo. DeSantis ya lideró una resolución para impedir que los fondos de pensiones del estado tuvieran en cuenta la ESG a la hora de invertir los ahorros de pensión de los trabajadores. La medida sigue a sus ataques contra otras grandes empresas que considera demasiado progresistas, incluida la postura de Disney sobre cuestiones LGBTQ, que costó a la empresa, al menos temporalmente, su capacidad para gestionar su propio gobierno privado en torno a su parque temático de Orlando. Este manual de estrategias destaca por qué DeSantis está emergiendo como la nueva gran esperanza de la derecha Republicana, y por qué suben las probabilidades de que pueda vencer a Donald Trump en la nominación del partido a la presidencia. DeSantis posee toda la destreza de Trump para hacer política demagógica con poco de su lastre.

Pero Florida se limita a seguir a otros estados Republicanos. Los estados rojos que argumentan que la ESG es perjudicial para sus economías y pensiones estatales retiraron unos $1.000 millones de BlackRock. Los fiscales generales de 19 estados Republicanos denunciaron a BlackRock por priorizar el “activismo” sobre el deber fiduciario para con sus fondos de pensiones estatales.

Los movimientos son puro teatro político. En cualquier caso, para BlackRock han creado una pesadilla política y un mosaico de responsabilidades en EEUU, por no hablar del resto del mundo. Hay indicios de que esta postura está surtiendo el efecto deseado. Vanguard, rival de BlackRock, anunció el miércoles que abandona la alianza financiera que pretende hacer frente al cambio climático y que ha provocado la ira de los Republicanos.

Desde el punto de vista financiero, las medidas corren el riesgo de perjudicar al trabajador promedio por el cual DeSantis y los 19 fiscales generales estatales dicen luchar. Si los fondos de pensiones tienen que vender sus participaciones para salir de BlackRock durante la actual recesión del mercado, lo único que eso logrará es garantizar las pérdidas para los titulares de pensiones. Los estados podrían enfrentar juicios si los titulares de pensiones se vieran perjudicados.

BlackRock es un objetivo obvio, no solo por su gran tamaño (gestiona cinco de los 20 principales fondos sostenibles de Estados Unidos), sino también por la franqueza de su fundador, Larry Fink, sobre el cambio climático, algo que le ha generado enemigos en estados con mucho petróleo como Texas. Sin embargo, el otro extremo del espectro político ha cuestionado las credenciales ESG de BlackRock por no ir lo suficientemente lejos. Algunas de sus estrategias permiten invertir en empresas de combustibles fósiles como forma de impulsar la transición hacia energías más limpias.

Hay problemas obvios con la ESG, que ha crecido hasta convertirse en una industria de $40tn bajo la cual han surgido prácticas cínicas como el “lavado verde de cara”. Pero la tensión entre la inversión sostenible y el deber fiduciario de los gestores de inversiones no está tan clara. BlackRock sostiene que ignorar el cambio climático pone en peligro las inversiones a largo plazo. Es una discusión que quizá tenga que resolverse en los tribunales. Hasta entonces, en la guerra fabricada entre las grandes empresas y la política, son los pensionistas de a pie quienes se ven atrapados en el fuego cruzado.

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