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El verdadero objetivo de Putin es aislar a Rusia de Occidente

El discurso del presidente sobre el estado de la nación muestra cómo la represión interna está estrechamente ligada a la campaña de Ucrania.

Opinión de Tony Barber

El Presidente Vladimir Putin no sólo ha redoblado su guerra de agresión en Ucrania, sino que ha trazado un rumbo para la política interior, la economía y la cultura que reafirma su objetivo de lograr una ruptura decisiva entre Rusia y Occidente.

El discurso de Putin sobre el estado de la nación, pronunciado el martes, no ofreció esperanzas de que fuera a poner fin a la guerra, que entra ya en su segundo año, ni de que se echara atrás en su ambición de dividir el Estado ucraniano.

Pero su discurso también puso de relieve que su guerra está estrechamente vinculada a un esfuerzo paralelo para acabar con la disidencia interna y aislar a Rusia de lo que condena como influencias occidentales hostiles o degeneradas.

En otras palabras, los objetivos de Putin no son sólo la conquista territorial permanente en Ucrania, sino la reconstrucción de la sociedad rusa sobre una base permanente y no occidental, invirtiendo una tendencia que ha avanzado a los tropiezos desde la muerte de José Stalin en 1953.

El primer objetivo de Putin es razón suficiente para que el pueblo ucraniano continúe su guerra de autodefensa. Pero su segundo objetivo subraya el abismo que ha surgido entre su visión de Rusia y una sociedad ucraniana que se identifica cada vez más con Occidente desde la anexión de Crimea por el Kremlin y el fomento de la secesión en el sureste de Ucrania en 2014.

Putin hablaba sólo unas horas antes de que el presidente estadounidense, Joe Biden, pronunciara un discurso en Varsovia en el que se esperaba que presentara el apoyo de Occidente a Ucrania como un esfuerzo colectivo para defender la democracia, la independencia nacional y la integridad territorial del país.

La confirmación de que el deterioro de las relaciones ruso-estadounidenses se extiende más allá de la guerra de Ucrania apareció en la declaración de Putin de que Moscú va a suspender su participación en el tratado New Start sobre armas nucleares intercontinentales, el último gran acuerdo de control de armas nucleares que queda entre ambos países.

Sin embargo, la idea central del discurso de Putin fue que Rusia está siendo atacada militar, política, económica y culturalmente por Occidente y que los dirigentes prooccidentales de Ucrania son un peón en esta estrategia.

En una aparente referencia a los argumentos de algunos comentaristas —principalmente en Estados Unidos y partes de Europa central y oriental—, de que el propio Estado ruso podría desintegrarse bajo las presiones de la guerra de Ucrania, Putin atacó a Occidente por “apostar por traidores nacionales” para “destruir a Rusia desde adentro”.

Afirmó que la economía rusa era cada vez más autosuficiente gracias a las sanciones occidentales, y reforzó su compromiso de inculcar al sistema educativo de su país valores patrióticos no occidentales.

Fue significativo que, en distintos momentos de su discurso, Putin vertiera su desdén sobre los oligarcas empresariales rusos por tratar de mantener vidas privilegiadas en Occidente, y elogiara la tradición histórica distintiva de la identidad rusa enraizada en la religión cristiana ortodoxa.

En efecto, Putin estaba advirtiendo a las élites empresariales que las tendencias de inclinación occidental que empezaron a dar forma a gran parte de la economía rusa durante el gobierno de Boris Yeltsin, el primer presidente poscomunista de la nación en los años noventa, no tienen cabida en el Estado y la sociedad reconfigurados de su imaginación.

Putin incluso citó con aprobación a Piotr Stolypin, ministro principal de Nicolás II tras la revolución de 1905: “En la causa de la defensa de Rusia, todos debemos unificar y coordinar nuestros esfuerzos, derechos y responsabilidades para apoyar el único derecho histórico y superior de Rusia: el derecho a ser fuerte”.

De este modo, el presidente trató de revestir su gobierno de la legitimidad de lo que considera la tradición precomunista de un Estado poderoso y centralizado que organiza a la sociedad rusa en torno a un objetivo común.

Para Putin, un elemento de ese propósito común es una campaña militar implacable y aún incompleta en Ucrania. No parece probable que la guerra termine en un futuro próximo.

Tony Barber es editor de comentario europeo para el Financial Times. Anterioremente fue corresponsal en  Austria, Bélgica, Alemania, Polonia, la antigua Unión Soviética, EEUU y la antigua Yugoslavia.

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