En este 2022 muchos hemos experimentado eventos climáticos extremos como olas de calor y tormentas que solían ocurrir una vez cada 100 años. La frecuencia con la que vivimos estos fenómenos sugiere que hemos empezado a ver los efectos irreversibles de lo que llamamos cambio climático y que, según el amplio consenso científico, van a modificar la vida en la tierra como la hemos conocido hasta hoy. Este pudo ser el mejor año frente a lo que nos espera en las próximas décadas.
Hasta la semana pasada, el sello distintivo de la temporada de huracanes este año había sido una calma inusual. Agosto llegó y se fue sin que se registrara una sola tormenta en el Atlántico, algo que no ocurría desde 1997. Eso cambió con el embate del huracán Fiona en Puerto Rico y República Dominicana, y con la llegada del poderoso huracán Ian a Cuba y Florida.
Los últimos 10 años la temperatura promedio de la Tierra se ha elevado más que en cualquier otro periodo del que se tenga registro. Cada año se establece un récord y 2022 no será la excepción. Este calentamiento está teniendo consecuencias catastróficas en el delicado equilibrio ecológico del planeta.
Sequías prolongadas que amenazan cosechas y aumentan la capacidad destructiva de incendios forestales. Huracanes cada vez más intensos y frecuentes. Océanos intoxicados y la desaparición hasta de 60 por ciento de las especies animales en la Tierra, incluidos los arrecifes de coral, condiciones meteorológicas más extremas y crecientes en el nivel del mar.
Esto es lo que permitió que el huracán Ian se intensificara con rapidez entre Cuba y Florida. Por un lado, las cálidas temperaturas en la superficie del mar Caribe que están por encima del promedio histórico para esta época del año, una atmósfera más cálida que puede transportar cantidades adicionales de vapor de agua y un aumento en el nivel del mar. En el caso de la zona de impacto, casi 23 centímetros desde 1947 lo que le da una mayor plataforma de lanzamiento al efecto de la marejada. El resultado es un sistema tan poderoso que no solo impacta las costas de Florida sino el territorio central con la marejada ciclónica que trajo la tormenta y que penetró varios kilómetros de la costa oeste del estado. Los expertos instaron la evacuación de 2.5 millones de personas al considerar que es imposible sobrevivir el paso de la tormenta en la zona de impacto.
Estos son los desplazados climáticos y muchas de estas personas desafortunadamente no tendrán un hogar al cual regresar tras el paso de la tormenta. El Banco Mundial calcula que hasta 140 millones de personas serán desplazadas por fenómenos climáticos en los próximos 20 años. Muchos de los migrantes caribeños y centroamericanos que llegaron al país en los últimos años son parte de esta estadística.
Lo mismo ocurre con las emisiones de dióxido de carbono que han alcanzado su máximo histórico. La presencia de CO2 en la atmósfera registró por primera vez en 2019 la cifra de 415 partes por millón. Una concentración que no se había observado en 3 mil millones de años, es decir, antes de que los seres humanos existiéramos en el planeta.
¿Qué hacer cuando los esfuerzos de mitigación, adaptación y combate al cambio climático resultan insuficientes? Esa es la pregunta que se hacen los habitantes de varias zonas de California, Texas y Luisiana esta noche. Apenas hace unos días el departamento forestal y de protección contra incendios de California, conocido como CalFire, les pidió a todos los residentes del estado, alrededor de 40 millones de personas, que tuvieran un plan de evacuación listo en caso de que los incendios forestales que azotan a esa entidad los obligaran a abandonar sus hogares repentinamente. Tan solo la semana pasada el fuego en California arrasó con más hectáreas que durante todo 2019.
Un análisis publicado por el New York Times y ProPublica estima que en los próximos 30 años cerca de 200 millones de personas tendrán que abandonar sus hogares obligados por el deterioro del medio ambiente. Esto significa que, en muchos casos, hemos perdido la batalla y que la única opción viable es la retirada.
Es por esto que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias en Estados Unidos ha anunciado que parte de su presupuesto se enfocará en reubicar poblaciones en riesgo en los próximos años. El cálculo determina que es más costoso reconstruir que reubicar a estas comunidades, muchas de ellas latinos
Los latinos estamos más expuestos a los efectos más severos de lo que llamamos cambio climático porque tradicionalmente vivimos en espacios más vulnerables al mal tiempo y porque pasamos más tiempo afuera trabajando. Somos poco más del 17 por ciento del total de la población de Estados Unidos, pero el 30 por ciento del total de los trabajadores al aire libre.
Cada verano aproximadamente 32 millones de trabajadores en este país laboran al aire libre, teniendo que soportar temperaturas extremas que superan los 100 grados Fahrenheit y que ponen en peligro sus vidas. Entre ellos destacan los trabajadores de la construcción, los campos agrícolas, jardineros, reparadores de techos y repartidores, entre muchos otros, que durante la pandemia de COVID-19 han sido clasificados como esenciales. El riesgo de morir por exposición al calor excesivo de personas que laboran a la intemperie es 35 veces mayor que el de la población general.
La escala de la emergencia climática nos obliga a contemplar lo que hasta hace poco parecía impensable. Ante la inacción de los gobiernos y la ausencia de políticas públicas diseñadas para taclear el problema del calentamiento global, millones de personas en todo el mundo enfrentan la posibilidad de convertirse en refugiados o desplazados climáticos. Los efectos de esta crisis ambiental no solo se sienten en rincones lejanos del planeta o en lugares alejados de nuestra realidad. Están ocurriendo aquí y ahora.