Las teorías no verificadas que asocian la contaminación ambiental con la aparición de identidades transgénero están ganando popularidad entre ciertas facciones políticas, a pesar de la ausencia de evidencias científicas sustanciales. Profesionales de la medicina e investigadores advierten de que estas teorías infundadas intensifican los prejuicios contra una comunidad que ya sufre marginación.
En una reciente disputa, Robert Kennedy Jr., candidato presidencial demócrata famoso por su defensa del medio ambiente, desató la polémica. Propuso en un podcast que las “exposiciones químicas” causaban que los niños sufran disforia sexual. Kennedy citó investigaciones sobre “disruptores endocrinos”, en particular un pesticida llamado atrazina. Este químico es conocido conocido por estimular el desarrollo de órganos reproductores del sexo opuesto… en ranas. Especuló sobre un efecto similar en los seres humanos, un comentario que más tarde fue aclarado por su campaña, afirmando que se refería a la “disforia de género”.
La aparición de este tipo de teorías conspirativas se remonta a 2015, con figuras políticas extremas en Estados Unidos y Europa que las respaldan cada vez más. Estas especulaciones se han impulsado en plataformas de medios sociales y podcasts con el tiempo. En particular, el teórico de la conspiración de extrema derecha Alex Jones ha difundido la creencia de que los productos químicos ambientales están causando que las ranas y los seres humanos se vuelvan “gay.”
Sin embargo, Tyrone Hayes, el científico que llevó a cabo la investigación sobre pesticidas mencionada por Kennedy, expresó su descontento por el hecho de que su trabajo se distorsionara para sugerir que las personas transexuales están “contaminadas”. Hayes aclaró que ninguna investigación corrobora la idea de que estas sustancias químicas influyan en la identidad de género humana.
Sin correlación
Shanna Swan, especialista en sustancias químicas “alteradoras endocrinas”, reconoció el potencial de estas sustancias químicas para afectar al género, dados sus efectos confirmados sobre la reproducción humana. Sin embargo, afirmó definitivamente que cualquier conexión entre estas sustancias químicas y el género humano sigue siendo “extremadamente incierta”. Además, subrayó que no hay pruebas que indiquen un aumento de la población transexual.
Los defensores de los derechos de los transexuales consideran que la propagación de esta hipótesis sobre el género y las sustancias químicas forma parte de una disputa política más amplia. Observan un aumento de las iniciativas estatales que limitan las opciones de atención médica y los derechos de identificación de género de las personas transgénero, impulsadas por varios grupos cristianos y conservadores. Algunos legisladores que defienden estas leyes han utilizado un lenguaje despectivo, aislando aún más a la comunidad transexual.
Mark Pitcavage, investigador principal del Centro sobre Extremismo de la Liga Antidifamación, expresó su preocupación por el uso indebido de estas teorías infundadas como herramientas para atacar a la comunidad LGBTQ+. Del mismo modo, Brandon Wolf, representante de Equality Florida ante los medios de comunicación, considera que la hipótesis del género-químico forma parte de un “cóctel de histeria” que fomenta la promulgación de leyes anti-LGBTQ+.
Aunque es innegable que las sustancias químicas tienen un impacto significativo en nuestras vidas, no hay pruebas que indiquen que influyan en la identificación de las personas como transgénero.”
