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Con Rishi Sunak como primer ministro, ojalá vengan tiempos aburridos para Gran Bretaña

Los conservadores británicos tuvieron una segunda oportunidad, y, por defecto, eligieron a Rishi Sunak como primer ministro. Lo único que faltaría es que quieran revertir el “brexit”, dice Zulfikar Abbany.

A veces conviene comenzar con una broma, o con una cita de un escritor o un filósofo respetable. Pero los últimos acontecimientos en la política británica son tan tristes y desconcertantes que, para empezar, solo puedo pensar en unas palabras inmortales pronunciadas por Johnny Rotten: “¿Has tenido alguna vez la sensación de haber sido engañado?” No voy a entrar en la historia acerca del por qué de esa frase de Rotten, el cantante de Sex Pistols, pero sí diré que la pronunció con una sonrisa burlona, como era su costumbre.

Y no puedo sacarme de encima la sensación de que habrá multitudes de caras burlonas cuando Rishi Sunak  camine hacia el número 10 de Downing Street como el quinto primer ministro en seis años. Cuando salude a las cámaras de televisión, ¿qué verá? ¿Y qué pensará?

Habrá miembros de su propio partido, los conservadores, también conocidos como los tories, y de la prensa delante del número 10 de Downing Street, la nueva, y -me apresuro a añadir- temporal morada de Sunak.

Ellos harán chistes sobre el tipo de sueños que tendrá Sunak cuando, finalmente, su cabeza descanse en su almohada de primer ministro, en una cama donde solo hace unas noches uno podía imaginarse a Liz Truss -la líder que duró menos tiempo en el cargo en toda la historia de Gran Bretaña- atravesando noches sudorosas e intranquilas en sus últimos días en la sede del Gobierno británico.

Y cuando Sunak se despierte, en su primer día en el cargo, ¿se sorprenderá pensando “qué hice”? O ¿”habrá valido esto la pena cuando todo termine?” Porque todo puede terminar más rápido de lo que nos gustaría pensar, o de lo que sospechamos.

Un mandato tóxico para Sunak

Una voz en mi cabeza me insta a reconocer que Sunak será el primer premier cuyos ancestros emigraron al Reino Unido desde Asia. Fue al Winchester College, un internado de élite, y luego estudió Filosofía, Política y Economía, el grado que eligen todos los aspirantes a políticos de carrera. Luego hizo su maestría en Administración de Empresas en Stanford, EE. UU., se unió a un banco de inversión más tarde, ganó millones, se casó con una mujer multimillonaria, y se apropió del acento de la clase alta (con un seseo). Más de lo que un niño inmigrante puede esperar, mucho menos los niños que crecen en viviendas sociales, lugares hacia los que los tories nunca dirigen la mirada.

Uno podría felicitar a Sunak por eso. Pero, al igual que muchas mujeres que preferirían que no se las mencione como “una mujer primera ministra/una mujer astronauta/una mujer atleta/una mujer jefa”, sino simplemente como “primera ministra/astronauta/atleta/jefa”, a un hombre como Sunak le gustaría ser conocido más bien como el ministro que condujo a Gran Bretaña a través de la pandemia, y luego, como el primer ministro que…que…Perdón. Nadie sabe aún con seguridad qué es lo que debe hacer Sunak.

Pero, sea lo que sea, no va a ser fácil. De hecho, la tarea de dirigir el Reino Unido en este momento, desde dentro de un partido político y una institución tan quebrada como los tories, es lo más tóxico que puede haber.

El engaño del segundo intento de Sunak 

Volvamos a esas caras burlonas en Downing Street. Ellos saben tan bien como debería saberlo Sunak -si es al menos un ápice más honesto consigo mismo de lo que nunca fue Liz Truss (o lo que me han hecho creer los informes sobre ella)- que fue elegido por defecto, gracias al agotamiento reinante dentro de su propio partido y a la certeza de que “si no apoyamos ahora a Sunak, realmente recuperaremos a Boris Johnson, el ‘Churchill de los pobres’. ¿Y quién es Penny Mordaunt de todos modos?”

No, en realidad nadie dijo eso. Me estoy imaginando las conversaciones que tuvieron lugar durante el fin de semana, cuando quedó claro que los dos principales candidatos en la carrera por la jefatura de gobierno eran Sunak y Mordaunt, la líder de la Cámara de los Comunes.

Sunak perdió ante Truss durante el verano y, debido a que ella hizo un gran trabajo, los tories le dieron el puesto ahora a su contrincante. Y se supone que estas personas son algunas de las figuras más brillantes del país.

Jeremy Hunt, el actual ministro de Hacienda, se debe estar partiendo de la risa, porque sabe, tan bien como lo sabe el resto del Partido Conservador, que ahora Sunak debería tener muy pero muy buenas razones para revertir la reversión que hizo Hunt de los planes económicos de su antecesor. Este, Kwasi Kwarteng, fue reemplazado por Hunt hace una semana, luego de que sus planes causaran un colapso del mercado en el Reino Unido. Entonces, Sunak estará en el número 10 de Downing Street, mientras al lado, en el número 11, Hunt será quien dirija el espectáculo, tal como lo hizo Sunak cuando Johnson era primer ministro. En ese sentido, Sunak recibe una cucharada de su propio chocolate. Y debería saberlo.

Simplemente no sé por qué habría de molestarle eso, aparte de por pura ambición. Es una situación triste y lamentable. Puedo bromear acerca de que han hecho tantos cambios de dirección que hasta podrían revertir el brexit. Pero no, no habrá nada de eso ahora. No habrá más volteretas ni fracasos, giros en u, ni renuncias. No los habrá si saben lo que es bueno para el país.

Sunak solo verá una opción: dejar que Hunt siga con su trabajo, mientras que él hace el suyo, que es sonreír, hablar de lugares comunes y tratar de sobrevivir el tiempo suficiente para llegar a la próxima elección planificada, ya sea en mayo de 2024 o, a más tardar, en enero de 2025.

Así que esperemos que se avecinen tiempos aburridos, o el único remedio que queda será que el rey Carlos III eche a patadas a todas las cacatúas de Downing Street y dirija el país él mismo.

(cp/ers)

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